Hace muchísimos años, un perro y un gallo se pusieron de acuerdo para abandonar el triste lugar en el que vivían y viajar por todos los rincones del mundo.

Cansados de caminar llegaron a un gran árbol, en el cual el gallo se encaramó a lo más alto para dormir más tranquilo y el perro se quedó recostado a los pies de tan magnífico tronco. Al otro día, como hacen todos los gallos, al ver la salida del Sol, nuestro gallo se puso a cantar enérgicamente para anunciar la llegada de un nuevo día. Una zorra escuchó su canto y en un abrir y cerrar de ojos se plantó a los mismos pies del árbol.

Cuando vio al gallo encima, le gritó desde abajo que deseaba poder verle más de cerca y besar la cabeza del intérprete de tan encantadora melodía. Pero en vez de bajar, el gallo le pidió que le hiciera antes el favor de despertar al portero que había debajo del árbol. Antes de que la zorra pudiera decir nada, el perro se lanzó sobre ella y no le dejó nada más que el rabo.

¿Cuál es la moraleja de la historia?

 

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