Como en el viejo Oeste norteamericano de mediados del siglo XIX, en el recién creado estado de Morelos por el presidente Benito Juárez prevalecía la ley del más fuerte. Un ambiente adecuado para que Los Plateados hicieran del delito su modo de vida. Habían transcurrido casi cuarenta años de la Independencia en México cuando aquellos bandidos sembraban el terror en caminos y pueblos de Morelos. Los Plateados eran forajidos que aparecieron durante la segunda mitad del XIX. La importancia histórica de este grupo de maleantes radica en que tuvieron un papel muy importante en la conformación del estado de Morelos. En 1862, además del antagonismo de los liberales con los franceses y conservadores, la presencia de Los Plateados no beneficiaba en nada al estado de México al que pertenecía Morelos. Los poderes estatales tenían dificultades para contener los actos vandálicos. Tales problemas originaron que por decreto el 7 de junio de 1862 el territorio mexiquense fuera dividido en tres distritos militares. El tercero abarcaba Cuernavaca, Cuautla, Jonacatepec, Tetecala y Yautepec. Al triunfo de la República, en 1867 los pueblos levantaron actas para solicitar al Congreso de la Unión la vigencia del tercer distrito hasta que se conformara un nuevo estado. El gobierno federal tomó la resolución de crear nuevas entidades con esa parte territorial, así que por decreto del 17 de abril de 1869 fue erigido el estado de Morelos. Estos bandidos destacaron en el plagio, robo, asalto a diligencias, rapto de mujeres, venta de protección a las haciendas, asesinato, secuestro y tortura. Sobre el origen de Los Plateados hay muchas versiones. Algunos historiadores adjudican el surgimiento de Los Plateados a la paga que les debía el gobierno de Juárez por haber luchado contra los conservadores en la Guerra de Reforma y la expulsión de los franceses. De esta manera los chinacos y ex soldados se convirtieron en bandidos. En gran medida Los Plateados desaparecieron gracias a la persecución que de ellos hicieron las fuerzas del gobierno y la hostilidad que albergaban los habitantes de algunas poblaciones. También surgieron justicieros que tenían facultades para perseguir a los malhechores. Entre ellos destacan Martín Sánchez Chagollán y Rafael Sánchez. El primero es personaje de “El Zarco”, obra escrita en 1885 y publicada en 1901. Además, es hecho notar por Pablo Robles en “Los Plateados de Tierra Caliente”. Sánchez Chagollán era para Altamirano “la indignación social hecha hombre”. Él veía con “recelo a todos los que usaban sombreros con adornos de plata, y como sus sospechas eran de temerse, los sombreros sencillos y oscuros se pusieron de moda en Yecapixtla y demás zonas donde operaba”. A partir de 1867, después del triunfo de la República, las noticias de Los Plateados comenzaron a ser escasas. Por la costumbre de vestir como un charro galoneado de plata, con cabalgaduras pura sangre y fina estampa, el general Zapata se ganó la identificación que evocaba a Los Plateados, “pero en bueno”. Es más: fue la encarnación del “ladrón bueno que roba a los ricos para darle a los pobres”, sobre todo debido a la lucha por restituir la tierra a sus ancestrales dueños que eran los pueblos de Morelos. Cumplidos el pasado 9 de abril ciento dos años del sacrificio del caudillo suriano, no se desdibuja el panorama de delincuencia y violencia que hace quince años revivió la torpeza del gobierno de Felipe Calderón. Y ni para cuándo termine… (Me leen después).

Por José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 

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