En el fascinante mundo de la política, donde la ética a menudo parece ser solo un mero accesorio, la Inteligencia Artificial (IA) ha encontrado su nuevo campo de juego: las campañas electorales. Sin embargo, en lugar de ser la panacea que algunos imaginaban, la IA está siendo utilizada de manera insidiosa y, en muchos casos, nefasta.

El primer pecado original de la IA en las campañas electorales es el robo de datos. Tan pronto como uno introduce su información en algún sitio web, ya sea para usar el filtro de como te verás de viejito o para buscar cual es tu animal mitológico en un test o saber como saldrán tus hijos si te casaras con el Peso Pluma o la Rosalía, estamos entregando sin saberlo nuestra identidad al más alto postor político, por eso es tan importante poner el ‘no autorizo… no autorizo… no autorizo’ en el Facebook. Los datos se convierten en la moneda de cambio, y la privacidad se desvanece más rápido que las promesas de no robar del ‘nuevo PRI’.

Pero el verdadero arte maquiavélico de la Inteligencia Artificial se manifiesta en su capacidad para engañar a las masas. ¿Por qué molestarse en discutir sobre políticas públicas cuando puedes simplemente inundar las redes sociales con desinformación diseñada a medida para avivar los miedos y prejuicios de la gente? Los bots inteligentes se convierten en soldados de una guerra digital, en la que la verdad es la primera baja.

Y no podemos olvidar el deporte nacional de denostar a los rivales políticos. Gracias a la IA, los ataques personales se han vuelto más refinados y omnipresentes que nunca. Desde campañas de difamación hasta deepfakes que muestran a las y los candidatos en situaciones comprometedoras o diciendo cosas que nunca dijeron, porque cuando tu moral es tan baja todo está permitido en la lucha por el poder.

Pero, ¡alto ahí! Antes de continuar, seguro se preguntarán que es o cómo se come un deepfake, bueno, la siempre confiable Wikipedia dice que es un video, una imagen o un audio generado que imita la apariencia y el sonido de una persona.

Ahora sí, antes de caer en la espiral de la desesperanza, recordemos que la IA no es intrínsecamente mala. Es simplemente una herramienta, y como tal, su uso depende enteramente de quién la maneje. Siempre y cuando se utilice de manera responsable y ética, esta puede ser una aliada poderosa para mejorar la transparencia, la participación ciudadana y la toma de decisiones informada.

Así que, antes de sucumbir al pesimismo, reflexionemos que el verdadero problema no es la Inteligencia Artificial en sí misma, sino la falta de integridad del PRIAN, digo, de aquellos que la utilizan para sus propios fines egoístas. En última instancia, la responsabilidad recae en nosotros, las y los ciudadanos, para exigir un uso ético de la tecnología y rechazar cualquier intento de manipulación. Solo entonces podremos aspirar a un proceso electoral verdaderamente justo y democrático.

Antes de que piensen que la Inteligencia Artificial escribió esto, mejor vámonos con

lo bueno, lo malo y lo feo. Lo bueno:

los deepfakes Donald Trump, esos si que dan risa ¡ja! la robadera

Lo malo:

de datos personales y que seguramente abonan a las molestas llamadas, tanto para ofrecerte tarjetas de crédito a las 6 de la madrugada, como para extorsiones. Lo feo: no sirve de nada el ‘no autorizo’ del Facebook. : (

No está de más decir que esto es

a título personal. Fíjense nada más que…

para que no extrañemos las noticias falsas de Pedro Ferriz de Con, llegó Joaquín López-Doriga, quien cayó (o no) en los engaños de la Inteligencia Artificial y compartió un audio más falso que el carisma de Xóchitl Gálvez, mismo que luego tuvo que baja r.

yo entiendo y es comprensible que uno se puede poner nervioso cuando habla en público, más aún en un debate con una cámara de frente, pero tener que leer hasta tu propia presentación no tiene justificación. En el PRIAN deben estar preocupados con lo que pasó el domingo pasado con su candidata a la gubernatura de Morelos.

¡Saludos!

Fuera de contexto:

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