Lo malo de concesionar servicios públicos a la iniciativa privada es que ésta los cobra más caro. Hoy, la población de Cuernavaca paga más dinero por la recolección de la basura que antes de que en 2007 la administración panista la privatizara. Esto pudo suceder años atrás, si el Congreso Estatal le hubiera autorizado al Ayuntamiento la privatización del alumbrado público (ap) durante los siguientes veinte años. Atrapado en la crisis financiera, el entonces alcalde Jorge Morales Barud vio una rendija de salida en la concesión de este servicio a una o más empresas privadas, así que, avalado por el cabildo, envió la solicitud de rigor a la sede legislativa de Matamoros. El asunto no era nuevo. Puesto sobre la mesa de la Junta Política y de Gobierno de la Legislatura local en diciembre de 2014, entonces se habló de que la compañía que ganara el contrato de concesión del ap le pagaría cada mes cuatro millones de pesos a la Comuna, pero no por un lapso de dos décadas sino uno de quince años. Resaltaba el hecho de que Morales llevara ya dos años y tres meses intentado sacar al buey de la barranca, recortando personal de confianza, insistiendo a los diputados locales que aprobaran el refinanciamiento de 693 millones de pesos para pagar la herencia de deudas a bancos y proveedores. Las discusiones se llevaron meses, para que la Legislatura estatal autorizara o no la privatización de ap. Metieron este tema, pero también el de la privatización del sistema de alumbrado nocturno, y no sólo el de Cuernavaca, la tentación de privatizar el ap también se paseó en los ayuntamientos de Tetecala, Miacatlán y Coatlán del Río. La diferencia fue que éstos se fueron por “la libre”, sin tomar en cuenta al Congreso del Estado, omitiendo el período de los contratos de privatización, convocando directamente en el periódico oficial “Tierra y Libertad” a las empresas que se interesaran en el negocio de este servicio público. Mientras tanto, prevaleció el catálogo del desorden añejo que hasta hoy alcanza a los habitantes de la gran mayoría de los municipios. El ap casi al cero, convertidas en bocas de lobo lo mismo calles de colonias populares que paseos de fraccionamientos residenciales, avenidas y plazas públicas. Baches: tantos como recordatorios familiares le granjean minuto a minuto a la autoridad. Basura: las bolsas que dejan en la calle los cochinos más la que no recogen los camiones recolectores. Y en medio de todo esto, alcaldes del interior del estado que por estos días están urdiendo revivir la privatización de la basura. Si grande es el negocio también lo es la ambición… ANTES de que sean estrenadas en las salas cinematográficas, las películas ya están en los tianguis de productos “piratas”. Pasa lo mismo con la música grabada. Todo se “piratea”: ropa y calzado de marcas famosas, programas de cómputo, etc. Cantantes o grupos que sólo pueden ufanarse de haber alcanzado el éxito hasta que les “piratean” un disco. Por cada original, se tocan cinco copiados. El colmo: delincuentes que “clonan” patrullas policíacas para dedicarse al atraco y son agarrados con las manos en la masa. Porque diría un patrullero: “para ‘morder’ solamente nosotros, los auténticos policías”. La evasión fiscal, las afectaciones a las industrias disqueras, del cine, ropa y el calzado, las regalías que a los autores les roba el “pirataje” suman miles de millones de pesos. Jamás ha habido cifras precisas, contrapuestos los números del gobierno y de las empresas. Lo que sí se ha dicho es que se trata de un negocio ilícito con utilidades que se pueden comparar con las del narcotráfico y el robo de vehículos. Así las cosas, ¿terminará alguna vez el “pirataje”? No mientras la autoridad arremeta sólo contra los vendedores y muy de vez en cuando aseste algún golpe a los fabricantes. Por aislados, resultan nomás para taparle el ojo al macho los operativos de policías federales e inspectores fiscales cateando bodegas y una que otra fábrica de mercancía apócrifa. El motivo tiene nombre: corrupción. Es más fácil pegarle a los tianguis que a la mafia del “pirataje”, y más temprano que tarde los comerciantes reponen la mercancía que les es decomisada. Lo hacen de la única manera que les es posible: comprándosela a la mafia de fabricantes y distribuidores. Tepito ha sido el caso. Un negocio de utilidades descomunales, que… ¿continuará funcionando en el gobierno de la cuarta transformación?.. (Me leen el lunes).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com

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