La Ciudad de México, esa metrópoli vibrante y caótica que alberga a más de 22 millones de almas, enfrenta un destino apocalíptico: en menos de 10 años, vastas zonas podrían volverse inhabitables, obligando a desplazamientos masivos forzados por inundaciones devastadoras, escasez crónica de agua y un suelo que se traga todo a su paso.
Geólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en una entrevista con la agencia EFE, han encendido las alarmas: el hundimiento acelerado del suelo no es una amenaza lejana, sino un colapso inminente que podría transformar la capital en un pantano inhabitable para 2035.
Wendy Morales Barrera, investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM, junto con otros expertos, advierte que hemos alcanzado el "punto de no retorno", donde la sobreexplotación humana acelera un desastre geológico irreversible.
Las causas del apocalipsis subterráneo
El hundimiento, conocido técnicamente como subsidencia, no es un capricho de la naturaleza, sino el precio brutal de nuestra sed insaciable. La principal culpable es la extracción masiva de agua subterránea de los acuíferos, que abastecen más del 60% del vital líquido en la ciudad.
Imagínese: pozos profundos chupando el agua como vampiros, causando que las capas de arcilla y materiales volcánicos –herencia del antiguo lago de Texcoco sobre el que se construyó la urbe– se compacten y colapsen de manera irreversible.
A esto se suma el peso aplastante de las construcciones: rascacielos, avenidas y megaedificios que presionan un suelo ya inestable, acelerando el hundimiento hasta en 40 centímetros por año en las zonas más críticas.
Expertos como Morales Barrera enfatizan que esta sobreexplotación, combinada con la composición arcillosa del valle, genera un ciclo vicioso: menos agua disponible en la superficie obliga a más extracción, lo que agrava el problema y propicia socavones e inundaciones catastróficas.
¡Es un suicidio colectivo disfrazado de progreso urbano!
La evolución del desastre:
Este no es un problema nuevo, pero su escalada es aterradora. El fenómeno fue detectado por primera vez en 1899 por Téllez Pizarro, y en 1925 por el ingeniero Roberto Gayol, quien alertó sobre un hundimiento incipiente.
Sin embargo, la subsidencia explotó en la segunda mitad del siglo XX con la urbanización masiva y el bombeo intensivo de agua. En los años 50 y 60, las tasas eran modestas, pero para los 80 ya afectaban a decenas de asentamientos.
Hoy, la Ciudad de México se hunde a un ritmo promedio de 10 a 30 centímetros anuales, con picos de hasta 50 cm en áreas vulnerables, según datos satelitales del INEGI y la UNAM.
Estudios históricos muestran que desde 2015, las tasas han aumentado drásticamente, con deformaciones que superan los 37 cm al año en el oriente de la capital.
En el último lustro, el fenómeno ha provocado daños en infraestructuras clave, como el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), donde el suelo se traga pistas y terminales, y en sistemas de drenaje que colapsan bajo la presión.
Si no actuamos ya, en una década el valle podría haber descendido metros enteros, exacerbando sismos y floods estacionales.
El 70% del suelo capitalino en peligro Inminente
¡No es una amenaza uniforme: el desastre golpea con saña a los más vulnerables! Hasta el 70% del suelo de la CDMX es "hundible", con tasas que varían de 5 a 35 cm anuales.
Las alcaldías en mayor riesgo incluyen Iztapalapa –la más crítica, con hundimientos de hasta 36 cm al año–, Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza, Cuauhtémoc, Benito Juárez, Coyoacán, Xochimilco, Tláhuac, Miguel Hidalgo y Azcapotzalco.
El oriente y el centro histórico son bombas de tiempo: colonias como Reforma Social, Hipódromo de las Américas y Nezahualcóyotl registran grietas masivas y subsidencias que dañan viviendas y vialidades.
En contraste, áreas como el poniente y sur-oeste, con suelos más firmes, sufren menos, pero incluso allí la escasez de agua potable agrava la desigualdad.
Mapas de riesgo del Atlas Nacional de Riesgos y la UNAM pintan un panorama sombrío: fracturas en el subsuelo que podrían desplazar a millones, forzando migraciones internas y exacerbando la marginación en barrios pobres.
En redes sociales, la alarma resuena: en X, publicaciones de medios viralizan videos de expertos alertando sobre "zonas inhabitables" en 10 años, con miles de likes y reposts que reflejan el pánico colectivo.
En Facebook, grupos y páginas comparten infografías de la UNAM, advirtiendo que alcaldías enteras podrían sumergirse, mientras en Reddit, usuarios internacionales discuten el impacto global de este "hundimiento imparable".
¿Hay tiempo para salvar la ciudad?
Los expertos no dejan lugar a la duda: sin intervenciones drásticas –como reducir la extracción de agua, importar más del Cutzamala y reforzar infraestructuras–, la CDMX podría enfrentar un éxodo masivo de hasta 5 millones de personas.
Morales Barrera urge a políticas inmediatas para mitigar el daño, pero el tono es sombrío: "El impacto social será desigual, golpeando más a los marginados".
¿Sobrevivirá la capital a este abismo subterráneo? El reloj corre, y cada centímetro hundido nos acerca al abismo. ¡Es hora de actuar antes de que la ciudad se convierta en una ruina acuática!
