Perfilados a la impunidad, un año atrás: los responsables de los “defectos de fábrica” del Paso Exprés estaban ansiosos porque llegara el final del gobierno de Enrique Peña Nieto para poner pies en polvorosa. Eso si no fue que algunos transas ubicados en mandos medios ya habían emprendido las de Villa Diego. Atornillado en suelo nacional, Gerardo Ruiz Esparza vivía sus últimos días como el secretario consentido de Enrique Peña Nieto en Comunicaciones y Transportes (SCT), a quien el socavón del Paso Exprés ya le había hecho lo que el viento a Juárez. Tirados de risa estaban ex funcionarios “investigados” por la Secretaría de la Función Pública, entre otros, José Luis Alarcón Ezeta, quien fuera el director del Centro SCT-Cuernavaca el 12 de julio cuando abrió las fauces el monstro del pronto vuelto famoso socavón que engulló las vidas de dos personas. En esos días director general de Carreteras, Óscar Callejo Silva, así como los socios de las empresas EPCCOR y Aldesem, filiales de la española Aldesa, veían disminuido su poder. Si justicia plena hubiera en casos de presunta corrupción (dicho así para guardar las formas del “debido proceso”), se pensó que ello no sucedería sino hasta que se fuera Peña y, ya ungido presidente de México, un día Andrés Manuel López Obrador circulara por el Paso Exprés para sentir en carne propia el peligro de muerte. Mientras tanto, mal planeada y peor ejecutada, se vio que en esta obra seguirían abriéndose los socavones, baches y bachecitos, como el hundimiento que por estos días de hace un año tapaban con chapopote en el carril norte-sur, cerca del Conalep de Chipitlán. Los carros continuaron patinando en el piso resbaloso, volcando y chocando, apretados en los carriles estrechos donde los desniveles no permitieron eliminar la barrera de contención; la parca siguió rondando de día y de noche en esta vialidad que la SCT y sus empresas consentidas habían hecho, literalmente, con las patas. Un mes después, el entonces coordinador de PC, Javier Bermúdez Alarcón, propalaba una mentira (ironizó la chaviza: “dijo una mamada”). Aseguró que el Paso Exprés “es seguro”, y que si accidentes suceden ahí, era por no respetar los límites de velocidad. Su declaración fue de antología. Presumió: los carriles son amplios y bien trazados, los vehículos no patinan pues el piso es áspero, no resbaloso, los señalamientos son claros y suficientes, los acotamientos son tan anchos que cabe un tráiler, los baches se deben a malos manejos de conductores torpes y no a la pésima calidad del concreto, y de los “zocavoncitos” tuvo la culpa Tláloc, no la SCT que hizo la obra al chingadazo. Bermúdez dio muestras sobradas de simulación. A sabiendas de que no cumpliría, en junio de 2016 hizo una promesa. Alardeó que si la SCT no colocaba mayores medidas de seguridad para evitar accidentes en el Paso Exprés, los trabajos en esta obra serían suspendidos de manera temporal o hasta definitiva. Lo declaró así luego de que dos o tres días después falleciera un hombre, arrastrado y prensado por un tráiler el Chevy en el que se desplazaba a la altura de la colonia Antonio Barona, y de que poco más tarde otro tráiler proveniente de la Ciudad de México se estampara contra el muro de contención que sostenía la columna de un puente paralelo a Lomas de Cortés. Entonces como antes y hasta hoy, los cuernavacenses hemos visto que el Paso Mortal es uno donde “a huevo” metieron carriles de más, así que los conductores de vehículos chicos y medianos rebasan a centímetros de los espejos laterales, y casi rosándose los autobuses de pasajeros, camiones “tortons” y tráileres de uno o dos remolques. Los “genios” de la SCT no previeron acotamientos, de modo que en situaciones de fallas mecánicas, choques o volcaduras los alcances vehiculares son punto menos que inevitables, y prolongados por minutos u horas los “embotellamientos” hasta en tanto no aparecen las grúas para retirar las unidades descompuestas y llegan las ambulancias a socorrer a las víctimas. Hoy día, el titular de la Coordinación Estatal de Protección Civil, Enrique Clement Gallardo, descubre el agua tibia, se rebana el seso para deducir que el muro de contención que se tambalea a la altura de la Barona representa un riesgo. Cumplido un año de la elección presidencial, nadie osa pedirle a Andrés López Obrador una investigación del Paso Exprés, tope donde tope, hasta el ex presidente Peña y el ex secretario Esparza. ¡Qué perdón y olvido ni qué las hilachas!.. (Me leen mañana).

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com

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