El 22 de marzo de 1971, hace casi medio siglo, el presidente Municipal dio lectura al acta de cabildo, en ella se asienta que el Palacio de Cortés se entrega en usufructo al INAH, conservando el Ayuntamiento la propiedad del inmueble desde 1833. Firman; el Presidente Municipal Ramón Hernández Navarro, el director del INAH Luis Ortiz Macedo y el regidor de hacienda Jesús Díaz Bustamante; fue testigo de honor el Gobernador Felipe Rivera Crespo. Acuerdo autorizado y ratificado por la XXXVIII Legislatura.
Juan Altamirano, primo y administrador de Hernán Cortés inicia la construcción que se fue adecuando -como lo he sustentado con planos y fachadas- al modelo de la italiana Villa Chigi delle Volte en Siena, diseñada por el arquitecto Baldasare Peruzzi, creador de la planta en “U”, y quien terminó de construir la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Los planos, a petición del mismo conquistador, le fueron enviados, entre otros, por el rey Carlos, quien encargó recopilarlos al pintor alemán Alberto Durero, para refundar la Ciudad de México.  Por lo que, el modelo no lo tomó Cortés del distinto alcázar de los Colón -hijo y nieto del descubridor- de Santo Domingo como se ha dicho; Cortés sale de esa isla antes de construirse el alcázar.
Hasta 1629 fue sede de La Encomienda, centro de tributos, hogar de Cortés y su familia por dos generaciones más. Ahí nació su hijo Martín, único personaje con título nobiliario y marquesado nacido en América.  
La propiedad, abarcaba; al sur hasta la calle Abasolo, al norte cerraba con calle Salazar, al oriente la barranca de Amanalco y al frente incluía el Boulevard, todo bardado con entrada de dos arcos por Calle de Hidalgo. Contaba con huertas, caballerizas, cría de ganado menor y aves de corral, polvorín, molino de trigo, no era un palacio, se le llamaba “casona”, donde se administraba el Marquesado del Valle, el agua llegaba en abundancia por un acueducto y canal desde los manantiales de Gualupita. Las fiestas en este lugar eran más opulentas que en el mismo Palacio Virreinal de Ciudad de México, donde el virrey y la Real Audiencia eran asalariados.
Por envidias, celos, desacuerdos, acusaciones, juicios e intrigas, el edificio y el marquesado sufrieron media docena de incautaciones por parte de la Corona Española, siempre se restituyó a sus herederos, la última de 1810, se les regresa ya sin sus territorios.
De 1629 a 1747, el edificio estuvo en abandono, usado como herrería, curtiduría, corral y taller de textiles, ese año se da la primera restauración. Fue Real Cárcel a partir de 1750, En 1815 estuvo ahí prisionero José María Morelos rumbo a su fusilamiento, y se acondicionó para sede de la alcaldía y residencia del alcalde, es cuando se le empieza a llamar “palacio”. En la Guerra de Independencia fue cuartel de los realistas.
En 1833 lo expropia el gobierno del ya Estado de México al duque de Monteleone, Terranova y Cortes heredero del conquistador y ese mismo año lo entrega en propiedad al Ayuntamiento de Cuernavaca.
Ahí, en 1834, se firma el “Plan Revolucionario de Cuernavaca” en apoyo de Antonio López de Santa Anna. En 1855 el edificio fue sede del gobierno de la República y Cuernavaca su capital con Juan Álvarez presidente, quien, con su “Manifiesto a la Nación” y en ese mismo edificio, desconoce a Santa Anna.
En 1866 el Ayuntamiento lo regaló a Maximiliano, y este ordena su restauración, pero al saber que los herederos de Cortés tenían derechos y los reclamaban, decidió no aceptarlo, usándolo solo como oficinas. Maximiliano, opta por aceptar el Jardín Borda como su segunda casa.
A la creación del estado en 1869, el edificio fue la razón de más peso para que Cuernavaca fuera la capital, y el ayuntamiento lo presta para sede del gobierno del estado.
En ese siglo XIX se le agrega el torreón a la misma altura del edificio que posteriormente se alzó hasta 15 metros del piso.
En 1882 sufrió daños por el temblor del 7 de abril. En 1897 su fachada es pintada con estilo almohadillado para los festejos de la inauguración del Ferrocarril México-Cuernavaca que presidió Porfirio Díaz. El 31 de diciembre de 1899 para los festejos del inicio del nuevo siglo se inaugura el reloj del torreón que desapareció en la Revolución. Durante la desocupación de Cuernavaca de 1916 a 1918 es abandonado otra vez, y el general Calles promovió su compostura en 1928.
En 1930 el embajador Morrow pagó, por mediación del platero Guillermo Spratling, a su representado Diego Rivera para que pintara los murales que ahí se encuentran, era gobernador Carlos Lavín Aranda.
En 1946 el gobernador Castillo López mandó demoler y rellenar la parte sur destinada a prisión, y en su lugar hizo construir la Plaza Morelos con la estatua colosal del héroe, diseñadas por Juan Olaguivel.
En 1968 lo desocupa el gobierno del estado y ese año, mediante decreto se destina exclusivamente a museo. En el ‘71 el ayuntamiento lo entrega al INAH incluyendo la Plaza Morelos (plateros) y el Jardín Pacheco frente al edificio. En el ‘74 se inaugura, el Museo Regional Cuauhnáhuac, que no es representativo de las épocas y funciones que este icónico edificio civil -el más antiguo de la América Continental- ha tenido como esencialmente debiera ser. En 2017 sufre severos daños por el terremoto, su restauración está detenida por falta de recursos.  
P.D. Hasta el otro sábado

“Historias y Relatos”
Carlos Lavín Figueroa
carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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