De repente me ocurre que ya no sé si reír, llorar o materialmente ponerme a rezar con todas las cosas raras que suceden en el balompié mexicano; tanto así, que rayan en lo surrealista.
Digo, pasan situaciones que no alcanzamos a entender sin que intervenga la maldita “maledicencia” para explicar “los cómos y los por qués”. No terminamos de salir de una, cuando ya se presentó otra.
Y es que, echando a volar la sinceridad escapa a mi entendimiento la manera en que se actúa y se decide en México. Dudo mucho que en cualquier otro país del orbe se actúe de tal manera, violando constantemente sus propios estatutos y códigos, para que todo quede cubierto con el manto de la impunidad.
Pero como dijo el desvalijador de coches: “vamos por partes”. Simplemente me referiré a cuatro, recientes, acontecimientos que han convulsionado el entorno balompédico que vivimos en nuestro país.
1) La abolición, en lo oscurito, del descenso 2) La “clausura del Torneo de Clausura” 3) El caso de Renato Ibarra y 4) El cambio de sede de Monarcas Morelia hacia el puerto de Mazatlán.
Cualquiera de estas circunstancias, combinadas o de manera individual aportan, generosamente, material para el análisis y el comentario, encontrando varias similitudes o denominadores comunes.
Uno de ellos es la opacidad con la que se manejan, sin proporcionar la información suficiente, para poder emitir un juicio equilibrado al respecto.
Otro factor común es el hecho de que aprovechan la “rumorología” para tirar la piedra y esconder la mano. Con una prensa ávida de obtener una exclusiva, utilizan a sus jilguerillos para abrir brecha y “medir” la reacción del respetable, como para que no tome por sorpresa a la afición.
Resulta casi indispensable que lleve el sello característico de casi todo lo que ocurre en el balompié mexicano ¡Que sea incongruente!; es decir, que cuente, prácticamente, con la desaprobación del público.
Por supuesto que no se necesita ser un genio para deducir que el factor con mayor peso y que les atañe a todas las decisiones que se toman, le rinde pleitesía a ese poderoso caballero llamado “don dinero”, anteponiendo, como siempre, los intereses económicos a los deportivos.
Y si de paso se logra desatar el “sospechosísmo” generalizado, mucho mejor, “a río revuelto ganancia de pescadores”; aunque todos o casi todos nos quedemos con la sensación interna de que aquí… hay gato encerrado.

Por:  Eduardo Brizio / ebrizio@hotmail.com

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