MISIONEROS LLEGADOS A JAPON: De acuerdo a datos proporcionados por José María Marroqui y Agnieska Dilawerska, los 26 misioneros cristianos aprehendidos en Japón fueron 17 frailes franciscanos japoneses de la Tercera Orden, 6 frailes franciscanos provenientes de Manila y de Nueva España, entre los que se contaba Felipe de Jesús y Pedro Bautista, originario de Ávila, España, y tres frailes jesuitas Paulo Michi, Juan de Goto y Diego Quizai.

MARTIRIO Y CRUCIFICCIÓN: Lauro López Beltrán narra el derrotero de los frailes hasta llegar al sitio de su sacrificio. “El día 3 de enero de 1597 Felipe de Jesús y sus compañeros de infortunio fueron sacados de la cárcel de Kioto, y calles adelante los formaron para cortarles a cada uno el lóbulo de una oreja. Así mutilados, los hicieron montar en carretas jaladas por bueyes, en grupos de tres, y los exhibieron por la ciudad. Los días 4 y 5 fueron llevados a caballo por Osaka y Sakai; el día 9 volvieron a Osaka y el 10 emprendieron la marcha a Nagasaki. Numerosos soldados los escoltaban. El día 4 de febrero, por la tarde, los mártires embarcaron en Sonogui y cruzaron la bahía hasta Tokitsu, a donde llegaron a las 11 de la noche. Pasaron la noche en las barcas; al amanecer del día 5 desembarcaron y continuaron el camino a Nagasaki. Se detuvieron un rato en la aldea de Urakami y acompañados por numerosos cristianos japoneses y por los mercaderes portugueses, llegaron a la colina llamada Tateyama, la que se llamaría después Colina de los Mártires. Las cruces fueron colocadas en hilera mirando hacia la ciudad. Felipe ocupaba el centro de la fila. Los mártires fueron atravesados cada uno con dos lanzas de un costado a otro. La hora de la crucifcción fue al medio día del 5 de febrero de 1597”. Cuenta la leyenda que justo este día, en la ciudad de México reverdeció la higuera seca en la casa de Felipe, ante el asombro de su madre y de la esclava negra.

Roberto Abe Camil refiere: “En este vía crucis Felipe con entereza dio muestras de valor y enorme sacrificio, y cuando fue llevado a la loma en medio de torturas y vejaciones, finalmente murió en la cruz. Felipe dejó de existir invocando a Cristo, fue atravesado por dos lanzas. 30 años después fue declarado patrón de la muy noble insigne, muy leal e imperial ciudad de México. Las lanzas atravesadas con el tiempo se convirtieron en atributos de Felipe en la iconografía de los santos.”.

BEATIFICACIÓN: José Ma. Marroqui refiere: “Fueron declarados bienaventurados los mártires de Nagasaki, Felipe de Jesús y sus 25 compañeros el día 14 de septiembre de 1627, por su santidad el Papa Urbano VIII; la bula de beatificación comprendió a los 23 franciscanos y a los 3 jesuitas”.

SANTO PATRONO: José Ma. Marroqui refiere: “A más aspiraron los católicos mexicanos. En cabildo del 12 de enero de 1629 acordó el ayuntamiento de la capital de la Nueva España, nombrar al beato Felipe patrón de la ciudad de México y general de la Nueva España. En el mismo cabildo se acordó también hacerle una función solemne cada año en el convento de San Francisco, el domingo infraoctava del 5 de febrero; y que ese año, por ser el primero, se celebrase al beato Felipe en su día, publicando solemnemente la bula de beatificación y trayendo su imagen en procesión del convento de San Francisco a Catedral. Concluida la misa se ordenó la procesión, que presidió el virrey, Marqués de Cerralvo; asistieron los tribunales y las corporaciones civiles y eclesiásticas. Hubo una circunstancia que aumentó en el pueblo el interés de esta fiesta y contribuyó a darle mayor solemnidad. Dios había conservado hasta entonces la vida de la señora doña Antonia Martínez, dichosa madre del bienaventurado Felipe, y estuvo presente toda ella derramando abundantes lágrimas de ternura y devoción. Durante la misa estuvo en el presbiterio; y en la procesión salió al lado derecho del virrey. La imagen de Felipe de Jesús iba en hombros de frailes franciscanos, llevada sobre andas de plata, costeadas por el gremio de plateros. Todas las casas de las calles aledañas al convento de San Francisco y siguientes hasta Catedral, estaban ricamente adornadas con preciosos damascos y profusión de plata labrada. En esta fiesta de regocijo, particulares y corporaciones se esmeraron en adornar sus casas, hubo fuegos artificiales, magníficos altares públicos y encamisadas (mojigangas) alegóricas. Siguieron funciones en el convento de San Francisco, desempeñadas por las comunidades religiosas. Por acuerdo de ambos cabildos, secular y eclesiástico, se decretó que el 5 de febrero fuese perpetuamente de guarda política, o afectuosa, para sólo la capital, y que su festividad fuese nacional. Y así comenzó a celebrarse desde el año 1629. A la fiesta de la Catedral asistían las dos comunidades de San Francisco y San Diego, que reunidas traían al beato Felipe la víspera en procesión a la Catedral. Acompañaban la procesión los plateros con hachas de cuatro pabilos, y desde la puerta de la Catedral los canónigos tomaban las andas llevando al beato Felipe hasta su sitial. En la procesión que precedía a la misa, los coristas llevaban las andas. Los religiosos dieguinos hacían por separado el domingo infraoctava del beato una función de iglesia por la mañana con procesión por la tarde. La señora doña Antonia Martínez no sobrevivió mucho tiempo a las fiestas de la beatificación de su hijo; se dice que la fuerte conmoción de placer que le produjeron en su avanzada edad, abrevió sus días, por lo cual enfermó, y el 29 del mismo mes murió. Fue sepultada en el convento de San Francisco y honraron sus funerales los dos cabildos, el de la ciudad y el de la Catedral. Dos días antes de su muerte hizo su testamento, y en una de sus cláusulas dijo: -Declaro que fui casada, según orden de la Santa Medre Iglesia con el dicho Alonso de las Casas… y durante nuestro matrimonio tuvimos y procreamos 10 hijos legítimos, de legítimo matrimonio, primeramente al glorioso mártir el beato Felipe de Jesús, mártir de Japón, de la orden del seráfico padre San Francisco, criollo de esta ciudad de México, descalzo, cuya festividad se ha estado celebrando en estos días, en esta dicha ciudad de México, y le han nombrado patrón de ella-” (Termina la cita). La señora doña Antonia Martínez debió morir aproximadamente a los 78 años de edad. (Continuará)

Los mártires fueron atravesados cada uno con dos lanzas de un costado a otro.  

Por: Juan José Landa Ávila  /  jjlanda.cronica@gmail.com


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