Nuestra escuela “La Pestalozzi”, como le decimos, era solo para niñas en aquellos años 50 por la que pasamos muchas generaciones de ahora abuelas y bisabuelas; tenemos gratísimos recuerdos de la escuela  y sus maestras, de  la señorita Leonor Espinoza muy querida por todos  que con gran paciencia y mejor carácter por años fue directora del plantel.

 Como no recordar a la maestra Ana Vasco que con mano dura nos enseñaba, la maestra Salustia, la maestra Yáñez, Nica del Valle López de Nava, la maestra Carlota, Teresa Manjarrez, Petra Godínez y tantas otras que seguramente recordarán quienes pasamos por ese querido plantel en los años cincuenta. Impartían sus clases con cariño y dedicación a sus alumnas, y puedo decir que realmente nos educaban bien. La escuela sigue vigente y formando generaciones ahora de niños y niñas, se han formado muchas y cada quien se va quedando con gratos recuerdos y vivencias de los mejores años de la vida, los que nunca se olvidan y que nos dan esa nostalgia que nos sabe a felicidad. 

Cuando todavía caminábamos de nuestras casas a la escuela sin ningún temor, con nuestras hermanas y amigas que encontrábamos en el camino.

A las11:00 A.M. sonaba la campana para el recreo y se escuchaba un solo grito de algarabía porque salíamos al gran patio a reunirnos con grupos de amigas a comer la torta, los antojitos y dulces de todo tipo que se vendían en el patio. Las pepitas y cacahuates, los tacos dorados con salsa verde, las tortas de jamón y queso, ¡como disfrutábamos el recreo!  

Jugábamos matatena, “Amo a to”, a las “estatuas de marfil”, “el avión”, “la roña”, “la lotería”, “el yo-yo Duncan”, “Doña Blanca”, y tantos juegos que eran propios para niñas. Nos divertíamos aprendíamos, teníamos clase de deportes con el maestro Ponce, de música con el maestro Fulgencio, de baile con la maestra Adelita, manualidades con la maestra “Tutis”, las clases eran muy completas, aritmética, gramática, historia, civismo, geografía, todas las maestras bien preparadas siguiendo los programas de la SEP, algunas muy exigentes, pero todas cariñosas y dispuestas.

Los lunes honores a la bandera con cantos e himnos que hasta ahora recuerdo, cuando salíamos de sexto el maestro Fulgencio nos ponía una bonita canción compuesta por el “voy a decir adiós al dulce nido” el vals que practicábamos por meses con la maestra Adelita como el lago de los cisnes de Tchaikovski en los patios de la escuela.

La maestra Adelita también nos daba clases particulares a algunas alumnas en la casa del árbol frente al parque Revolución, de ballet, de flamenco con castañuelas, y baile regional por las tardes. 

Nos emocionaba el reparto de libros de texto gratuito, los desayunos a quienes no lo hacían en su casa, las funciones de cine enfrente a la escuela en la mutualista con películas que apenas si se veían, los festivales de primavera, en que participaban nuestras madres con gran entusiasmo, los bailables con trajes regionales, la ilusión de participar en todo, como en los desfiles del 16 de septiembre, del día de las Naciones Unidas, que mamá nos hacía la bandera que llevaría cada quién, el día del soldado que íbamos al cuartel de Buena Vista a cantar las mañanitas a los soldados en la madrugada con un frio tremendo y vestidas de adelitas o de tetelcingas, les regalábamos jabones, brillantinas, lociones y dulces como agradecimiento a su labor.

 Y  así podría seguir contando tantas anécdotas y vivencias, era un tipo de educación diferente y completa, llena de detalles que definitivamente influyen para toda la vida y forman la personalidad de las niñas que pasan por buenas escuelas, de ahí  han salido  generaciones de ahora importantes mujeres conocidas de nuestra sociedad cuernavacense, con verdaderos valores y  conocimientos que siguieron  estudiando hasta convertirse  algunas en profesionistas, otras en empresarias, en  amas de casa pero todas con esa base moral de la  primera escuela “ LA PESTALOZZI”.

Del cronista
Maru Rojas
opinion@diariodemorelos.com

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