En una de las regiones más remotas del planeta, la isla de Socotra, en Yemen, crece un árbol tan extraño que parece sacado de un cuento de fantasía: el árbol de sangre de dragón (Dracaena cinnabari). Su forma de paraguas invertido y su savia color rojo intenso le han valido el nombre y la fama de “árbol que sangra”. Pero más allá de su apariencia mística, este árbol encierra siglos de historia, medicina y misterio.
Una reliquia del pasado
El árbol de sangre de dragón es una especie endémica de Socotra, un archipiélago considerado “la isla más alienígena del mundo” por su biodiversidad única. Cerca del 37% de sus plantas no existen en ningún otro lugar del planeta, y este árbol es una de sus joyas más emblemáticas. Se cree que su linaje se remonta a más de 20 millones de años, lo que lo convierte en un verdadero fósil viviente.
La savia que parece sangre
Cuando el tronco o las ramas del árbol se cortan, liberan una resina roja oscura que, al solidificarse, toma el aspecto de sangre seca. Desde la antigüedad, esta sustancia ha sido conocida como “sangre de dragón”, y se le atribuyeron propiedades mágicas y curativas.
Los romanos la usaban como colorante y medicina, en la Edad Media fue considerada un antiséptico poderoso, y en muchas culturas orientales se usaba para rituales espirituales o como pintura sagrada. Incluso hoy, en algunas regiones, se emplea en cosmética natural y medicina tradicional.
Un árbol adaptado a la dureza extrema
Socotra tiene un clima seco y caluroso, con lluvias escasas. Para sobrevivir, el árbol de sangre de dragón desarrolló una copa densa en forma de paraguas, que reduce la evaporación y permite que el agua de lluvia se canalice hacia sus raíces. Este ingenioso diseño natural no solo lo protege, sino que también crea sombra para otras especies, ayudando al microecosistema local.
Un símbolo en peligro
Lamentablemente, este árbol milenario está en peligro de extinción. El cambio climático, la deforestación y el sobrepastoreo han reducido drásticamente su población. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), su distribución podría disminuir más del 45% en las próximas décadas si no se toman medidas urgentes
