En el lecho de las barrancas hay de todo, o casi: colchones despedazados, muebles desvencijados, ratas, miles, más que perros y gatos en las calles de la ciudad; pájaros canoros y silentes, búhos, tejones, tlacuaches, ardillas, en fin. Imaginable además que la violencia haya arrojado uno que otro cadáver, fresco o viejo, oculto por la maleza, sumergido en el agua, invisible desde arriba. Y basura, mucha, toneladas, montañas de desechos acumulados por el tiempo y la desidia del gobierno. Tanto se ha hablado de las barrancas, que, si muy pocos creen en los dichos de la gente común, menos en los decires oficiales. Cuentos antiguos, como que van a ser limpiadas o en sus bordes construidas las plantas de tratamiento de aguas residuales que sean necesarias. Y ahora mismo, un anuncio de César Salgado Castañeda, el cuernavacence de cepa, el regidor de la larga encomienda (Educación, Cultura, Recreación, Ciencia, Tecnología, Innovación y Anexas) que celebra la aplicación de un líquido maravilloso que acabará con la contaminación de las aguas de nuestras barrancas. Señala: un químico vertido en presencia de biólogos del Consejo de Barrancas, ex funcionarios de Conagua, médicos, ingenieros especialistas en recuperación de espacios, asesores y ambientalistas. Eso dice la nota. Y la deducción por experiencia del atrilero, que podría ser un producto de invención relativamente vieja que se alimenta de bichos, se los come, vaya, y sanea aguas para ello momentáneamente estancadas, soltadas y vueltas a estancar. ¿Sirve el producto? Sí, pero siempre y cuando sea aplicado de manera permanente; que cuesta dinero ¿y genera “moches”? Pero ese es otro rollo; de lo que aquí se trata es de las barrancas, lo cual trae a colación otro cuento. En Cuernavaca tenemos dos bendiciones. Regularmente nos llueve de noche y muy seguido a cubetazos. Iluminado el horizonte por los relámpagos, parecería que el cielo se va a caer, que caen sapos del cielo mientras el agua baja a raudales en las calles empinadas y descarga en otra bendición, las barrancas, así que rara vez tenemos inundaciones. A la mañana siguiente vuelve a brillar el sol, los pájaros se sacuden el agua de las plumas, cantan felices y la gente se imagina que las plantas también están cantando, alegres, alimentadas por la humedad y los rayos solares. Un paraíso que suele olvidársenos, pero que entraña riesgos. Para los que no y para quienes sí lo saben, nuestro clima templado se debe –o más bien y tristemente dicho se debía– a la orografía en que está asentada la ciudad. Amanalco, Analco, la De los Caldos, Del Diablo, El Tecolote, Salto Chico y Salto Grande son cañadas o tramos de ramblas que hacen las veces de “productoras de humedad”. El microclima de las oquedades que mayoritariamente cruzan a Cuernavaca de norte a sur se da por la presencia de una flora abundante todo el año, por la permanencia de los cuerpos de agua –muy contaminados– y la renovación temporal de unos y otros con la temporada de lluvias. Programas de recuperación de las barrancas ha habido desde que tenemos memoria, por ejemplo, construcción de plantas tratadoras de agua en los márgenes para bloquear las aguas negras de las viviendas, reubicación de viviendas de familias en paupérrimas condiciones y crear varios andadores o paseos barranqueños. La idea de los andadores es ambiciosa, nada nueva pero no descabellada. Sería trabajo de uno o dos trienios, pero, bien aprovechadas, las barrancas de Cuernavaca se convertirían en un atractivo turísticamente sustentable, y quizá con una intensa reforestación y limpieza del agua, retornaría el clima templado de la “eterna primavera”. Además, resulta urgente rescatar El Salto de San Antón. El olor a caca (perdón, pero a eso huele) ahuyenta a los visitantes despistados y a nativos descuidados que se atreven a darse una vuelta por el lugar. A la distancia del mirador, no queremos imaginar qué tipo de “brisa” sale del torrente. Es un recurso natural destruido por la falta de previsión, sensibilidad, incompetencia y voracidad de los impulsores de la mancha urbana. ¿Cuánto cuestan tres, cuatro plantas depuradoras de agua? ¿Cuánto un drenaje cuyas aguas negras y de coliformes no vayan a dar a El Salto? Pero si históricamente poco les ha importado a los cuernavacenses, menos ahora a los funcionarios fuereños… (Me leen mañana).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com 

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp