Mientras la ciudadanía se quejaba del intenso calor en Cuernavaca, debido al calentamiento del planeta, yo me puse a cavar con barreta y a punta de golpes un hoyo para plantar un árbol de amate prieto de más de 4 metros de altura, el cual estaba en peligro de secarse porque estuvo expuesto sin plantarse durante dos semanas; este ejemplar me lo regaló mi vecina Maricela Sánchez, porque las raíces del amate ya le estaban afectando su inmueble y tuvieron que sacarlo de donde estaba. Para salvar de morir a este amate y pudiera resistir la tardanza de su plantación, varias veces le eché agua a su banco de tierra contenido en la bolsa negra que le servía de contenedor de sus raíces. Afortunadamente llegó el momento de plantarlo después de cavar durante varias sesiones el hoyo de más de 50 centímetros de hondo, sacando la tierra con una cuchara de plástico. Con mucho ánimo lo planté la tarde del pasado sábado 17 de junio. El suelo donde cavé el hoyo es de estrato duro, por lo cual me costó doble esfuerzo hacer la excavación, pero finalmente llegué al fondo donde la tierra ya era blanda; a un lado del hoyo quedó un montón de piedras que aparecieron durante la excavación. Sin que nadie me ayudara comencé a plantar el amate; primero le quité la bolsa negra, luego cargándolo lo coloqué en el interior del hoyo y lo sostuve recto para echarle poco a poco la tierra; le echaba la tierra por capas y cada capa la comprimía con un palo redondo para que se compactara. La tierra que usé para plantar el amate, fue producto de la elaboración de una composta que hice en ese terreno, preparada con diversos desperdicios vegetales desechados de la cocina de mi casa. Esta composta la procesé durante más de un año y mensualmente la revolvía con un poco de tierra hasta que se convirtió en abono, rico en nutrientes; esta fue la bendita tierra con la que planté el amate. Finalmente apisoné la tierra y le eché 12 litros de agua para que empezara a hidratarse y se recuperara. Espero que logre salvarse, ya que los amates son vegetales que no requieren de abundante agua y pueden vivir sólo con el agua de las lluvias. Los amates crecen muy grandes, corpulentos y frondosos, viven cientos de años; son los árboles emblemáticos de Cuernavaca; como fruto dan un higo redondo que ya sazón puede comerse. Este amate lo planté en un lugar adecuado, no estorba y para protegerlo de cualquier incidente alrededor del pie del tronco le coloqué un rodete o arriate de piedras de texcal. En la presente foto el amate se aprecia sin hojas, debido a que se le cayeron porque estuvo expuesto dos semanas sin plantarse. Fue mi regalo del día del padre cuando al otro día 18 de junio lo vi ya plantado como deseaba apreciarlo, espero que pronto se desaten las lluvias. Les comento que un vecino me dijo que, para qué plantaba ese árbol si ya en ese terreno había muchos y le respondí: “En primer lugar donde planté ese árbol es un claro del terreno donde no estorba, en segundo lugar, porque es un árbol emblemático de Cuernavaca y en tercer lugar porque yo nací para plantar árboles. A lo largo de mi vida he plantado aproximadamente 300 árboles. Sólo en este terreno planté 50 hace 30 años”.
El terreno en cuestión se encuentra en el predio del edificio donde vivo, aquí llegué a vivir hace 30 años. Cuando conocí por primera vez este terreno era un espacio de casi aproximadamente mil metros cuadrados, baldío, contaminado de desechos, era tierra de nadie, tiradero de basura y cascajo, servía de atajo para transeúntes, vacas y perros callejeros, por lo tanto, era un lugar deplorable e inseguro para los vecinos. Pero todo cambio cuando decidimos rescatarlo y cercarlo del lado poniente con malla de alambre y del lado oriente lo cerqué plantando una hilera de 33 ficus que sirvieron para marcar el perímetro con el edificio de enfrente. El siguiente paso fue hacer un saneamiento al predio que consistió en sacar la basura y reforestarlo para convertirlo en área verde y estacionamiento para los vecinos. Se sacaron montones de basura: plásticos, botellas, llantas, fierros, alambres, cascajo, vidrios (conservo un costal casi lleno de vidrios), etc. Después de cercar el predio y sanearlo, los vecinos se sintieron más seguros. Fue entonces que planté una jacaranda, 4 laureles, 3 guayacanes, varios ficus, un amate prieto y un pochote; este amate y el pochote actualmente miden más de 16 metros de altura. En agosto el pochote comienza a llenarse de flores. Otro vecino plantó 2 palmeras y 3 laureles.
En 2016 una parte del citado terreno lo estaban descuidando y temiendo que todo el predio se convertiría en estacionamiento, decidí segregar la parte descuidada de aproximadamente a 350 metros cuadrados, para lo cual construí una cerca de tecorral, que me llevó seis años terminarla con mis manos; al espacio separado del resto del predio le hice un saneamiento y sirvió para que mi perro tuviera un espacio para distraerse. El lado poniente y sur del terreno segregado está cercado con el tecorral, del lado norte el perímetro es la pared de la bodega de Servicios Generales del Gobierno del Estado y del lado oriente la cerca fue la hilera de los 33 ficus hasta que los vecinos colocaron una malla de alambre. A este espacio de 350 metros se le ha dado mantenimiento y actualmente varios vecinos decidimos que vamos a convertirlo en un jardín, donde colocaremos una mesa con sillas, sembraremos pasto, colocaremos una alberquita de fibra de vidrio, una pila de agua y será nuestro jardín para quienes cooperen con este proyecto. Actualmente todo este predio es un pulmón de oxigeno para los habitantes de la colonia, debido a la gran cantidad de árboles que plantamos y es un arbolado donde todo el año llegan diversas especies de aves.
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Por: JUAN JOSÉ LANDA ÁVILA
