Aunque las investigaciones oficiales colocan a Mario Aburto como único implicado en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, la memoria colectiva mexicana todavía barajea otras posibilidades, desde un complot hasta la suplantación del asesino. A 30 años del magnicidio, el esclarecimiento del atentado contra el candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio, ha tenido turbulentas conclusiones, dejando más preguntas que certezas sobre sus circunstancias y motivaciones.

La teoría del complot, la posibilidad de más “Aburtos” y la todavía sospechosa participación de Jorge Antonio Sánchez Ortega mantienen vigente la indagatoria del magnicidio de hace 30 años, que terminó siendo la investigación criminal más refutada del siglo XX en México.

El 23 de marzo de 1994 fue asesinado en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio Murrieta. En el sitio fue detenido Mario Aburto Martínez, quien confesó el crimen y fue condenado a más de 40 años de prisión por el magnicidio que cimbró a México y el mundo.

Por tres décadas la versión oficial del homicidio de Colosio fue la del asesino solitario que, atacó al político aprovechando la multitud. Sin embargo, las revelaciones de la FGR traen ahora a colación que ésta no fue la única línea de investigación que se abrió en el 94, pues de hecho la entonces Procuraduría General de la República (PGR, hoy Fiscalía) indagó más de una veintena de posibles móviles por los cuales habrían terminado con la vida del eventual ganador de la elección presidencial del 94.

Fueron cuatro fiscales los que llevaron el caso al inicio y de ellos emanaron diversas líneas de investigación, de las cuales las más relevantes fueron la del tirador solitario, el complot contra el candidato, la ruptura con el PRI y hasta el crimen organizado.

Una foto que redirigió las investigaciones

El 28 de marzo de 1994, el diario El Universal daba a conocer a ocho columnas que el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato priísta a la presidencia, no fue planeado por una sola persona o asesino solitario como lo planteó la PGR, sino que se trató de un complot.

Presentó la investigación de la periodista Dora Elena Cortés, quien obtuvo muchos testimonios desde testigos presenciales, periodistas y policías, cuyas declaraciones confrontó con las fotografías que se obtuvieron de los hechos, mismas que coincidían con lo dicho por los entrevistados y sugerían un giro de la investigación hacia un complot.

Entre las notas que así lo sugerían se publicó que en los videos de la PGR se veía a un hombre de chamarra y gorra negras, Tranquilino Sánchez Vega, abrirle paso a Mario Aburto, el presunto autor material, para que se pudiera acercar al candidato priísta y dispararle.

En las notas de aquella primera plana se lee que Sánchez Vega era colaborador cercano del general Domiro García Reyes, encargado por el Estado Mayor Presidencial de la seguridad del candidato asesinado.

Aunque el procurador federal, Diego Valadés, afirmó que hubo un solo tirador, las fotografías del reportero Robert Gauthier de The San Diego Union-Tribune cambiaron el giro de las investigaciones.

En esas imágenes, reproducidas también por la agencia Associated Press (AP), se ve cómo Tranquilino Sánchez extiende su brazo derecho para pasarlo por encima del hombro del candidato quien le está dando la espalda. Con base en el video, la PGR investigó la hipótesis de que Aburto hubiera recibido ayuda de más personas.

La imagen principal de la plana de aquel 28 de marzo fue una composición de dos fotografías, cada una mostraba dos momentos justo antes del asesinato de Colosio. Se trataba de una secuencia gráfica autoría del periodista de The San Diego Union-Tribune, Robert Gautier.

En la primera foto se veía a uno de los presuntos cómplices: Tranquilino Sánchez Vega, con una gorra negra, en el extremo derecho. Junto a él, señalado con un círculo, a Mario Aburto. En el ángulo inferior derecho se alcanza ver la cabeza del general Domiro García Reyes.

En tanto que en la gráfica inferior, Aburto, en el círculo, se le ve más cerca de Colosio, mientras que Sánchez Vega parece apartar al general Domiro y tratar de tomar por el hombro al candidato. El general se ve “estorbado” por una mujer que, según testigos presenciales, logró colocarse en ese lugar y nunca se quitó.

Siete implicados como sospechosos

Una semana después, el 5 de abril de 1994, El Universal publicaba como nota principal: Hubo complot contra Colosio; al menos siete implicados. Sus nombres eran: Mario Aburto, autor material; Tranquilino Sánchez, quien estorbó al general Domiro; Vicente Mayoral, en ese momento prófugo y quien se tiró frente a la víctima para parar su paso y facilitar el disparo; así como otra persona también prófuga que bloqueó el lado izquierdo de la víctima.

