Hay días en que el tema a comentar resulta obligado, como hoy en que todo mundo habla del juego Final de la Nations League, jugado el fin de semana en el hermoso estadio de los Vaqueros de Dallas.

Sin embargo, tanto la crónica del partido como la crítica al tricolor se vuelve una cantaleta, llena de lugares comunes y no me gustaría caer en lo mismo. Primero que nada se tiene que admitir que el problema del seleccionado azteca, cuando tiene enfrente al cuadro de las barras y las estrellas, tiene mucho que ver con el aspecto mental.

También hay que reconocer que en este momento Estados Unidos tiene mejores jugadores, aunque con ello se demerite a algunos futbolistas mexicanos a quienes la propia prensa les ha colgado etiquetas de figuras.

Si Edson Álvarez, dicho sea con todo respeto, es el referente, adalid, líder y punta de lanza del equipo verde, estamos amolados.

Ni qué decir de Hirving “Chucky” Lozano, quien pasa más tiempo en el pasto que con el balón en los pies.

Otro aspecto a resaltar es el proyecto deportivo de los gringos. Nadie está jodiendo al entrenador porque juega fulano, sienta a perengano o hace los cambios en un momento dado.

El señor Gregg Berhalter trabaja con toda tranquilidad sin que pidan su cabeza a cada resultado adverso.

Acá sucede todo lo contrario. Desde que con un verdadero “albazo”, un grupo colocó a Diego Cocca en el timón, la criatura ya venía chueca.

Luego, en una especie de rifa del tigre, Jaime Lozano es ungido como el estratega nacional, pero con la etiqueta de interino.

Entonces, resulta de hueva que según los expertos, la cabeza del Jimmy rodará de un momento a otro.

El triunfalismo, tan frecuente en el medio, hizo su aparición tras ganar la Copa Oro.

Algún descerebrado incluso bautizó al equipo como el “Lamborjimmy”, aludiendo a la marca de automóviles de alta gama.

Esos mismos son los que ahora se rasgan la ropa y gritan ¡fracaso! a todo pulmón.

De flojera también la discusión de si Guillermo Ochoa debe ser titular. El liderazgo de Paco Memo no está para el alegato así como su calidad.

En todo caso es una de las responsabilidades del entrenador. Decir que se “comió” el primer gol el domingo constituye una absoluta falsedad y una falta de respeto.

Ahora ni el socorrido pretexto del arbitraje se puede esgrimir.

El árbitro canadiense Drew Fischer, sin ser un dechado de virtudes, condujo el encuentro por un buen sendero.

Creo que se pasó de burócrata al detener el juego debido al grito discriminatorio la segunda vez, ya que faltaban segundos para concluir.

En el descarado clavado de Santiago Giménez, mordió el anzuelo y marcó penal.

Su staff en el VAR le hizo el llamado y tras ver las tomas, rectificó la marcación, amonestando correctamente al infractor.

Esta es la verdadera naturaleza del VAR. Remediar el error claro y obvio del juez.

De alguna manera se ha abusado en el uso pero quedó demostrado que…para eso sirve.

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