La historia del tenis en México se remonta al año de 1849, cuando un grupo de ingleses llegaron a trabajar en las minas de Pachuca y Real de Minas en el estado de Hidalgo, ellos serían los introductores de ese deporte en nuestro país.

En el estado de Morelos, el tenis nace después de la revolución cuando la ciudad de Cuernavaca comenzó a repoblarse. Es cuando comenzaron a realizarse actividades que no habían sido costumbre antes en la ciudad, por lo que este deporte fue una novedad.

La primera cancha de tenis se construyó en un espacio plano que quedó libre en la terminación de la calle de Leandro Valle esquina con Matamoros. Era un área ideal, ya que contaba con las dimensiones necesarias, plano y de suelo a base de tepetate, por lo que daba a la pelota el bote deseado. Asimismo, se compró la primera red para separar las áreas de los contendientes y se colocaron los dos postes para soporte de la misma. 

Los promotores de la construcción de la cancha, así como los primeros jugadores fueron los señores: Alfonso Navarro Quintero e Ignacio Olivares Sarmina. Don Alfonso provenía de una población industrial controlada por personal alemán, quien lo instruyó en los reglamentos y la forma de jugar este difícil pero interesante juego de caballeros y damas. Ignacio Olivares fue quien lo apoyó y fue su compañero por muchos años, ya que se volvió un entusiasta de este deporte, promoviéndolo en su familia y amigos. Se contó con otro aficionado muy estimado, el ingeniero Siller, de los cuales tengo una foto del año 1921, donde se aprecian las raquetas de madera utilizadas en esa época, muy diferentes a las actuales.

El segundo campo de tenis en Cuernavaca fue construido por la familia española Sánchez Sordo, en donde actualmente se encuentra la escuela Santa Inés, en la calle de Degollado. Ahí había dos canchas bien hechas, y una pista de bolos (Bolerama), deporte típico español (asturiano), similar a lo que ahora son los boliches.  Después de algún tiempo, los dueños recibieron la amenaza oficial de que se expropiaría ese terreno, para que el gobierno continuara con estos fines. Esto provocó en los propietarios el temor de perder su patrimonio, por lo que decidieron venderlo.

Con la finalidad de seguir practicando este deporte, el Ing. Santillán, quien era jefe de la Secretaría de Caminos y Obras Públicas (SCOP) y gran aficionado, intervino con la valiosa colaboración de otros cuernavacenses para obtener el predio que se ubica en el Callejón del Borda, en donde lograron construir dos canchas de buena calidad, baños para hombres y para mujeres, así como una tercera cancha, que finalmente no se logró terminar. Fue en ese lugar en donde prosperó y tuvo un gran auge el tenis de esta ciudad, contando con jugadores de buena calidad. Nombraré algunos que recuerdo: 

El decano y muy querido Ing. Antíoco Cortés, con su hermana Saluquita y su sobrina y sobrino. El ya citado Ing. Santillán con su esposa “La Chata Santillán” y su hijo Paco. Don Ramón Rodríguez y sus hijos Oscar y Ramón, así como sus hijas Carmelita y Lilia. Don Ignacio Oliveros y sus hijos Martha, Ignacio y Mario. Don Paulino Orraca, con sus dos hijos Pepe, Poni y su hija Pilar. “Los Tenorio”; Lic. Elías Tenorio, con sus hijos Guillermo y Jaime. Carlos Tenorio con su hijo Juan Carlos  

La larga lista incluye otros nombres como los de: Juan Sedano, Jorge y Rodolfo Garrigós, Manuel y Rodrigo Lavín, Ramón Pérez Tenorio y el Arq. Elías Pérez Tenorio, Claudio Castillo, Ignacio Vázquez Gómez, Pedro Bonín Arrieta, Manuel de la Fuente, Juan de la Fuente Ortega y el contador Iñesta, catalán muy tolerante con los jóvenes tenistas.

De los entrenadores estuvieron: El famoso “Loco Bernardo”, dicho con cariño, del cual no recuerdo su nombre completo, un gran preparador y jugador de fondo y Benigno, quien fue el adiestrador que más clases dio en las después canchas de ”Leycoat”. 

En ese entonces era muy usual jugar dobles, debido a que se contaba con pocas canchas de juego; desgraciadamente las del Callejón del Borda se cerraron para construir la unidad de salud que existe hasta nuestros días, obligando a los tenistas a trasladarse a otras canchas que empezaban a construirse, tales como las de los Go Karts, en Domingo Diez, o como las de la Villa Internacional de Tenis, que poco a poco fueron llenando las necesidades de este hermoso deporte.

Son recuerdos muy gratos de buenos amigos, algunos de ellos que ya partieron, pero que se les recuerda con cariño.

Del cronista
Mario Oliveros Gómez
opinion@diariodemorelos.com

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