En otras ocasiones le he contado a usted, amable lector, que desde muy pequeño asistía, de la mano de mi Padre y de Lalo mi hermano, al estadio de futbol.
En aquellos despreocupados días todavía no existía el estadio Azteca, por lo que, la mayoría de los encuentros se jugaban en el bello inmueble de Ciudad Universitaria.
Al terminar el campeonato regular, todavía en el formato de torneos largos, se organizaban unos eventos llamados “Pentagonales” o bien “Hexagonales”, dependiendo del número de cuadros participantes.
Generalmente, eran mitad equipos nacionales y los demás, escuadras extranjeras de renombre.
De esa manera, el público mexicano y un servidor, pudimos presenciar, en vivo y a todo color, partidos que involucraban a, por ejemplo, el Botafogo, Vasco de Gama y Santos de Brasil, con Pelé incluido.
Del Viejo Mundo nos visitaron el Ferencvaros de Hungría, el Uda Dukla de la entonces Checoeslovaquia, el Milán, el West Ham inglés, en fin, algunos otros que escapan a mi traidora memoria.
El caso es que un domingo, al salir del túnel que conducía al graderío, fui deslumbrado por un hermoso uniforme rojiblanco.
¿Quiénes son esos?, inquirí a mi progenitor. “El Atlético de Madrid”, contestó mi viejo. “Pues yo le voy a esos”, dije totalmente convencido.
Desde entonces me convertí en “Colchonero” y me han dado ocasiones para gozar y sufrir.
Hace años asistí al viejo estadio “Vicente Calderón” a orillas del río Manzanares. Hará un par de años, conocí el “Wanda Metropolitano”, una belleza y en otra ocasión, fui invitado a Lisboa, para presenciar la Gran Final de la Champions, en la que el “Aleti” enfrentaría al acérrimo rival, el Real Madrid.
Los dirigidos por el “Cholo” Simeone, se quedaron a segundos de la gloria, cuando un mortífero cabezazo de Sergio Ramos, justo al minuto 93, mandó el juego al tiempo extra.
Ahí, un equipo derruido física y anímicamente, sucumbió ante la evidente superioridad merengue.
Traigo esto a cuenta ahora que mi equipo a quedado fuera del Mundial de Clubes. Tras una estrepitosa derrota ante el París Saint Germain, llegaron a la última fecha de grupo con la obligación de vencer al Botafogo, por lo menos, por dos goles de diferencia.
En un partido bravo, (todos los del Atlético lo son), lograron la victoria, pero no alcanzó.
El arbitraje del mexicano César Ramos Palazuelos fue eficaz e íntegro, demostrando que pasa por un espléndido momento de madurez.
Cuando fui a ver al nuevo estadio colchonero, lo hice acompañado de mi esposa. Quedó prendada del ambiente festivo, de la fidelidad de los aficionados y de la seguridad que se respiraba en el Metro, el trayecto a pie y en el interior del inmueble.
Al día siguiente, paseando por la Gran Vía, yo portaba con orgullo una playera rojiblanca. De pronto, pasó a mi lado un “tío”, como dicen allá y me dijo a grito pelado: “¡Ser hincha del Aleti es más que una afición, es… un estilo de vida!”