En la sombría noche del 4 de marzo, en un suburbio aparentemente apacible de Wisconsin, se escribió uno de los capítulos más inquietantes de la historia criminal reciente. Reed Gelinskey, un joven de tan solo 15 años, se enfrentó a la ley como adulto, acusado de homicidio intencional en primer grado por el brutal asesinato de su madre, Suzanne Gelinskey.

La investigación revela una escalofriante secuencia de eventos que parecen sacados de un thriller psicológico. Según la denuncia penal, tras regresar de la escuela, Reed confesó sentirse abrumado por una depresión que lo impulsó a desarrollar un plan macabro: terminar con la vida de sus padres. En un primer momento, el adolescente habría buscado un martillo con la intención de atacar a su padre al volver de su trabajo, pero la ausencia de la herramienta adecuada lo llevó a replantear su estrategia.

Esa noche, en el seno de la rutina familiar, la tragedia se gestó con insospechada premeditación. Mientras su madre trabajaba en su computadora, Reed se sumergió en un oscuro documental de Netflix: Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez. Fue durante una inquietante "escena de la escopeta" cuando la idea retorcida tomó forma en su mente. Poco después, aprovechó el ambiente familiar para ejecutar su plan. Ocultó su medicación y, al solicitar ayuda para encontrarla, engañó a su madre, quien subió las escaleras.

Armado de una determinación escalofriante, Reed se preparó para el acto final. Con un cuchillo de carne en el bolsillo y una barra de mancuernas escondida en la manga de su sudadera, esperó el momento oportuno. Cuando su madre bajó para colaborar en la búsqueda, el joven atacó: dos golpes certeros con la barra en la cabeza, seguidos de un violento arrebato en el que lanzó a su víctima al suelo. La brutalidad escaló cuando tomó el cuchillo y, tras intentar repeler los violentos intentos de su madre por defenderse—quien, según el informe, intentó patearlo en siete ocasiones—le infligió tres puñaladas en el pecho y dos en el cuello. Al ser interrogado, la respuesta del adolescente fue escalofriante: "dolor".

La frialdad del relato se acentuó aún más cuando, tras consumar el crimen, Reed contactó a una amiga a través de Snapchat. En un mensaje que parecía salido de una pesadilla digital, envió imágenes de la escena: una mujer yaciendo en el suelo, salpicada de sangre, y clamó por ayuda, declarando que había matado a su madre.

Cuando la policía arribó, el adolescente emergió de la penumbra y, en un acto final de desafío, dejó caer uno de los cuchillos en el porche delantero, exclamando a los oficiales: "Ella está muerta. Ella está muerta por lo que hice". Los agentes no tardaron en notar la macabra evidencia: la ropa de Reed rezumaba sangre, y en la escena del crimen se hallaron un segundo cuchillo y la barra de mancuernas, elementos que se sumaron al terror de aquella noche.

En su primera comparecencia ante el tribunal, Reed Gelinskey fue detenido y se le fijó una fianza de $1 millón, mientras la comunidad se sumerge en el desconcierto y el horror de estos hechos.

La escalofriante combinación de depresión juvenil, influencia de documentales perturbadores y una planificación meticulosa ha dejado a muchos interrogándose sobre los límites de la mente humana y la influencia de los medios en comportamientos extremos.

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