Para aquellos afortunados que tienen empleo y recibirán aguinaldo, la más escuchada recomendación es que tengan precaución ante esa efímera burbuja de recuperación del poder adquisitivo. No escuchar el canto de las sirenas de las promociones de posadas, descuentos navideños, Año Nuevo y Santos Reyes. Y evadir el arranque de la trampa más cercana: el puente del “buen fin” que se prolonga hasta el Día de la Candelaria, en febrero, no sin antes pasar por el “viaducto” Guadalupe-Reyes que empieza en diciembre y se alarga hasta el Día de la Candelaria, en febrero.

En este contexto, entre gastalones y fiesteros transita la siguiente edición de “El Buen Fin”, la iniciativa de empresarios y gobierno para impulsar el consumo interno y “beneficiar” a los mexicanos con precios bajos durante una venta nacional que despierta una comprensible expectativa en los consumidores. Así también, un creciente número de personas que desconfían del “beneficio”, pues mientras hay “fabulosos descuentos” del 15, 20 y más por ciento en muebles, televisiones, equipos de sonido, de cómputo y artículos parecidos, o sea necesarios, pero no básicos, los precios de alimentos, abarrotes y enseres para el hogar suelen incrementarse en forma engañosa.

Hay compradores que se muestran a favor de la iniciativa comercial y desde ahora se preparan para aprovechar las ofertas del “fin de semana más barato del año”. Pero para otros se trata de una farsa, porque primero inflaron los precios, luego aplicaron los descuentos y sólo se benefició a los grandes comercios y cadenas de súpers y megatiendas, gastado anticipadamente por los trabajadores una parte de los aguinaldos que se les adelanta con este propósito, como ocurre con los burócratas del Gobierno del Estado y los ayuntamientos.

Llegado el momento, se repetirá la queja de que hubo poca información oficial al respecto y los consumidores no supieron gran cosa del “Buen Fin”, en tanto pequeños empresarios se manifiestan inconformes por la imposibilidad de participar en las ventas. En fin, reconocimientos y quejas para todos los gustos, soslayada la importancia de hacer del consumo un acto consciente, programado, y no una serie de impulsos consumistas que se lleven el aguinaldo como hojas de calendario.

Dentro de todo, la intención del Buen Fin resulta interesante: reactivar el mercado interno y beneficiar a los mexicanos con descuentos, y el “pero”, que, no obstante ser la enésima vez que se realizará, falta mucha información, lenta la navegación en la página oficial y difícil de consultar las promociones, la inclusión de artículos o servicios que dificulta el alcance a los interesados.

Desde el primer “Buen Fin” las críticas señalaron que se armó una copia del “Día de Gracias” en el que en Estados Unidos inician las ventas navideñas con grandes ofertas y saldos. Pero el poder adquisitivo mexicano no se compara con la del consumidor “gringo”, de tal manera que el Buen Fin viene a ser otro detonador del resentimiento social de una buena parte de la población mexicana sin empleo ni aguinaldo, que apenas le alcanza para vivir al día.

Si concluimos que “los descuentos” del Buen Fin benefician a empresas y comercio, podemos checar la lista de los patrocinadores del “Thanksgiving” a la mexicana. Detrás de las siglas hay hombres y familias de las más adineradas del país, por lo que entonces es pertinente la cuestión: ¿quiénes son los auténticos beneficiarios del Buen Fin? ¿Los que gastan o los que potentados que venden anunciando “descuentos” a granel?

La clave es comprar lo estrictamente necesario, ahorrar lo que más se pueda, recordar que el ahorro no consiste en guardar las sobras, sino que debe ser el primer concepto de la lista de gastos. Se puede… (Me leen mañana).

Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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