También estuvo Rodolfo Mayoral Esquer, hijo de Vicente Mayoral Valenzuela, quien estorbó las labores al general Antonio Reynaldos del Pozo, que iba a la vanguardia; Rodolfo Rivapalacio Tinajero, encargado del orden del evento, incorporó al grupo a Tranquilino, Vicente y Rodolfo y alteró el apellido en la lista de este último.

En su momento, el subprocurador especial del caso, Miguel Montes, señaló que todo se basó en fotos y videos auténticos que sostenían la teoría de que “hubo un mutuo y previo acuerdo para su realización”.

Aquel día no se informó del móvil del crimen, ni de los autores intelectuales. Sin embargo, tiempo después la teoría del complot fue desechada en la investigación del caso.

Aburto y sus múltiples apariencias

Apenas segundos después del atentado contra Luis Donaldo Colosio, las autoridades que rodeaban Lomas Taurinas ya tenían al presunto responsable de tan cruento acto, Mario Aburto. Parecería que no había dudas sobre su crimen, con testigos y cámaras alrededor, pero resultó ser uno de los procesos judiciales más enredados y refutados de la historia mexicana.

En meses posteriores al asesinato del candidato priísta, algunas investigaciones expusieron una posible conspiración con dos o tres “Marios Aburtos” implicados en el crimen, pues las fotografías que se le tomaron al sospechoso en Lomas Taurinas, Baja California, no se parecían a su presentación en el penal de Almoloya de Juárez, Estado de México.

El 17 de abril de 1995, la PGR aseguró que tenía en su poder un “estudio matemático que afirma que Mario Aburto, autor material del crimen, fue suplantado y quien está en Almoloya es otra persona”. El investigador privado, Humberto López Mejía, encabezó tal averiguación.

La investigación dibujó una conspiración contra el abanderado priista y planeó la suplantación su asesino para “dificultar la localización de autores intelectuales”. López Mejía externó dudas sobre la identidad del detenido, entre ellas las diferentes estaturas que ostentó en fotografías tomadas tras su arribo a Almoloya.

El investigador también evidenció el cambio de apariencia de Aburto Martínez, quien apareció con cabello recortado y sin barba en Almoloya, lo que acentuó las diferencias faciales con el detenido en Lomas Taurinas.

Se increpó a las autoridades por realizar modificaciones estéticas sólo con Aburto, pues otros implicados aparecieron intactos en su proceso.

Dos meses después, El Universal su propio análisis, llegando a la misma conclusión que López Mejía sobre “tres Aburtos” implicados en el asesinato.

Según la publicación del 17 de junio del 95, este diario tuvo acceso a material audiovisual que insinuó que tres individuos participaron en el crimen, contradiciendo la postura oficial sobre un único asesino.

Entre las evidencias se ubicó que el tirador portaba un extensible negro en su mano derecha, accesorio que Aburto Martínez no traía en ese momento. “Ese Mario Aburto [capturado por el Estado Mayor Presidencial] trae un reloj plateado y un anillo redondo en la mano izquierda”, detalles que no concuerdan con el asesino.

Otro aspecto que se cuestionó fue un lunar debajo del ojo izquierdo, rasgo que el recluso de Almoloya no tenía.

En la edición del 18 de enero de 1996, se presentó un nuevo cuestionamiento con un exclusivo estudio de la experta en criminología y medicina legista, Josianne Pujol, con resultados antropométricos que “comprobaron” diferencias faciales entre el detenido en Lomas Taurinas y el recluido en Almoloya.

El trabajo de la doctora Pujol sugirió que eran distintos en orejas, cachetes y estatura. Se determinó que los evaluados tenían “parecidos notables”, con puntos anatómicos que coincidieron, pero también con profusas diferencias.

Como respuesta a este nuevo trabajo, la PGR afirmó que ellos eran “la única instancia para investigar el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

“Ninguno de los exámenes se sustentó en la rigurosidad científica”: PGR

La PGR defendió sus procedimientos para esclarecer el asesinato de Luis Donaldo Colosio y en septiembre del 2000 liberó los informes finales bajo la gestión del entonces subprocurador, Luis Raúl González Pérez.

El dictamen estableció proporciones faciales idénticas que confirmaron al asesino de Colosio Murrieta, gracias a la recuperación de testimonios, evaluación de videos y fotografías, y una detallada biografía de Aburto que “evidenció” sus intenciones contra el candidato priísta.

El informe de la PGR también refutó tres investigaciones que sembraron dudas sobre suplantación.

“El estudio de la doctora Pujol [del 18 de enero de 1996] se basó únicamente en la somatometría facial. Esta técnica no basta para establecer de manera contundente la identidad de un sujeto”, aseveró el informe sobre el autor material.

La PGR también refutó el análisis de Humberto López Mejía, sosteniendo que, “al igual que la doctora Pujol, el estudio de López Mejía adoleció de un adecuado uso de técnica criminalística. Ninguno de los dos exámenes se sustentó en la rigurosidad científica, por lo que sus resultados fueron erróneos”.

Los informes de más de mil páginas expusieron a detalle las explicaciones de la PGR para lo ocurrido aquel 23 de marzo de 1994, concluyendo que Mario Aburto Martínez era el único implicado en el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Sospechoso un agente del Cisen

La primera plana de El Universal del día siguiente de la muerte de Colosio reportó que el homicida había sido detenido y que, “aparentemente sólo hubo un agresor”. Junto con Mario Aburto, otro sospechoso interrogado como cómplice fue Vicente Mayoral, de 59 años. No había mención de un agente del Centro de Investigación de Seguridad Nacional (CISEN) como culpable.

El CISEN había asignado dos agentes en Lomas Taurinas, sólo tres horas antes de la llegada del candidato priísta. Uno de ellos, Jorge Antonio Sánchez Ortega, terminaría detenido minutos después de los disparos: la sangre del atentado corrió por la manga de su chamarra y se le consideró sospechoso.

En menos de una semana, Sánchez Ortega experimentó un rápido paso por las noticias. Primero se reportó que, como Aburto, Jorge Antonio tenía pruebas en su contra, pero el lunes 28 de marzo ya se encontraba libre.

La posible participación de Jorge Antonio Sánchez Ortega fue una hipótesis rodeada de confusión y un ejemplo del choque de numerosas variables en la nada fácil investigación del caso. Para colmo, autoridades y medios confundían su nombre: a veces José, a veces Jorge.

Por un lado, su declaración y el testimonio de su compañero hacían improbable su participación; pero numerosos testigos aseguraban haberlo visto al momento de los disparos.

Del mismo modo, mientras el rodizonato de sodio sugería que este sospechoso pudo haber disparado un arma de fuego, Jorge Antonio declaró que como agente del CISEN trabajaba sin pistolas y que llevaba dos años sin jalar un gatillo. La sospecha que más lo mantenía en la mira era que se le confundía con Mario Aburto.

Las conclusiones llegaron hasta el año 2000

Con el paso del tiempo, la posibilidad de que Sánchez Ortega hubiera cometido el magnicidio se volvió cada vez menor. El informe de la PGR del año 2000 resumió las razones oficiales para descartar que se hubiera inculpado a Jorge Antonio en lugar de Mario Aburto.

Como primera prueba, se superpusieron fotos de Aburto y de Sánchez Ortega: se identificaron 13 rasgos que los diferenciaban con seguridad.

Después, un análisis de imágenes del evento de campaña, que se transformó en tragedia, determinó que los dos sospechosos no sólo vestían chamarras de colores distintos (Aburto una negra, Jorge Antonio, blanca), sino además, podía notarse que sólo Mario usaba un anillo metálico de color amarillo.

Por su parte, la evaluación del rodizonato de sodio no era concluyente por sí sola, pues tiende a dar falsos positivos y falsos negativos. Comprobar que Sánchez Ortega disparó habría implicado hacer otras pruebas, como la espectrofotometría de absorción atómica y el análisis de activación de neutrones, lo cual no se hizo en su momento.

Por último, se desestimó la hipótesis de que Jorge Antonio aparecía en compañía de Mario Aburto y Tranquilino Sánchez Vanegas en una foto, pues se logró identificar al sujeto de la imagen como Javier Garibay, líder de un grupo juvenil tijuanense que, aunque en efecto vestía similar, en su chamarra blanca tenía impreso el nombre “Colosio”.

La línea de investigación sobre el posible segundo tirador resurgió a inicios de 2024, y atrajo la atención del público gracias a la conferencia mañanera de Palacio Nacional.

El presidente López Obrador leyó el comunicado de la ahora Fiscalía General de la República, que apunta al presunto deslinde intencional del agente Sánchez Ortega, por parte del CISEN.

El detalle del comunicado, a meses del 30 aniversario luctuoso del Lic. Colosio Murrieta, es que aquel deslinde o “rescate” de Sánchez Ortega lo habría orquestado una comitiva del CISEN encabezada por el hoy convicto Genaro García Luna.

Fuente: El Universal

 

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