No fue un partido muy atractivo pero si muy intenso en el estadio Wanda Metropolitano de Madrid, donde Liverpool FC derrotó 2-0 al Tottenham Hotspurs y se consagró campeón de la UEFA Champions League. Los Reds se impusieron con oficio, desnaturalizaron y maniataron a su rival, quizás sin la vehemencia y la claridad con la que jugaron toda la temporada pero con un plan muy efectivo para alzar el trofeo.

El inicio no pudo haber sido más impactante, ya que al minuto de juego el árbitro Damir Skomina sancionó un penal a favor del equipo de Jürgen Klopp por una mano de Moussa Sissoko en el área que cortó un centro de Sadio Mané. Fue el futbolista egipcio Mohamed Salah, el mismo que la temporada pasada tuvo que salir del césped por una lesión en el hombro y vio la derrota desde el vestuario, transformó el penal en gol. Iban tan solo en dos minutos de partidos los Reds ya estaban en ventaja.

Tras el gol tempranero de Salah, ambos equipos empezaron a ejecutar sus planes. Los Spurs intentaron atacar desplegando a sus laterales, Kieran Trippier y Danny Rose, y generando espacios en el centro con la movilidad de Dele Alli, Christian Eriksen y Heung-Min Son por detrás de Harry Kane, que volvió al equipo titular. En tanto, los de Klopp apelaron al poderío del tridente Salah-Firmino-Mané, con el apoyo de los interiores, Wijnaldum y Henderson.

En las salidas del Tottenham, el Liverpool apostó a cercar el perímetro de Winks y Sissoko para que eviten conectar con el surcoreano Son, el jugador más desequilibrante del elenco del norte de Londres. Al recuperar el balón, los Reds eligieron salir con balones largos para que Mané y Salah exploten los espacios, pero sin demasiado éxito.

El primer tiempo transcurrió con Liverpool forzando los errores del Tottenhamcompactando las líneas y defendiendo en bloque. El equipo de Klopp neutralizó al de Pochettino, que solamente pudo dar toques sin lastimar y solo pudo generar peligro cuando su rival estuvo impreciso.

Al comenzar el segundo tiempo empezaron a confirmarse como figuras Andrew Robertson y Trent Alexander-Arnold, los laterales del Liverpool, quienes hacían un gran trabajo en defensa y luego profundizaban los ataques con peligrosos envíos al área que eran rechazados con seguridad por la zaga del Tottenham. En ese contexto, Klopp eligió sacar al brasileño Roberto Firmino y poner un '9' más de área en su lugar, por eso ingresó el belga Divock Origi.

Con menos de media hora por delante, Pochettino se vio obligado a mover piezas para ir en busca del empate y decidió sacar a Harry Winks, su mediocentro defensivo, para darle lugar el brasileño Lucas Moura, un delantero vertiginoso con el que podía cambiar el destino del juego. Tenía más del 60% de posesión pero no podía traducirlo en peligro. El Liverpool poco a poco fue posicionándose 4-4-1-1 con Salah como hombre más adelantado, por lo que el DT argentino mandó al campo de juego a Fernando Llorente.

El Liverpool vuelve ser el rey de Europa a 14 años de su última conquista, cuando vencieron por penales al AC Milán en Estambul (2004/05) en una de las mejores definiciones europeas de todos los tiempos. Un 3-3 emocionante que derivó en penales. Puede que esta final ante Tottenham no haya sido tan atractiva, pero será igual de recordada por los fanáticos de los Reds.

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