Desde el tiempo en que Miguel Alemán era presidente de México, los estadunidenses le comenzaron a decir: Méccico amigou y desde entonces éramos los “Buenos Vecinos”. La verdad es que nos pareció una buena definición de amistad, sólo que al poco tiempo nos dimos cuenta de que ellos son los amigos y nosotros los vecinos. Aquí hacemos lo que ellos mandan, así sea  un gobierno neoliberal, ultraconservador o liberal como el que ahora tenemos. 

Existen más de 2 mil empresas gringas en nuestro País, las cuales pagan muy pocos impuestos, trayendo industrias farmacéuticas, restaurantes, tiendas de ropa, zapaterías, tiendas de conveniencia, cafeterías y sobre todo enormes supermercados que compiten en limpieza, comida importada y relucientes plásticos para darle brillo a las verduras y fruta insabora, porque nos mandan  para el mexicano de clase media y alta que se está acostumbrando a ir al “super”. Luego los enormes centros comerciales con dos o tres almacenes “ancla” y grandes tiendas que tienen de todo a un precio muy alto para sacar lo de la enorme renta o hasta el costo del local, además que la mayoría de estas firmas son franquicias de las matrices en Estados Unidos. Esos negocios los traen para México porque aquí se les paga a los trabajadores 4 dólares la hora, mientras que en Estados Unidos están ganando 20 billetes verdes por hora.

En fin que en México hay más de 2 mil empresas estadunidenses y trae como consecuencia que cuando en el País vecino estornuda, los mexicanos les tenemos que llevar un pañuelo desechable al cual todos le llamamos Kleenex para que se suenen.

Pero con esto de la famosa pandemia que llegó a nuestro País tuvimos que cerrar todos los centros de trabajo para evitar que el coronavirus fuera contagioso entre los obreros, al igual que se hizo en centros donde se aglomera la gente, como cines, conciertos, bailes, restaurantes, etcétera. Pero he ahí donde nos topamos con un dilema. ¿Cerramos por completo y les pagamos toda la nómina a los trabajadores o los dejamos que se contagien y que sigan laborando hasta que adquieran la enfermedad? Y se decidió cerrar los centros de trabajo hasta que se encontrara el antivirus…

Los empresarios de los Estados Unidos pusieron el grito en el cielo. “¿Cómo es que van a cerrar las fábricas mexicanas si nos afecta sobremanera? ¿Qué vamos a hacer si las partes de automóviles que ustedes manufacturan forman parte de los pistones que hacen que funcionen nuestros automóviles, qué le vamos a poner a las computadoras en las bases y teclado que ustedes nos fabrican? Ya no hablemos de toda la industria bélica que necesita de las partes para poder seguir funcionando, como las bases de aluminio y la cubierta de los misiles, de donde vamos a sacar los empaques de cartón prensado para nuestras ametralladoras, cómo vamos a mandar los satélites sin las antenas que se hacen en México.

“Nuestras fábricas de todo lo mencionado están paradas porque necesitan de esos y otros complementos, como el litio para todo tipo de baterías, como para los automóviles eléctricos, el armado y las baterías de los celulares”.

“Ustedes tienen que abrir sus fábricas y seguir elaborando los productos que necesitamos pues no podemos quedarnos sin armamento, sin computadoras, sin baterías, sin celulares, sin lanzacohetes etcétera”.

El gobierno de México comprendió la urgencia pero se preguntó ¿qué es más importante, la vida de los trabajadores y la gente a quienes estos puedan contagiar o el dinero que se está perdiendo al dejar las fábricas cerradas?

Entonces la presión de los estadunidenses fue directa, la de los empresarios mexicanos reaccionaron de igual forma y el jefe del Poder Ejecutivo estaba a punto de reventar por la disyuntiva tan terrible que esa situación le afectaba y por tanto, tomó la decisión de dejar que dichas empresas no pararan de trabajar con todos los cuidados que les señalara la Secretaría de Salud, por lo que ordenó que todas las fábricas que hacían partes para exportar a Estados Unidos se pusieran a trabajar de inmediato y más tarde se irían colocando los implementos contra la posible expansión de la enfermedad, como tapabocas, lentes, caretas de plástico, divisiones entre trabajador y trabajador, gel, guantes, cloro con vinagre, cambio de ropa, trabajar las horas continuas sin salir a comer, conseguirles autobuses que fueran por ellos a sus casas y los llevara directamente a sus domicilios, antes de que hubiera un rebrote epidémico que pudiera frenar la fabricación de bienes en ambos países a pesar de los miles de enfermos que están hospitalizados, la gente fallecida que ya no cabe e  los campos santos; las funerarias que no tienen más cajas fúnebres, ni espacio en los lugares donde les permitieron hacer sus fosas y tampoco los hornos crematorios en México son suficientes para la gente que fallece de esa enfermedad o por los cientos de muertes que existen regularmente y por otros factores dentro del País. 

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp