1. A más de tres meses del primer caso del COVID-19 en China, hoy sabemos que se trata de una infección peligrosa, pero no altamente letal, para la que no existe una vacuna todavía y que se controla si se reducen las condiciones que producen el riesgo de contagio. Una de estas condiciones es quedarse en casa.
Entre las sugerencias para sobrellevar la medida sanitaria, destacan la visita virtual a museos, la lectura, las manualidades, las actividades lúdicas, y por supuesto, la entrega a la pantalla chica.
De las dos primeras no hablaré en este espacio, porque usted, querido lector, sabe de mi pasión por ambos contenedores del alma humana, sólo insistiré brevemente en el hecho de que jamás la visita virtual logrará el mismo impacto que el goce estético frente a las obras en vivo. Pero las demás opciones me llevan a pensar en la noción de ocio.

2.
¿Un mes no dedicado a la vida práctica es mucho? ¿De qué manera cambiará la dinámica familiar, si descubrimos que el ajetreo diario nos ha alejado de los nuestros, a tal grado que ya no sabemos convivir con ellos más que un par de horas los domingos?
El Art. 24 de la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos de 1948,establece que “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”, pero resulta que el ocio carga desde tiempos inmemoriales con un tufo flojera, que intuyo generará más de una discusión en este periodo de encierro.
A diferencia de Aristóteles, que en su Política (VIII-3, 1338) lo consideraba como sinónimo de felicidad porque produce placer, Bertrand Russell, en “Elogio de la Ociosidad”, nos dice que, entendido como contemplación, éste puede producir miseria. Entre ambas posturas se distienden un montón de creencias sobre el aprovechamiento del tiempo libre, el “carpe diem” en tiempos del moderno cólera. Y es tanta la oferta, que hasta una licenciatura dedicada a la administración del tiempo libre existe.

 3.
Después de la Revolución Industrial y el acotamiento del tiempo laboral a 8 horas diarias, ha quedado espacio suficiente para una vida paralela a la laboral, que solemos dedicar un día de la semana a actividades previamente programadas, pero esta especie de sitio -que no deja de recordarnos al de Cuautla-, nos ofrecerá cientos de horas que deberán ser dedicadas, previo acuerdo familiar a diversas actividades.
Por el culto que tenemos a la salud y la juventud, las actividades deportivas se verán con mejores ojos que los entretenimientos que ofrecen los dispositivos electrónicos -aplicaciones y plataformas, Playstation, XBox, etc.- asociados con la noción de vicio, porque enajenan al individuo.
Como los “hobbies”, vinculados al gusto y la vocación personal, potencian la imaginación creativa, la inteligencia crítica y el placer, tal vez veremos un renacer del tema pasada la cuarentena. Por cierto que los griegos bautizaron estas actividades como “otium” y a las opuestas como “nec otium”, de donde nace la palabra “negocio”, cosa que le quita un poco la carga de culpa al dedicarnos al tejido, la jardinería, la confección de conservas, el aeromodelismo y el ser “pintor de domingo”.
Yo, confieso, sacaré ganchos, agujas y estambre y me dispondré a ver las películas de Woody Allen que no he podido ver nunca. Eso después de hacer ejercicio y tratar de que mi hijo le entre a la lectura de los libros que ya le acumulé en el buró.
¿Qué es más saludable para usted, una buena novela o media hora de ejercicio? Cuando acabe esto que se parece al Diluvio Universal y llegue la Paloma de la Paz a decirnos que ya podemos salir a la calle, ya me dirá si la literatura valió más la pena que 10 sentadillas y 14 lagartijas, y si pudo sortear las tentaciones del telemarketing.
En lo que creo que todos estaremos de acuerdo, es en que esto que muchos perciben como un regalo, y otros como el anuncio del Apocalipsis, nos ha ofrecido la oportunidad de valorar lo de allá afuera frente a lo de adentro, incluidos nuestros silencios. Que le sea leve. FIN

Por: María Helena González / helenagonzalezcultura@gmail.com

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