El titular de la Comisión Estatal de Seguridad Pública, José Antonio Ortiz Guarneros, anunció que en el curso de este año empezará a funcionar un penal de alta seguridad, en un costado de las instalaciones de la Fiscalía Antisecuestros y enfrente de la Guardia Nacional en Cuernavaca. Fue construido durante la administración anterior, y reactivarlo costará 194 millones de pesos que ya han sido solicitados a la federación. La prisión en ciernes será la tercera en siete décadas. La nota trae a cuento dos historias y más de una coincidencia.

En el otoño de 2000, fue cerrada la Penitenciaría de Atlacomulco. Albergaba mil quinientos presos y hacía sesenta y seis años que había sido inaugurada por el presidente Abelardo L. Rodríguez, el 17 de abril de 1934. La puso a funcionar el gobernador don Vicente Estrada Cajigal, abuelo de Sergio Estrada Cajigal, en cuyo gobierno 2000-2006 fue construido el Parque Ecológico San Miguel Acapantzingo, en el mismo predio del ex centro de reclusión.

“La Peni”, le llamaba la gente de Cuernavaca. Puertas adentro del portón que daba a la avenida Atlacomulco vivieron tanto culpables como inocentes, igual que en todas las cárceles mal llamadas “centros de readaptación social”. Compartieron anhelos de libertad, sueños y esperanzas, deseos de venganza y propósitos de redención. Pero también fueron testigos mudos de historias novelescas.

Héctor Antonio Herrera Guzmán “El Cubano” comandó una de las bandas más peligrosas en la época negra del secuestro que durante el cuatrienio 1994-1998 golpeó a Morelos. Escogía a puros ricos, y protagonizó una de las escapadas más audaces. Utilizó el escondite de un coche que fue metido y sacado para su reparación en el pequeño taller que había dentro del penal. El 15 de septiembre de 1999, en pleno acto oficial de la entrega de boletas de libertad a reos bien portados, al mismo tiempo que el gobernador sustituto, Jorge Morales Barud presidía la ceremonia de excarcelar anticipadamente a los presos merecedores de este beneficio, “El Cubano” dejaba la prisión oculto en un compartimiento para ello habilitado entre la cajuela y la parte posterior del asiento trasero de un “Taurus”.

Guerrerense de origen y dedicado por años al robo a establecimientos comerciales, Pedro Bello Jaramillo se evadió hasta en dos ocasiones. Durante meses cavó pacientemente desde su celda. Apuntaló el “túnel” con tablas de unos treinta centímetros que obtenía subrepticiamente en la carpintería y luego esparcía puños de tierra que sacaba de los bolsillos del pantalón mientras en las mañanas daba largas caminatas en el patio. Ideó un “extractor de aire” usando las aspas de una licuadora con los polos invertidos. Terminado el túnel, aprovechó que una tarde llovía a cántaros para escurrirse a la calle. Alcanzó la libertad saliendo de un “boquete” pegado a la barda al cual tuvo la precaución de tapar con una piedra, para que no fuera visto. Fue hasta la mañana del día siguiente, en el primer pase de lista, que los custodios se dieron cuenta de que Pedro ya no estaba. Pasados unos meses, la portada del periódico “La Prensa” dio cuenta del asesinato de un policía al que Pedro “cazó” cuando llegaba o salía de su casa. “La Prensa”, el mismo periódico que ayer publicó una fotografía de tres presuntos capos del narco en Morelos con un famoso personaje de la política… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán

jmperezduran@hotmail.com 

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