1.Dice Leonor Arfuch, especialista en temas de imagen, que experimentamos pasión por verlo todo. Desde lo más íntimo, a lo público. Nuestra curiosidad es infinita y el sentido de la vista es el que nos domina en esta época. Vivimos en la llamada Era de la Imagen.
Para unas cosas ocupamos la capacidad de ver a detalle; para otras, la mirada panorámica. Así con el COVID-19. Nos queda clara “la culpa” de los chinos, la rapidez de las reacciones de Trump, la lentitud de los italianos. En cambio, pasamos por el tamiz del “no es para tanto” la vida pública que se sigue dando en ciertos lugares, a pesar de la instrucción que tenemos de quedarnos en casa.
No creo exagerar cuando digo que ya contamos con una estética de la catástrofe COVID-19. Lo curioso es que dicha estética se alimenta, para todas las posturas que la pandemia ha generado, de imágenes procedentes de la realidad. Todo aquel que opina “tiene la razón”, porque puede echar mano de un gran archivo de videos y fotografías que los medios han avalado como material fidedigno.

2.
De un lado, quienes creen que hay que preocuparse porque la epidemia es asunto grave, con todo y las imágenes del convoy italiano que lleva a enterrar cadáveres fuera de casa, porque ya no caben en los cementerios de las ciudades más afectadas; los hospitales atestados de gente que espera atención médica y las escenas de las tiendas siendo invadidas por quienes asustados realizan compras de pánico.
Del otro, la gente que sí sale y vemos en los mercados, los medios de transporte público, el concierto Vive Latino. En general, quienes creen que el virus es una gran mentira, acaso inventada por la élite financiera global.

3.
Pero, ¿de qué manera nos figuramos la pandemia?
La mentalidad mágica no deja de jugar un papel importante en las creencias de la posmodernidad, por más que la ciencia haya dado pasos gigantescos en la explicación de la fisiología celular. Para quienes creen que la pandemia existe como un castigo divino, porque Sodoma y Gomorra se quedan chiquitas comparadas con nuestra capacidad de pecar, existe el archivo visual (léase imaginario) del temido infierno y sus ilustradores. Al fin y al cabo, contamos con una estética de catástrofes biblicas bastante nutrida. El Gran Diluvio, las Siete Plagas y el Apocalipsis -para mí con El Bosco a la cabeza como ilustrador- conformarán el alfabeto visual básico del imaginario que nace.
Por otro lado, hay quienes se alimentan de la ficción para imaginarse la epidemia. Películas como “El Séptimo Sello”, de Ingmar Bergman, “Soy Leyenda”, basada en una novela de Richard Matheson; “Guerra Mundial Z”, basada en la novela de Max Brooks; “Diario del año de la peste”, de Daniel Defoe; “La peste” de Albert Camus y siglos atrás, el Decamerón de Bocaccio, donde siete mujeres y tres hombres cuentan historias durante la epidemia que asoló Florencia, en el siglo XIV. En todos esos casos  y muchos más, se ha reflejado el miedo que tenemos ante una enfermedad desconocida y mortal. Ilustrada por zombies, actualmente ese padecimiento será representado por pelotitas de pelos parados, que concebimos de manera antropomórfica, ante la imposibilidad de imaginárnoslos actuando autónomamente.

4.
Lo bueno es que también contamos con un gran archivo visual (al que Disney contribuirá seguramente ahora que reabran sus parques de diversiones) para  ilustrar la salvación del mundo, gracias a que nos quedamos guardados en casa unas cuantas semanas.
Ya veo por todas partes cantidad de pájaros, mariposas, flores,  parques y bosques reverdeciendo en las pantallas de las computadoras y teléfonos de millones de usuarios. No faltarán la nueva región más transparente y los ya célebres canales cristalinos de Venecia en alguna película o novela. Espero que los movimientos  ecologistas sean elegantes a la hora de aprovechar lo aprendido de esta catástrofe. FIN.

Por: María Helena González / helenagonzalezcultura@gmail.com

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp