1.

No estoy segura de si se pueda afirmar que la noción de BARRIO se reposicionará en nuestro “culto vocabulario” después del Miquixtli vivido este fin de semana. No sé si el análisis post fiesta alcanzará para valorar eso que tanto defendía nuestro amigo Víctor Cinta cuando nombraba y recordaba el sabor de los barrios que conforman Cuernavaca. Lo que sí habremos de revalorar es el sabor del Centro de la capital morelense, hoy alegre porque se vistió de fiesta, a pesar de lo sucio y descuidado que lo tienen las autoridades municipales.

Este fin de semana, en la geografía cultural del estado volvió a brillar el emblemático Jardín Borda.  Miles de personas formaron un río sui generis que no dejó de circular entre los parterres que conforman el jardín colonial. Miles de personas escucharon música, adquirieron mercancías a los artesanos, entraron a la sala de la exposición temporal dedicada al Segundo Imperio Mexicano y admiraron el retablo neobarroco diseñado por el arquitecto Gerardo Palma para la ocasión.

En unos cuantos días, la enorme pieza elaborada por el equipo de la Dirección de Museos y Exposiciones de la STyC perderá la gama de violetas que le dio un singular contraste con la fachada azul del inmueble (son tintes análogos). Poco a poco veremos cómo se esfuma la consistencia de los suaves pétalos de sus cientos de flores, como su cuerpo de papel de china y cartulina iris nos lleva a pensar en las contradicciones de lo biodegradable. Pero estoy segura de que permanecerá en la memoria de la gente que quiere ver bonito el centro de la ciudad. 

Con el tiempo diremos que este trabajo manual fue un capítulo más del Arte Popular morelense, no sólo por la técnica con la que fue elaborado, sino porque recupera elementos iconográficos de la Capilla de la Tercera Orden, el Ex Convento de Tlayacapan y la fachada de la Iglesia de Xoxocotla, a la vez que incluye dos reproducciones de pinturas basadas en aquella fotografía de Zapata tomada en 1911, en el Hotel Moctezuma por F. Mackay o F Moray, es decir, contiene elementos de la historia del arte local.

Y tal vez está mal que lo diga, querido lector, porque peco de poca modestia al tener algo que ver con la vida actual de este inmueble, pero no puedo dejar de mencionar que este montaje inédito, este arco efímero, le dio un sello particular a la actual administración gubernamental carente de recursos. 

2.

Desde tiempos inmemoriales, sabemos que las fiestas tradicionales modifican la vida familiar y la pública, pero tal vez lo mejor que hacen es distraernos de lo mediático. Por obra y gracia del jolgorio dejamos de enterarnos un rato de los crímenes, corrupción, violencia y demás atrocidades que nos circundan. 

Las vacaciones sirven para librarnos del peso de la vida rutinaria. Las remembranzas colectivas aligeran la experiencia individual de desasosiego. Pero lo interesante y lo valioso es que no se trata del famoso “pan y circo”, generado desde la esfera política, sino del ánimo colectivo que opera entre nosotros desde tiempos inmemoriales. La fiesta es un mecanismo de defensa contra el miedo. 

En nuestro país y en Morelos se viven la Cuaresma, la Semana Santa y la Navidad.  Esta última cada vez más globalizada y agringada, pero estos días dedicados a los difuntos son especialmente valiosos porque catalizan lo que de espiritual y ritual todavía tenemos. Ojalá nos duren el anhelo del olor a incienso y a copal y el antojo de pan de muerto. De alguna manera todo este sensorio nos aquieta. 

Bendito Miquixtli, aunque es mucho trabajo, ya quiero que vuelva. FIN.

 

María helena gonzález
helenagonzalezcultura@gmail.com

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