Hoy cuando el feminicidio de la joven Ariadna Fernanda López Díaz mantiene al fiscal Uriel Carmona Gándara en el ojo del huracán, y luego de que el viernes anterior fue difundido un audio que involucra a otro personaje de la política local, ello sucede en el contexto nacional en el que los asesinatos de mujeres atizan el fuego de la repulsa social y ésta se convierte en una herramienta contra la impunidad.  

En estas condiciones fue reportado el hallazgo del cadáver de una mujer de aproximadamente 25 años, a la altura del kilómetro 40 de la autopista México-Cuernavaca. Se encontraba cubierto con cobijas y bolsas de plástico, en una barranca al pie de la autopista con dirección a Cuernavaca, cerca del pueblo de Parres de la delegación de Tlalpan CDMX. El presunto homicida fue rápidamente capturado. 

Este caso recordó a los lugareños otro ocurrido hace ya 32 años y del que el respeto obliga a la omisión de nombres y de algunos detalles. El cuerpo fue localizado por un campesino, la mañana del 14 de septiembre de 1991 en una planicie próxima a Parres. Le faltaban la cabeza y las manos, estaba envuelto en una cortina y tendido sobre costales de alimentos para aves de corral. El comandante de la Policía Judicial que condujo la investigación halló en una casa de Cuernavaca varios costales exactamente iguales a los que el homicida usó para tender el cadáver en el despoblado donde fue abandonado. El presunto homicida tenía una relación de carácter ex matrimonial con la víctima, y la pensión alimenticia que ella exigió desató un conflicto entre la ex pareja. El marido declaró al Ministerio Público que la noche anterior al hallazgo del cadáver había estado en una “fiesta mexicana”, desde las tres de la tarde hasta ya entrada la noche. Pero la mujer lo desmintió, afirmando que él se había retirado temprano, al filo de las seis de la tarde. En más de una ocasión, el sospechoso fue llamado a declarar en la Procuraduría General de Justicia. Lo hizo amparado, presumiblemente protegido desde niveles de influencia política del Gobierno Estatal, y jamás fue procesado. Entonces no era común el vocablo feminicidio, y muy pocos los casos de crímenes impunes… 

Va de historia: En 1937, José Refugio Bustamante era el gobernador de Morelos, y Manuel Gándara Mendieta el presidente municipal de Cuernavaca que después sería procurador general de justicia. Cuatro décadas más tarde conocí a don Manuel, a fines de los setenta cuando nació el Diario de Morelos. La imagen de los abogados de entonces reflejaba solemnidad, y la del señor Gándara no era la excepción, peculiar su corte de cabello largo y blanco que causaba respeto, aunque los reporteros irreverentes que cubríamos la fuente del Ejecutivo bromeábamos sobre su parecido con el personaje de la película “Búfalo Bill”. Solíamos entrevistarlo a su salida del Palacio de Gobierno, en cuyo segundo piso estaba la sede del Tribunal Superior de Justicia y del que don Manuel era uno de los magistrados. Su hija y su nieta, ambas de nombre Marisela, así como su nieto Uriel Carmona Sánchez consolidarían una estirpe de abogados ampliamente conocida en Morelos. Al igual que su abuelo, que fue procurador de justicia, ahora Uriel desempeña un cargo similar como el titular de la Fiscalía General del Estado. Ello con la diferencia de la autonomía constitucional del fiscal frente al Ejecutivo que data de 2018, y a la que en una ocasión se refirió la Asociación de Tribunales Electorales de la República Mexicana A.C., exhortando al Congreso de la Unión a que respetara la autonomía de las fiscalías del país y por ende la independencia del fiscal Carmona… (Me leen mañana).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 

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