En un mundo donde el arte se niega a acomodarse a los cánones preestablecidos, Fabián Cháirez vuelve a encender la mecha de la polémica con su última exposición, La Venida del Señor. Desde la inauguración el pasado 5 de febrero en la histórica Academia de San Carlos, un recinto ligado a la UNAM, esta muestra ha encendido un debate encarnizado entre quienes veneran la tradición y aquellos que creen en el poder disruptivo del arte.

Del mismo creador que sorprendió al mundo con el polémico Emiliano Zapata en tacones, Cháirez ha llegado para desafiar los límites del discurso artístico y religioso. Con La Venida del Señor, el artista chiapaneco mezcla iconografía religiosa con un marcado simbolismo homoerótico, reconfigurando imágenes sagradas para cuestionar las estructuras de poder y los dogmas que han regido la moralidad en nuestra sociedad.

La exposición, compuesta por nueve impactantes óleos realizados entre 2018 y 2023, se ha convertido en el epicentro de una controversia que no deja a nadie indiferente. Entre las obras más comentadas se encuentran imágenes que, lejos de buscar el agrado, buscan sacudir nuestra comodidad:

  • Dos sacerdotes abrazando un cirio del cual gotea cera, una escena que muchos interpretan como una alusión descarada a una felación.
  • Dos monjas en una pose provocativa, desafiando la imagen tradicional de castidad y pureza.
  • Un monaguillo arrodillado ante un sacerdote, de cuya entrepierna brota una paloma, una clara y audaz referencia al Espíritu Santo.

Estos elementos visuales, cargados de erotismo y desafío, no solo han perturbado a sectores ultraconservadores, empresarios y grupos religiosos, que han calificado a Cháirez de blasfemo y han exigido la cancelación de la muestra, sino que también han encendido el fervor de colectivos LGBTIQ+ y defensores de la libertad de expresión. Para ellos, este tipo de intervenciones artísticas son esenciales para romper con un legado opresivo y abrir nuevos espacios de representación para aquellos que han sido marginados durante demasiado tiempo.

La respuesta institucional no se ha hecho esperar. La UNAM, en un comunicado contundente, afirmó:

"El arte debe cuestionar, provocar y generar debate."

Esta declaración no solo defiende la exposición como una legítima manifestación de libertad artística, sino que también invita a la sociedad a reflexionar sobre el papel del arte como fuerza disruptiva y subversiva. En un contexto donde el arte se transforma en una herramienta punk para desafiar el statu quo, La Venida del Señor emerge como un manifiesto visual que nos obliga a cuestionar: ¿debe el arte respetar los dogmas o tiene la obligación de romperlos?

La obra de Cháirez, marcada por un compromiso constante con la subversión y la crítica a las estructuras hegemónicas, se erige en un claro recordatorio de que el arte no es un mero adorno; es una llamada a la acción, una incitación a salir de la zona de confort y a mirar de reojo aquellas verdades incómodas que se esconden tras la fachada de lo aceptable.

En un país donde las tensiones entre tradición y modernidad parecen aumentar, La Venida del Señor no solo ha logrado encender la polémica, sino que ha cumplido su propósito más profundo: sacudir conciencias, incomodar y desafiar el orden establecido. En la intersección entre lo sagrado y lo profano, Fabián Cháirez nos recuerda que el verdadero arte debe ser siempre una revolución en forma de imagen, una invitación a repensar y reinventar lo que creíamos inamovible.

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