LA SOMBRA DEL NARCO. Los primeros avances en las investigaciones sobre el asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, revelan lo que ya todos sabíamos: el narco está detrás del crimen.
El homicida está ligado por parentesco a un sujeto que trabaja para los hermanos Ramón y Rafael Álvarez Ayala, señalados a su vez como operadores del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Otros datos revelan que se hospedó en un hotal ubicado en el Centro de Uruapan ese mismo día (lo que indica que fue contratado y enviado específicamente para cometer el homicidio), que consumió drogas antes del ataque y que podría haber tenido entre 17 y 19 años.
Lo usual, nada que resulte ser una sorpresa. Carne de cañón, al fin y al cabo. Un joven más perdido en el limbo de las drogas y la violencia, coptado por el crimen organizado porque probablemente no tuvo otra opción mejor, oriundo en una región azotada desde hace décadas por la violencia.
El autor material del crimen está muerto, fue abatido ahí mismo en el lugar de los hechos, pero lo realmente importante es encontrar a los autores intelectuales del homicidio.
Sí, todo apunta al narco, pero la justicia requiere de nombres y también reclama que esos personajes sean llevados ante la ley. Sólo así, quizá, se verá que los gritos de reclamo que se han elevado por la muerte de Carlos Manzo serán realmente escuchados.
MANIFESTACIONES. El asesinato de Carlos Manzo ha creado un ambiente de tensión en Michoacán y la marcha de estudiantes convocada ayer terminó también en enfrentamiento con las autoridades.
