Cuando estábamos en la Universidad, concretamente en la Facultad de Derecho, frecuentemente iba a la casa un cuate deshinibido, lenguaraz, platicador e igualado quien siempre se la pasaba contando historias, nunca supimos hasta qué grado ciertas, donde siempre resultaba el ganón.

Además, cada una de ellas tenía un toque de mala fe, gandallez o de plano poca madre.

Mi Padre, con la sabiduría que sólo dan los años, me dijo alguna vez: “aguas con este cabrón, no me da buena espina”.

En una tertuliana sobremesa de esas que sólo tenían lugar en la casa paterna, el sujeto de la historia largó una de sus típicas aventuras en la que, sólo por variar, se había chingado a alguien.

Al terminar, Don Arturo le dijo: “mira, un consejo no pedido equivale a una mentada de madre, pero te voy a dar mi opinión. Deja ya de platicar tus tropelías porque el día que tengas un Despacho o trabajes en algún lugar, no va a haber quién en ti confíe”.

Luego le perdí la pista y ojalá, por su bien, haya hecho caso de lo dicho por El Jefe.

Esto viene a cuento luego de la campaña que se ha desatado en una buena parte del periodismo nacional, para decir que el arbitraje está diseñado para proteger los intereses del América.

Esto viene de muchos años, cuando algún talentoso comunicador se hizo famoso por golpear a la empresa propietaria, Televisa y al popular club de Coapa.

El hombre hizo escuela, de modo que muchos de sus alumnos continuaron con la cantaleta, sólo que sin aportar jamás otra prueba que sus dichos.

Lo que prende los focos de alarma es que hoy, mujeres y hombres avezados en la profesión, con muchos años de ver futbol, curtidos pues, se dejen ir como hilo de media pregonando esta insensatez.

Volviendo al ejemplo de mi compañero escolar: el día que se logre convencer al gran público de que esto está sucio, arreglado o amañado, quiero ver quién es el descerebrado que va a comprar un boleto para ir al estadio o prenderá un televisor.

También me extraña que los dueños del negocio no hayan levantado la voz ante este atentado a la Industria.

El penal sancionado contra Cruz Azul en la Gran Final es una decisión brava, pero correcta.

Carlos Rotondi pierde el balón pegado a la banda, va en busca de su adversario y se barre de manera imprudente, derribándolo.

La definición de zancadilla es interponer el pie o la pierna entre el balón y el adversario con el propósito de hacerlo caer, convirtiéndose en un obstáculo.

Eso exactamente fue lo que vio y marcó el “Gato” Fernando Ortiz. El VAR lo llamó para revisión en cancha y ratificó su apreciación con los elementos aquí expuestos.

Indudablemente Cruz Azul generó el futbol y las llegadas que le pudieron dar el título. Luis Malagón se erigió en figura y vino esa acción en la que el juez, con total valentía, sanciona el penal.

Henry Martin lo cobró con autoridad y América llevó el trofeo a sus vitrinas.

Lo demás es carnita para los que se la viven de…patear el pesebre.

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