En días pasados muchos adversarios del presidente Andrés Manuel López Obrador manifestaron su indignación por el hecho de que éste le otorgara la Condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca a Miguel Díaz-Canel, el dictador en turno de Cuba.

Las expresiones que leí y escuché de los antilopezobradoristas francamente fueron ridículas. Algunos opinaron que era un indicio más de que AMLO pretende imponerle al país un sistema político, económico y social similar al que desde 1959 impuso en Cuba el tirano Fidel Castro. Otros expresaron que el hecho no le agradaría nada al gobierno estadounidense y que tanto el presidente Joe Biden como los legisladores democráticos y republicanos verían la manera de castigar a Andrés Manuel.

Las reacciones demostraron la ignorancia que muchos tienen sobre lo que es la condecoración.

De acuerdo con la Ley de Premios, Estímulos y Recompensas Civiles, la Condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca “es la distinción que se otorga a extranjeros, con el objeto de reconocer los servicios prominentes prestados a la Nación Mexicana o a la humanidad, y para corresponder a las distinciones de que sean objeto los servidores públicos mexicanos (…) se otorgará, principalmente, durante las visitas de Estado u oficiales que se programen entre los países de la comunidad internacional, cuando se acuerden intercambios de condecoraciones entre los jefes de Estado, jefes de Gobierno o Primeros Ministros”.

De acuerdo con la misma ley, se otorgará en diversos grados, dependiendo de la jerarquía del galardonado: collar, banda en categoría especial, banda placa, venera e insignia. El grado de collar se entrega exclusivamente a jefes de estado. La verdad es que la condecoración no pasa de ser una muestra de afecto, agradecimiento o reciprocidad de un presidente de México en turno hacia un extranjero. Es muy probable que quien la recibe la eche en un cajón cuando regrese a su país y que al morir sus herederos no tengan el más mínimo in- terés en quedarse con la medalla o el diploma correspondiente.

35 personas han recibido la condecoración en grado de collar desde que fue creada en 1933. Entre ellas algunas que difícilmente pueden haber prestado “servicios prominentes a la Nación Mexicana o a la humanidad”. En 1954 el presidente Adolfo Ruiz Cortines se la otorgó al corrupto emperador de Etiopía Haile Selassie I y al sanguinario dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo; el presidente Adolfo López Mateos se la confirió en 1962 al emperador Hirohito de Japón, promotor de la Segunda Guerra Mundial y en 1964 al dictador yugoslavo Josip Broz Tito y al príncipe Felipe, esposo de Isabel II del Reino Unido; en 1975 Luis Echeverría se la dio a Mohammad Reza Pahlevi, el sanguinario emperador de Irán; en 1988, en uno de sus últimos actos oficiales, Miguel de la Madrid se la confirió al dictador cubano Fidel Castro; Ernesto Zedillo se la otorgó en 1996 al presidente peruano Alberto Fujimori después del golpe de estado que lo convirtió en dictador; de 2008 a 2015 recibieron la condecoración varios presidentes latinoamericanos acusados de corrupción.

Para tratar de minar la popularidad de Andrés Manuel, sus opositores deberían criticarlo por sus muchos desaciertos y mentiras, y no por una medallita.

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