“Tío, comprarme otra computadora como la que nos regalaste para hacer los trabajos por línea, pues yo no la puedo usar para mis clases ya que Silvia se la pasa escribiendo en el Facebook,  mi hermano Rubén no la suelta por estar viendo a viejas desnudas a la hora de mi clase. Ya en la noche ni puedo estudiar porque mamá nos la quita”, se quejó Toño con don Santiago quien se había invitado solo, a comer a casa de su hermana Carolina, mientras Gregorio, el marido, hacía un esfuerzo para no correr a Santiago a patadas.

“¿Qué tal cuñado, cómo va esa fábrica de cartón, a poco no fue una buena inversión?”. Carolina le pidió a su hermano que no hablaran de eso, porque había días que no se vendía ni una sola caja y los proveedores no dejan de venir a cobrar, pues con eso de la pandemia ellos también estaban amolados.

Santiago le volvió a ofrecer trabajo en su negocio de celulares el que ya le había propuesto desde que empezó el Covid-19, que se fuera a atender alguna de sus tiendas de la venta de celulares, donde se estaba vendiendo bien, ya que jóvenes y gente mayor los necesitan para hacer sus trabajos de la escuela, los muchachos se la pasan platicando con sus cuates, mientras las esposas se la viven chismeando con sus amigas, los señores también los usan para sus pagos de la casa, depósitos del banco, hablar con clientes y vendedores, para escuchar las últimas noticias y algunas veces estar en contacto con la familia.

“Esas porquerías que tú vendes están hechas de plástico, en especial para que a los seis meses se descompongan y el cliente tenga que comprar otro, pues el cristal es tan delgado que con cualquier rozón se quiebra, con una gota de agua se amoló, la batería se acaba al poco tiempo y no hay forma de conseguirle otra. Además de ser de plástico, cuestan una millonada y se tiene que hacer contrato por 2 años, a pagar si se descompone o no”, Contestó Gregorio fastidiado.

El Tío Santiago no le hizo caso y se sentó a comer en la cabecera de la mesa como si fuera el dueño de la casa. “, Te acuerdas Goyito de los juguetes de hace años, todos eran de madera. Yo tenía mi casa de muñecas hecha de tablitas y guardaba el auto de madera de mi papá en la pequeña cochera. Los niños jugaban al balero y al estacionamiento con los camiones y los carros de madera”, comentó Carolina para bajar la tensión.

“Ya se rompió la tapadera del toper de los chiles y le hice una tapadera de papel encerado que creo que va a aguantar mejor, comentó la señora que les ayuda y añadió que no se deben tirar esos recipientes de plástico ya que son tan útiles y necesarios”. “Ya estoy hasta la coronilla de esos plásticos, dijo Gregorio, hasta el motor del auto, las vestiduras, las manijas, las mangueras, todo es de plástico, por eso no duran ni unas semanas de uso, así hay que cambiarlos continuamente si uno no quiere quedarse con el auto descompuesto a la mitad del camino Y menos esas porquerías de celulares que están hechas para los gringos, acostumbrados a usar las cosas sólo una vez y tirarlas a la basura”.

“Hay señor, si viera cuanto plástico se encuentra en el terreno al lado de nuestra casa, donde todos van a tirar la basura y encuentra botes de jabón, de cloro, de botellas de agua, de refrescos, los que tienen como tres semanas sin que vengan los de limpia a recogerlos. Dicen que sólo los dueños pueden entrar a su terreno”. “Aunque si no fuera por los platos y  los vasos de plástico en los que come su mamá, ya no tendríamos vajilla”.

Es una maravilla haberle comprado esas camisas y pijamas de poliéster el que puedo lavar con agua fría y no hay más que colgarla para que quede planchadita, expresó Carolina y añadió que les habían costado casi la mitad de las que Toñito quería que fueran de algodón. 

-Mira amor, cada vez que me pongo una camisa o pijama de poliéster, comienzo a sudar y tengo que usar una camiseta de algodón para poder dormir y si es en invierno, busco un suéter ligero porque el poliéster baja la temperatura del cuerpo, razonó Gregorio y continuó diciendo que no había mejor tela que la que se hace en un cien por ciento de algodón.

Toñito aprovechó la plática para contarles que el carrito a control remoto que le había  regalado el mes pasado su abuelito, a la semana de mi cumpleaños dejó de funcionar a pesar de que papá le cambió las pilas, entonces tuve que abrir mi cajón de juguetes de madera y saqué el auto, el camión y un yoyo del que ya hasta se me olvidó como se juega, se quejó.

Eso hizo que el padre comenzara a nombrar una serie de artículos de la vida diaria que están hechos de plástico. Entre ellos la mesa del dominó que se le rompió una pata y la fue a tirar a la barranca, porque el de la basura no se la quiso llevar, en el mismo lugar donde tire las bolsas de plástico del super, todas agujeradas y envenenadas de los materiales que se desprenden del fondo. Y junto a eso tantas porquerías que nos rodean en la vida diaria.

“Tienes razón, ya que el agua que sacamos para beber viene con pedacitos de plástico, además de los celulares, el teléfono de la casa ya no funciona porque el enchufe se partió, hizo corto y no se encuentra el repuesto ni donde lo compraste. Me dijeron que eran piezas importadas y les pregunté porque dicen que Telmex es 100% mexicana si ni piezas tiene”.

El tío de Toñito se sintió ofendido e hizo el intento de pararse sin comer, pero la hermana lo detuvo diciéndole que no se diera por ofendido pues él no tiene la culpa de vender puras porquerías de celulares de plástico, pues todos son iguales y estamos por todos lados rodeados de ese mugroso plástico, que hasta los envoltorios de las medicinas que nos tomamos tienen ese tipo de material. El cuñado se enojó por más que le habló su hermana, don Santiago al salir dio un portazo que cimbró toda la sala. “Papá, mira a Rubén me mojó mis libros de cartón de la escuela al tirar la jarra de agua sobre ellos y todo esto es por culpa tuya porque no me dejaste forrarlos con plástico para que no se echaran a perder”, le reclamó Silvia contrariada.

“Y ten cuidado con el sillón porque lo acabamos comprar y es de puro delcrón y cuesta mucho.  No lo pises con tus zapatos de hule que huelen a puro petróleo”, le dijo la mujer, quien le siguió reclamando que tuviera cuidado con su almohada de hule espuma ya que si la hacía bola tenía que comprar otra.

Por: Rafael Benabib / rafaelbenabib@hotmail.com

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