La candidata de la coalición PAN.PRI-PRD, Lucía Meza Guzmán, propuso un plan integral para la prevención del delito. Consiste en la contratación de cinco mil nuevos policías estatales dedicados a la prevención del delito, instalar seis mil videocámaras de vigilancia, poner en funcionamiento el C-5, y establecer arcos de seguridad en las carreteras que conectan a Morelos con la Ciudad de México y los estados de México, Puebla y Guerrero.

Pero mientras esto pueda llegar a ser realidad y pasar de ser solamente un paquete de buenas intenciones, se hace presente la realidad del imperio de la inseguridad en el que el oportunismo ramplón no deja de echar su cuarto de espadas. Declarar a los medios de comunicación constituye una forma de presionar al gobierno porque no soluciona el problema de la inseguridad pública. Pero no pasa nada. El lenguaje político evade la verdad. La delincuencia no es posible sin corrupción. “Renta” no es solamente la mesada que paga el inquilino del departamento, casa o local comercial al arrendador; “renta” es también la cuota de protección que apoquinan el narcotráfico, las bandas de robacoches, los “deshuesaderos” o yonquers, las casas de masaje, lenocinios, hoteles de paso y toda suerte de delincuentes organizados que operan en un estado de impunidad. Las “rentas” son tan viejas como la corrupción; nacieron con el primer policía y el primer delincuente que se pusieron de acuerdo para hacer su “trabajo”. El policía se “justifica” como “servidor público” con detenciones ocasionales de uno que otro delincuente de poca monta que no paga la cuota, mientras el criminal de alto perfil comparte las utilidades de sus ilícitos. Por lógica, la cuantía de las “rentas” son de según el sapo la pedrada, y a la opinión pública trascienden como una práctica de corrupción inveterada que viene de tiempo atrás. El general Jesús Gutiérrez Rebollo, cuya oriundez morelense enfatizó el estigma injusto de nuestra entidad en la nota roja nacional, paró en el penal de alta seguridad de La Palma, antes de Almoloya, acusado de que habitaba un lujoso departamento que había sido de Amado Carrillo Fuentes, y de que el propio “Señor de los Cielos” lo sobornó con regalos fantásticos en efectivo y en especie. Siete años atrás, sobre el propio “capo” del cártel de Juárez, a quien le gustaron para vivir la tranquilidad provinciana de Tetecala y el clima primaveral de Cuernavaca, se decía en ámbitos policiales y políticos que, si en su escolta formada con agentes de la Procuraduría General de la República también traía una docena de judiciales del Estado, era porque sus dólares le costaban. Las “rentas”, pues, existieron y existen… (Me leen el lunes).

Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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