El candidato de Morena a gobernador saldrá de la militancia, no del gabinete de Cuauhtémoc Blanco Bravo, dijo el delegado en funciones de presidente del Comité Estatal de Morena, Raúl Ojeda Zubieta. Enfatizó que no ve a nadie del gabinete de Cuauhtémoc con las características de candidato para que pueda representar al partido de Andrés Manuel López Obrador rumbo a la gubernatura del 2024. ¿Así o más claro? Esto después de que Cuauhtémoc “descartó” a Rabindranath Salazar Solorio como aspirante a la gubernatura. “A Rabindranath no le toca la candidatura” (de gobernador), dijo. La respuesta corrió a cargo de Ojeda, que seguramente platicó con el presidente nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo, y acordaron rechazar a aspirantes a la candidatura de Morena que no sean militantes del partido de AMLO. Esto después de que Cuauhtémoc reveló que él mismo tenía dos aspirantes que no son de Morena, un hombre y una mujer. Todo ello aderezado con las ratificaciones de los nombres de Juan Ángel Flores, Rafael Reyes Reyes y Margarita González Saravia como asimismo pretendientes a la gubernatura de Morelos por Morena…

PARAÍSO DE IMPUNIDAD. Montones de tarjetahabientes acuden a los cajeros a sacar efectivo mientras unos más depositan o retiran sumas mayores en las cajas de los bancos. Las imágenes son recurrentes, de personas esperando turno arrimarse a las cajas, aguardando que aparezca su número en la pantalla. Las cajeras pasan apuros para darse a abasto, apenas acaban de atender a un cliente cuando ya se acerca otro. Trabajan como esclavas, sus salarios son pequeños, grandes sus responsabilidades e inquietantes sus tentaciones. Los empleados bancarios sufren explotación laboral, tienen prohibido organizarse en sindicatos y esto es algo que nunca le ha importado a gobierno alguno. Los dueños de los bancos son poderosos, y la mayoría extranjeros, Enojado, así lo comenta un cliente. Asegura que va a hacer una hora que llegó y según ve las cosas le llevará media hora más para poder hacer su trámite. Variada la gama de personas, hay señoras y señores, jóvenes y viejos, empleados y dueños de negocios, clientes habituales que saludan por sus nombres al personal, la típica chica que intenta pasarse de lista pasando directamente a las cajas. Gorras y lentes oscuros están prohibidos, también usar el celular. Sin embargo, varios teclean mansajes o checan sus “feices”. Eso parece. Pero, ¿qué tal si la muchacha que aparentemente envía un mensaje inofensivo en realidad ha salido del banco para avisarle a su cómplice que un señor acaba de retirar una fuerte suma de dinero? Imposible saberlo, pero es posible que esté describiendo a la víctima en curso, su edad aproximada, si es alto, chaparro o de estatura regular, cómo está vestido, los colores del pantalón y la camisa, si del banco ha salido solo o acompañado y en qué lleva el dinero, en uno o los dos bolsillos del pantalón, en portafolios o en un “vaspapú”. Todos los datos para que sus cómplices no fallen el golpe. Desprevenido, el señor es interceptado cerca del banco, si caminando va para abordar su automóvil, o seguido cuando ya conduce y parado cuadras adelante. Los asaltantes lo amedrentan con sus armas, le arrebatan el dinero, huyen en una motocicleta con reporte de robo y nada han podido hacer los testigos que vieron todo para evitar el atraco, pues naturalmente temen por sus vidas. Al rato llegan los policías, preguntan cuántos eran los delincuentes, para dónde y en qué se fueron, abordan la patrulla, prenden la sirena y salen quemando llantas en busca de los rateros. Su modus operandi es un cartabón de sobra conocido por la autoridad, una película impunemente repetida. Está también el profesor pensionado que ahorra para comprarle un coche a su esposa. Van al banco por el dinero, toman un taxi que los traslada al lote de autos usados, pero cuando llegan y apenas están pagando “la dejada” dos sujetos aparecen de la nada y los sorprenden. Por supuesto están armados, les quitan el dinero, huyen por la banqueta en sentido contrario al tráfico vehicular y desaparecen. A los dueños de los bancos no les interesa la seguridad de sus clientes, y de ahí que no inviertan contratando policías armados para las sucursales… (Me leen mañana).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com


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