Felguérez parte siempre
de una necesidad innata
de organizar formas,
de crear nuevos ritmos
mediante el trazo de la pincelada
o el contraste de los colores,
sin traicionar jamás su
fidelidad original
al poder de la materia.

Juan García Ponce

1.En la Ciudad de México contamos con la posibilidad de recorrer una gozosa “Ruta Felguérez”. Dicho trayecto -dictado al paso que nos permita el siempre concurrido Paseo de la Reforma- nos regalará, para empezar, dos certezas: la de la potencia de una vocación definida como pocas y la de la entrada de nuestro país a una modernidad siempre anhelada.

Partamos de la escultura titulada “Puerta 1808” (2007), ubicada en el cruce con Avenida Juárez, a unos pasos de la Fuente de la República (2007) también de su autoría; continuemos con el mural Tierra Quemada (2006) y el Muro de Calaveras o Tzompantli, del Museo Nacional de Antropología, y terminemos con el Mural “Teorema Inmóvil”, instalado en el Auditorio Nacional, no sin antes recordar el mural de hierro, del antiguo Cine Diana, pieza que da inicio a la historia de la escultura realizada con chatarra en nuestro país, rescatado en 2014, para su exposición retrospectiva del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC).

A Manuel Felguérez lo consintió como a pocos el Estado mexicano. Caso similar al que también protagonizó en un intercambio de ida y vuelta, el oaxaqueño Rufino Tamayo. Su obra pública es nutrida. Navegando entre la geometría y la abstracción lírica, Felguérez nos brinda, de manera pródiga y constante, la posibilidad de seguirle el paso a la poética de la materia y las polifonías de la imaginación, propias del arte abstracto.

 

2.

No olvidemos asimismo, que también en Zacatecas, su tierra natal, fue a sembrar, junto con su inseparable Meche, el único museo dedicado a este capítulo en nuestro país. Repleto de piezas donadas por sus colegas y amigos para que el ojo mexicano pudiera por fin entender que no se necesitan referentes reconocibles para gozar de la belleza, el recinto forma parte asimismo, de lo mejor de la historia de la diplomacia cultural mexicana.

 

3.
Por supuesto, la tercera ruta de acceso a Felguérez tiene que ser la literaria. Hace 15 años, Mercedes Iturbe (primera titular del Instituto de Cultura de Morelos), coordinó la exposición “Trazos y Encuentros” para el palacio de Bellas Artes, como homenaje a Juan García Ponce. La misma incluyó algunos de los trabajos que lo motivaron a escribir sobre arte y artistas, entre ellos siete piezas de Felguérez. El escritor y el pintor estarán vinculados para siempre, no sólo porque hubo relación familiar entre ambos (Manuel casó, en terceras nupcias, con Mercedes Oteyza, la madre de sus hijos Meche y Juan), sino porque no se puede entender la pintura de mediados de siglo XX en México, sin relacionarla con la literatura de pulsión internacionalista del momento.4.

Por último, me gustaría proponer seguir los pasos de Felguérez en nuestro estado, pues el de mirada transparente también gozó del aprecio de coleccionistas y seguidores entre los morelenses. En los talleres del maestro Enrique Cattaneo y Cramer, editor de gráfica avecindado en nuestro estado hace más de dos décadas, se imprimieron más de 50 piezas revisadas escrupulosamente por el zacatecano, que hoy engalanan los muros de algunas residencias locales (y cientos de foráneas).

Valga recordar, que en 1982, Ediciones Multiarte recibió el Premio Nacional de las Artes Gráficas, por el libro titulado “Diferencia y Continuidad”, de aforismos de Juan García Ponce, ilustrado con serigrafías de Manuel Felguérez. La segunda edición, con las mismas imágenes y un viraje de color, editado por el FCE, obtuvo luego el premio de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana.
Por cierto, es importante señalar que de su grupo de amigos -llamado neciamente como Generación de la Ruptura-, contamos en Morelos con la presencia y la luz de los maestros Roger von Gunten, Vicente Rojo y Arnaldo Coen. A ellos hay que voltear ahora para recuperar para la Historia del Arte lo que falta decir de esta suma de brillantes irreverencias plásticas. FIN.

Por: María Helena González / helenagonzalezcultura@gmail.com

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