Cuernavaca.- Imagina esto: un autobús repleto de jóvenes atletas, con cascos bajo los asientos y sueños de victoria en el emparrillado, avanzando por la sinuosa carretera Zitácuaro-Guadalajara. Son los Leones de Cuernavaca, un equipo juvenil de fútbol americano afiliado a la Liga ONEFA, en ruta a un crucial enfrentamiento contra los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara.
Pero lo que debería haber sido un viaje de rutina se transforma en una pesadilla de más de 30 horas: varados en medio de la nada, sin comida, sin agua, expuestos al frío nocturno de Michoacán, rodeados por tractores y manifestantes que claman por un precio justo para su maíz. Esta no es sólo la historia de un equipo deportivo afectado por el bloqueo; es un retrato crudo de las grietas en el tejido social de México, donde la desesperación agrícola choca con la vida cotidiana, dejando a inocentes –muchos de ellos menores de edad– como rehenes involuntarios de un conflicto mayor.
El drama comenzó el jueves 30 de octubre de 2025, alrededor de las 5:00 PM, cuando el autobús de los Leones se topó con el bloqueo en la altura de Maravatío, Michoacán. Los jugadores, un grupo de adolescentes apasionados por el futbol americano, partieron de Cuernavaca con la adrenalina de un partido inminente. Padres de familia, como los que compartieron videos angustiantes en redes sociales, describen el momento inicial como de incredulidad: "Pensamos que sería temporal, una hora tal vez", relata uno de ellos en un mensaje viral. Pero las horas se estiraron como la fila de vehículos que se acumulaba detrás: más de 53 kilómetros en algunos tramos, equivalente a la distancia entre la Ciudad de México y Cuernavaca. "Llevamos más de 17 horas varados, sin comida ni agua", denunciaba un post en Facebook del Club Leones Cuernavaca, elevando la alarma a una "urgencia humanitaria".
Los bloqueos no eran un capricho aislado. Forman parte de una oleada de protestas que paralizaron carreteras en al menos cinco entidades: Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Hidalgo y otros estados del Bajío. Productores de maíz, organizados en grupos como la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA), exigen un precio de garantía de 7,200 pesos por tonelada, argumentando que los costos actuales –alrededor de 4,000 a 5,000 pesos– los condenan a la ruina. "Todos comemos del campo", justificaban los agricultores en declaraciones capturadas en videos de manifestantes, mientras tractores y camiones de carga bloqueaban autopistas clave como la Guadalajara-Morelia y el Macrolibramiento de Guadalajara. Estos cierres, que comenzaron el 28 de octubre, acumularon hasta 12 puntos de bloqueo en vías y casetas, según reportes de La Jornada, afectando no solo al transporte de mercancías –con pérdidas millonarias en perecederos– sino a miles de viajeros inocentes.
En el corazón de esta tormenta estaban los Leones: chicos de entre 14 y 18 años, muchos acompañados por padres que viajaban en convoy. "Están padeciendo la falta de insumos básicos: sin agua, alimentos ni acceso a baños", clamaban los familiares en un llamado desesperado a los gobiernos federal, de Michoacán y Jalisco. Videos compartidos en X muestran a los jóvenes acurrucados en el autobús, con el frío de la sierra michoacana calando huesos, mientras las luces de los tractores iluminan la noche como faros de una batalla ajena. Uno de los padres, en un audio filtrado en redes, describe el pánico: "Los niños tienen hambre, algunos lloran. ¿Qué pasa si alguien se enferma? Esto es una emergencia". La situación escaló a tal punto que la ONEFA, la liga nacional de fútbol americano estudiantil, fue instada a activar protocolos de seguridad, aunque su respuesta inicial fue limitada.
El contexto agrícola añade capas de tragedia. México, cuna del maíz, produce más de 27 millones de toneladas al año, pero los pequeños productores –como los del Bajío– luchan contra importaciones baratas de Estados Unidos y la volatilidad de precios post-pandemia. Julio Berdegué, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, anunció acuerdos parciales el 29 de octubre, retirando bloqueos en algunos puntos, pero la UNTA acusó al gobierno de incumplimientos, prolongando el caos.
Álvaro López Ríos, líder de la UNTA, explicó en un video: "Retiramos algunos bloqueos, pero no pararemos hasta que haya justicia". Mientras tanto, automovilistas reportaban filas de hasta 23 kilómetros, con quejas de "22 horas sin moverse", en ecos de protestas similares en octubre que colapsaron López Mateos en Guadalajara. La resolución para los Leones llegó como un acto de ingenio improvisado: el viernes 31 de octubre, alrededor de las 9:00 PM, manifestantes y autoridades locales retiraron parte de un muro de contención en la carretera para permitir que el autobús girara y regresara a Morelos. Videos cortesía de los padres capturan el momento: el autobús maniobrando en reversa, aplausos mezclados con sollozos de alivio. Al llegar a Cuernavaca el sábado 1 de noviembre, los jugadores fueron recibidos como héroes supervivientes. Con imágenes de abrazos familiares que contrastan con la desolación de la carretera. Sin embargo, esta victoria pírrica deja preguntas abiertas. ¿Por qué falló la Guardia Nacional en intervenir pronto, como se quejaban automovilistas en protestas similares?
Luego de 30 horas de permanecer varados, sin comida, debido a un bloqueo en la carretera Zitácuaro-Guadalajara, el equipo de futbol americano de los Leones Cuernavaca ya están en casa, la angustia terminó. pic.twitter.com/5eHf6Cfmww
— Diario de Morelos (@DiariodeMorelos) November 1, 2025
¿Cómo un partido de fútbol juvenil expone las fallas en la cadena de suministro alimentario de México? Los Leones perdieron su juego –el partido contra Tecos fue cancelado–, pero ganaron una lección en resiliencia. En palabras de un jugador anónimo en un post de X: "El fútbol nos enseña a tacklear obstáculos, pero esto fue más que un juego".
Esta odisea no es aislada. Recuerda bloqueos pasados, como los de Valle de Bravo en 2024 o Querétaro en 2022, donde la apatía gubernamental deja a ciudadanos como "rehenes" de conflictos no resueltos. En un país donde el maíz es sagrado –símbolo de identidad cultural desde los mayas–, su crisis económica revela desigualdades profundas: productores al borde de la quiebra, mientras consumidores urbanos pagan precios inflados.
Los Leones de Cuernavaca, con su inocencia deportiva, humanizan un debate abstracto, recordándonos que detrás de cada bloqueo hay rostros, sueños y lágrimas.
Mientras los agricultores continúan su lucha –con promesas de más protestas si no hay soluciones–, los Leones regresan al campo de entrenamiento. Su historia, un pulso emocional en el caos nacional, urge a México a encontrar un equilibrio: entre el derecho a protestar y el de transitar libremente, entre el campo olvidado y las ciudades desconectadas. Porque al final, como decían los manifestantes, "todos comemos del campo" –pero nadie debería sufrir por ello.
