Flaca, mal alimentada, baja de estatura, cuando mucho la señora pesa 45 kilos. Su piel delgada muestra un mazacote violáceo abajo del ojo semicerrado. Un puñetazo. Vestida pobremente, aparece como una visión fantasmal en el umbral de la puerta de la oficina del agente del Ministerio Público. El representante de la sociedad, que conversa con los reporteros de la fuente policíaca, repara en la súbita presencia de la mujer chaparrita y flaca. Ordena al policía de guardia. ¡”Hágala pasar!”. Tímida, la aludida entra a la estancia pequeña, austera, amueblada con lo indispensable. “¿Qué le pasó?”, pregunta el funcionario, frío el tono de la voz de quien está habituado al infortunio ajeno. Balbuceante, con voz entrecortada por los sollozos incontenibles, resume su calvario: Un día sí y otro también es maltratada por su marido, pero esa mañana de domingo se le pasó la mano. Se puso más violento que de costumbre. Parrandeó, estuvo la noche fuera de casa y cuando por fin llegó lo hizo exigiéndole que le preparara sus chilaquiles y corriera a la tienda de la esquina “por mi cerveza para curarme la cruda”. Pero bastó que ella intentara aclarar, quedito, temerosa, que no tenía dinero pues no le había dado “el gasto”, para que el troglodita se enfureciera y la tundiera a golpes.

Hecho lo cual se echó a dormir, y poco tardara para empezar a roncar con estruendo, como si tuviera la conciencia tranquila. Pasa un par de horas antes de que la víctima por fin se decida a salir, se lave la cara, le pida prestado para la “ruta” a una vecina y pueda llegar al lugar donde ahora se encuentra, escuchando el dictado del MP para el acta a causa de las lesiones que su esposo le infirió. Furioso, el funcionario urge la presencia de dos elementos de la Policía Ministerial para que en ese mismo instante le lleven al “valiente”. Transcurren 30 minutos que la víctima desgrana en la pequeña antesala sin pronunciar palabra, volteando repetidamente a la puerta en espera de su marido que aparece sujeto del cinturón por el par de policías. Es un cuarentón con aires de perdonavidas, fornido, tirando a gordo. Cínico, alardea que la tundió a puñetazos “por desobediente” y porque “para eso es mi esposa”. La denunciante firma con la enésima cruz en el papel de la última copia del acta mientras el funcionario ordena que lo pongan preso. Explota: “¡Aquí hay lesiones que tardan más de quince días en sanar y se persiguen de oficio! ¡Enciérrenlo y lleven a la señora con el legista para que la certifique!”…

En los setenta no existía –o no se estilaba en los medios– la palabra “feminicidio”. Los asesinatos de mujeres no eran tan frecuentes cuando a mediados de aquella década hubo uno muy sonado. Por semanas, los cuernavacenses no hablaron de otra cosa que no fuera del taxista que había dado muerte a una secretaria del hotel Casino de la Selva, el hoy Cosco. Debieron pasar dos décadas para que el asesinato de otra fémina volviera a estremecer a la opinión pública, ejecutada, decapitada y amputada de ambas manos una doctora del hospital del IMSS de Plan de Ayala…

En la primera semana de agosto de 2019, una nota del Diario de Morelos advirtió que Cuernavaca era considerado un foco rojo en cuanto a feminicidios. Por esos días se estaban contabilizando cuatro casos mensuales, según la Fiscalía Especializada para la Investigación y Persecución del Delito de Feminicidios. Los números hablan. Según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, de 2005 a 2013 unas mil 767 mujeres han sido asesinadas, y otras mil 500 desaparecieron. El feminicidio en México aumentó en un 40 por ciento entre 2006 y 2012, pero lo peor de ese problema es que el 95 por ciento de esos casos quedaron en la impunidad, según datos de la ONU. Con tres mil 752 homicidios consignados en las estadísticas de mortalidad del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), es decir un promedio de 10 crímenes por día, 2018 fue el más mortífero para las mujeres de México, con respecto a los últimos 29 años. De acuerdo con datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en la incidencia delictiva del fuero común, del 1 de diciembre de 2018 al 31 de enero de 2024 se han registrado en México 4 mil 817 casos de feminicidios… Me leen mañana).

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