El mesero ha unido tres mesas para que quepamos el grupo de diez. La charla será informal, entre “cuernavacos” o cuernavacenses. ¿Aplica el “gentilicio”? Son las cuatro de la tarde, y hace rato que el calor se volvió insoportable. Hombres y mujeres, niños y adultos caminan sobre la banqueta de frente a “La Universal”, cruzan la Plaza de Armas y el Jardín Juárez. La muchedumbre suda la gota gorda y no es para menos, los termómetros marcan 38 grados a la sombra y bajo los rayos del sol resulta un infierno. Sobre los cofres se puede cocer un huevo. Pero del calorón no trata solamente la plática de los “guayabos” con el candidato de Morena a diputado, Sergio Pérez Flores, nacido y crecido en el merito Acapantzingo. (“Checo Pérez Flores, para los cuates”, aclara uno de la mesa y sonríe). Pasa que mucha gente de Cuernavaca se conoce entre sí, todavía, debe agregarse, pese al crecimiento de la población. Estamos Eduardo Peimbert (comerciante), Leonel Chavarría (empresario), Alfredo Martínez (arquitecto), el columnista y más amigos. La plática se va poniendo interesante. Salpicada con las bromas de Leonel, brotan temas muy serios como el comercio ambulante y el agua potable. Deslizan datos e ideas, y Sergio hace un resumen del agua potable de Cuernavaca. Expone cifras de la situación; se nota que sabe de este tema.

¿Y el ambulantaje? De esto ha escrito un rato largo el columnista, y hoy lo hace nuevo:

La economía informal no es un fenómeno novedoso, su aumento se asocia al crecimiento de la población cuando el sector formal no genera los empleos que la gente necesita.

A ojo de buen cubero, se calcula que de lunes a viernes en las más de 300 colonias de Cuernavaca trabajan unos cinco mil comerciantes ambulantes (o semifijos), y que los fines de semana la cifra rebasa seis mil.

Es así que entre informales, clientelares y subterráneos (casi todos corporativizados), la cosa está de locos. Una analogía del cuento de nunca acabar en la que juegan miles de personas: vendedores ambulantes, proveedores, compradores que prefieren los puestos callejeros porque sienten que compran más barato que en establecimientos formales donde pagan renta e impuestos., etc., etc.

Invadidas las aceras de la calle Guerrero por vendedores de mercancía contrabandeada, no toda la gente de Cuernavaca conoce la historia. Hace cerca de cuarenta años, los primeros fenicios fueron sacados de la calle Guerrero y metidos en el Pasaje Degollado que se conocería como el “Mercado de la Fayuca”.

Al cabo sucedió que la construcción del Pasaje Lido y el “reordenamiento” del Puente del Dragón sacaron del Zócalo y de calles circundantes al comercio informal. Sin embargo, el ambulantaje continuó surgiendo del desempleo, apoderado gradualmente de sitios relativamente alejados del primer cuadro hasta prácticamente convertirse en fijos. Ante la persistencia de la falta de empleos formales, más familias vinieron engrosando el ambulantaje al grado de formar parte del paisaje de la Plaza de Armas, el Jardín Juárez, Galeana, Matamoros, Guerrero y No Reelección, al punto de que se volvió casi imposible cruzar el Puente del Dragón.

Complejo el mundo del comercio ambulante, practicantes sus integrantes de una cultura contraria a la formalidad y a los trámites burocráticos, resistentes a los cambios de su modo de ser y a su rutina de trabajo, para sus líderes representan cuotas de millones de pesos. Se trata de un fenómeno de múltiples aristas en el que hay patrones y empleados de puestos en mercados municipales y el centro comercial ALM. Unos semifijos y otros ambulantes, la mayoría sin seguro social, son personas trabajadoras y esforzadas que sostienen la economía de miles de familias. Merecen todo nuestro respeto… (Me leen mañana).

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