San Fabián es recordado no solo como uno de los primeros papas de la Iglesia católica, sino también por la forma inusual en que fue elegido. Su historia, envuelta en fe y leyenda, refleja el contexto de una Iglesia aún en formación, enfrentando persecuciones y buscando una guía espiritual.
¿Quién fue San Fabián?
Fabián era un laico romano que vivió en el siglo III. No pertenecía al clero ni tenía ambiciones eclesiásticas conocidas. Sin embargo, su destino cambió en el año 236, cuando acudió a Roma durante el proceso de elección del nuevo papa, tras la muerte del papa Antero.
La elección milagrosa
Según el historiador eclesiástico Eusebio de Cesarea, durante la deliberación de los fieles reunidos para elegir al nuevo obispo de Roma, una paloma blanca descendió del cielo y se posó sobre la cabeza de Fabián. Este gesto fue interpretado como una señal divina, evocando el descenso del Espíritu Santo en forma de paloma durante el bautismo de Jesús.
Impresionados por el hecho, los presentes tomaron el evento como una elección celestial, y Fabián fue inmediatamente nombrado obispo de Roma, asumiendo el pontificado en un momento de gran tensión para la Iglesia cristiana.
Su papado
San Fabián ejerció como papa durante catorce años (236–250 d.C.), un periodo relativamente largo para la época. Durante su mandato, reorganizó la estructura administrativa de la Iglesia de Roma, dividió la ciudad en siete regiones pastorales y designó diáconos encargados de la atención a los pobres y mártires. También supervisó el traslado de los restos de varios mártires a las catacumbas.
Martirio y legado
Con la llegada del emperador Decio y una nueva ola de persecuciones contra los cristianos, Fabián fue arrestado y posteriormente ejecutado en el año 250. Su martirio lo convirtió en uno de los primeros papas en morir por su fe.
Fue enterrado en la cripta papal de las Catacumbas de San Calixto, donde su tumba aún puede ser visitada. Su festividad se celebra el 20 de enero, y es considerado patrono de agricultores y protector contra tormentas.