En el centro comercial Adolfo López Mateos, los problemas empezaron desde que abrió sus puertas. Ahora mismo, por la alineación de las bodegas de fruta que invaden la banqueta en la zona de “Los Caballitos”, así como por la disputa de locales nuevos que fueron metidos como con calzador donde ya no cabe ni un alfiler, en los andenes del estacionamiento.

Luego de más de medio siglo, al ALM, como es popularmente conocido, ya no hay que modificarlo, sino demolerlo y hacer otro nuevo. La historia que el paso del tiempo ha borrado, acaso, del conocimiento de las generaciones nuevas de locatarios: El contexto: el 7 de septiembre de 1967 era inaugurado el Palacio de Gobierno por el gobernador Emilio Riva Palacio Morales cuando le faltaban “algunos detalles”. Su antecesor, Norberto López de Nava, lo había inaugurado cuatro años antes, pero sólo había hecho el primer piso. Aquello fue todo un acontecimiento, mudado entonces el Poder Ejecutivo del Palacio de Cortés al nuevo edificio. Tres años antes, el 27 de octubre de 1964, cuando don Emilio tenía unos pocos meses en la gubernatura los locatarios que vendían en el viejo Mercado del Reloj se trasladaron al flamante centro comercial Adolfo López Mateos. Pero a regañadientes, argumentando que el nuevo mercado “estaba muy lejos” y les bajarían las ventas.

El ALM había sido inaugurado el 7 de mayo de 1964, en los últimos días de López Avelar como gobernador, pero los locatarios siguieron en la explanada de Degollado y Tepetates. Ahí resistieron cinco meses, hasta que el alcalde Valentín López González ordenó que una cuadrilla de albañiles destruyera el techo de láminas del también llamado Mercado Municipal. En esos momentos, un grupo de locatarios se manifestaba en el centro de la ciudad cuando varios de sus compañeros llegaron corriendo, para avisarles que una grúa “con bola” enviada por Valentín había comenzado la demolición del mercado viejo. Fue así que, enojados, agarraron sus tiliches y se cambiaron al nuevo mercado, “lejos”, una calle abajo, en los terrenos que habían sido parte del Rancho Colorado de la familia Salinas Nubión y en 1962 comprados por el Ayuntamiento para iniciar la obra más grande de esa época que el tiempo convirtió en el centro comercial con el nombre del popular político mexiquense. Junto con el Palacio de Gobierno, el Palacio de Cortés, la Catedral y el chapitel del Calvario, el ALM sigue siendo uno de los puntos emblemáticos del primer cuadro de Cuernavaca. “El ALM”, como desde su inicio le llamaron los cuernavacenses, ha sufrido dos incendios, una inundación y dos sismos poderosos.

Proyectado para ochocientos locales, pocos años después ya era un tianguis caótico de tres mil comerciantes además de diez mil “marchantes”. Mercaderes, clientes y autoridades vieron como un “mal necesario” las instalaciones eléctricas y de gas deficientes, enmarañadas, hacinadas, desordenadas, atestadas de materiales flamables. Las cosas no han cambiado en el ALM. Luego de más de medio siglo, al centro de abasto más grande de Morelos habría que cambiarle hasta el modo de andar. Levantar los pisos y tender nuevos, instalar nuevas redes de agua potable y drenaje, dotarlo de una gran planta de tratamiento de aguas negras y, etc. Sí, ¿pero cuándo? ¿Figura en los planes de gobierno de las candidatas a gobernadora,

Lucy Meza y Margarita González Saravia,

la construcción de un nuevo centro de abasto en Cuernavaca?... (Me leen mañana).

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