Una: Ex rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y ex secretario de la misma, Gerardo Ávila García debe ir a firmar cada quince días al Reclusorio Norte en la Ciudad de México. Igual que cualquier presunto delincuente, sujeto a auto de vinculación –a proceso penal, pues– por su probable responsabilidad en el delito de daño patrimonial a la Hacienda Pública por casi 23 millones de pesos. Es decir, una piscacha, sólo una  parte de la llamada estafa maestra cuyo gran total ha salpicado a la ex secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles Berlanga, y en el plano estatal vuelto sospechoso al ex rector de la UAEM, Alejandro Vera…  Dos: Al negar la Suprema Corte de Justicia de la Nación un emparo a Jorge Arturo Olivares Brito, que así no pudo detener el proceso para designar en su lugar a otro prespuestivoro en la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos, de pasadita lo exhibió como un vulgar buscachamba con la sentencia de “quieres dinero, ¡trabaja!”… Y la buena: En la CDMX, durante la rueda de prensa mañanera el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas Rodríguez, dio la noticia positiva de que ya están identificados tres de los agresores relacionados con el homicidio del activista morelense Samir Flores Soberanes, quien fue asesinado en Amilcingo (Temoac) el 20 de febrero pasado. No dijo quién ni cómo se logró la identificación, si la Policía de Investigación Criminal de Morelos o la Policía Federal. No le preguntaron si los asesinos pueden ser detenidos antes de que el 10 de abril venga el presidente Andrés Manuel López Obrador a la ceremonia del centenario de la muerte de Emiliano Zapata. Ya veremos… A XOXOCOTLA, Hueyapan y Coatetelco les falta hacer un montón de trámites para poder tener calidad de municipios. Uno de importancia vital en términos económicos, es que no recibirán recursos federales si antes no concretan sus límites territoriales ante el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). O sean, las participaciones federales de las que básicamente se mantienen los municipios. Otro, que no han creado sus bandos de Policía y Buen Gobierno ni reglamentos de Salubridad, Panteones, Protección al Ambiente, Tránsito y Contraloría, como manda la Constitución Política del Estado de Morelos. Esto según la Comisión de Fortalecimiento Municipal, Desarrollo Regional y Pueblos Indígenas del Congreso local, hecha la advertencia no desde la presidencia de la misma, que así no se crea la animadversión de los integrantes de los consejos beligerantes de los tres municipios indígenas, sino por el asesor Humberto Leónides Segura, quien del tema debe saber. Digamos que si no se pone las pilas el trío de municipios indígenas será tan pobre como por mucho tiempo lo fue Tlalnepantla, tanto, que por allá de los setenta del siglo pasado batallaba para hallar un candidato a alcalde. Contada la anécdota por años, trataba de que el delegado del partido aplanadora convenció a un lugareño para que “se sacrificara por su pueblo”. El hombre puso algunas condiciones, aceptó la candidatura a regañadientes pero antes de abandonar la oficina del segundo piso del viejo edificio de La Estación preguntó: “¿Quién me va a dar para mi pasaje?”. Los siguientes veinte años fueron de tranquilidad para este pueblo de Los Altos de Morelos que en los noventa comenzó su boom del nopal y como a los demás municipios el Gobierno del Estado le transfirió la recaudación y el gasto del impuesto predial. Desde entonces fue un tanto menos pobre, y aunque sus problemas parecieron limitarse a conflictos de política doméstica, el 14 de febrero de 2001 fue noticia nacional. Al anochecer de aquel día unos cuarenta presuntos guerrilleros aparecieron en la pequeña comunidad de Felipe Neri, armados, cubiertos de los rostros con pasamontañas. El segundo comandante de la Policía Municipal, Gaspar García Contreras, proporcionó a reporteros detalles del evento inusitado. Precisó que los embozalados llegaron de pronto y se dirigieron a los vecinos que se encontraban en el centro de la población. Dispararon sus armas al aire y dejaron los típicos mensajes de organizaciones rebeldes así como “pintas” de las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP)-Ejército Villista Revolucionario del Pueblo (EVRP)... Hoy, de aquellos años de pobreza ni quien se acuerde en “Tlalne”. ¿Pero qué  tal en los municipios indígenas?.. (Me leen mañana).

 

Por: José Manuel Pérez Durán

jmperezduran@hotmail.com

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