Septiembre, octubre y noviembre son meses emblemáticos por las Fiestas Patrias, Días de Muertos y la Revolución Mexicana. Festividades cívicas y tradicionales cuyos personajes forman parte del “patrimonio intangible” e histórico del país. En el antepenúltimo mes del año vienen al caso las reflexiones, frente al mercantilismo y el sentido de la “pachanga” en lugar de la festividad original, ya sea cívica, religiosa o popular.

En este espacio hemos pugnado porque los sitios históricos ligados a la persona de Emiliano Zapata y la revolución zapatista sean debida y legalmente promovidos como atractivos turísticos. Lo hacen en Chihuahua y Durango, con la vida y las aventuras de Pancho Villa. La fiesta popular –¿y hasta el “reventón”?–  no tienen por qué estar peleados con el conocimiento de nuestras raíces históricas, la actitud cívica y patriótica que de ello derivan. 

Pero con todo esto, ¿qué tanto conocen nuestros niños y niñas de etapas históricas y sus protagonistas?, ¿quién recuerda una materia llamada “Civismo”? Las respuestas dependen de quienes se les pregunte. Si es a personas que cursaron la primaria y secundaria en los años cuarenta y cincuenta, si lo hicieron en los años sesenta y setenta del siglo pasado. El gobierno de esa época consideró el “Civismo” como la enseñanza de los valores surgidos de la Revolución Mexicana, y el desarrollismo alcanzado por los gobiernos postrevolucionarios, sin entrar en temas de moral y mucho menos en religión, por la condición laica del Estado mexicano. 

En México la práctica y enseñanza del civismo ha pasado por muchas transformaciones. En tiempos de la reforma educativa de Jaime Torres Bodet, los maestros de primaria enseñaban en esta materia normas de urbanidad y fomentaban la disciplina escolar. Como no había libros de texto especiales de Civismo, los docentes usaban manuales de “buenas costumbres y de urbanidad”.

El Civismo tuvo muchos nombres: Educación para el amor, Educación para el ciudadano, Conocimiento de las leyes, Conocimiento de la Patria, pero en realidad y según algunos detractores, servía “para reprimir los impulsos de la persona en bien de la civilidad”. 

Frente a las presiones de grupos conservadores, como la Unión Nacional de Padres de Familia que pelearon por una materia de religión en las escuelas públicas para que los niños aprendieran “valores”, los gobiernos priistas optaron por “hacer que la virgen les hablaba” … y le restaron importancia a esta asignatura.

A principios de los setenta, el gobierno de Luis Echeverría hizo una reforma educativa radical. Desapareció las asignaturas de Geometría y Aritmética, Gramática y Sintaxis, Física y Química, Historia y Civismo, y creó cuatro áreas del conocimiento: Matemáticas, Español, Ciencias Naturales y Ciencias Sociales, eliminado de plano el Civismo del programa de estudios.

Durante los siguientes veinte años, las clases de Civismo fueron sustituidas por los “rituales de la escuela”: Honores a la bandera, festividades cívicas, disciplina escolar y de “buenos hábitos”, complementadas con temas de cajón como la Constitución Política. Así fue que el Civismo se redujo a que los escolares recitaran de memoria artículos constitucionales, aprendieran “buenas costumbres” y llevaran el uniforme limpio. Puntualidad y guardar silencio en clase eran “reglas de oro” en los tiempos en que maestras y maestros tenían un amplio repertorio de “deportes” para los “mal portados”: afinar la puntería con el lanzamiento del gis o el borrador, alzamiento de patillas, reglazos en dorso o palmas de las manos y las piernas, una o dos horas de pie a medio patio bajo el rayo de sol y tareas para llevar a casa como docenas de planas con la frase “no debo decir leperadas en clase”, entre muchas otras. No necesariamente por mal portados, bastaba con que el maestro llegara “crudo” para desquitarse con los sufridos pequeños de aquellos años. Los derechos humanos no existían. Tampoco había noticias como ésta de enero pasado:  En una escuela de Torreón, un niño mató a su maestra y se quitó la vida. El gobernador Miguel Ángel Riquelme lamentó los hechos ocurridos en el Colegio Cervantes, y confirmó la muerte de una maestra de 50 años y del atacante, un alumno de 11… (Me leen mañana).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 


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