Los detalles han sido devorados por la amnesia de los tiempos, sin embargo y a riesgo de cometer algunas inexactitudes me atrevo a contar esta historia: Una noche de 1975 me pegué como lapa al licenciado José Cepeda, a quien había tratado desde mediados de los sesenta cuando él era el director del desaparecido “Diario de Morelos”, en la esquina del boulevard Juárez y Las Casas. (Cito otro periódico del cual fui linotipista, no este que el lector tiene en sus manos). Estaba muy joven, con hambre “de ser periodista”, y en ese momento listo para cenar algo sabroso. Fuimos “hasta” Acatlipa, al restaurante llamado, si mal no recuerdo, El Paraíso, propiedad del señor Cruz, quien, si la memoria no me falla, era pariente de César Cruz, el mismo que 19 años más tarde sería el alcalde de Temixco. Se trataba de acercarnos a la colonia Rubén Jaramillo, a la que la gente también llamaba Villa de las Flores. Cepeda tenía el “tip” de que algo muy importante iba a suceder esa noche, pero, escueto el dato, no sabía exactamente qué ni a qué hora, de modo que hicimos guardia esperando que en cualquier momento apareciera una nube de soldados e irrumpiera en la colonia Rubén Jaramillo para una de dos: realizar un desalojo masivo o detener al “Güero” Medrano, el líder de esta colonia que había nacido pocos años antes por medio de una gran invasión. Esperamos unas cuatro horas, pero no pasó nada…

Lo siguiente ofrece detalles precisos: La colonia Rubén Jaramillo (Villa de las Flores) y otras fueron fundadas por familias pobres de Morelos y migrantes provenientes de Guerrero y del estado de México, mediante invasiones que en aquella época abundaron en Cuernavaca y en sus municipios conurbados. Acaudillados por Florencio Medrano Mederos, “El Güero”, en 1973 invadieron las colinas de los terrenos que estaban proyectados para el fraccionamiento de lujo Villa de las Flores, propiedad de uno de los hijos del entonces gobernador Felipe Rivera Crespo. Verdad o mentira, se decía que “El Güero” era gente del guerrillero Lucio Cabañas, pero como quiera que haya sido, el hecho fue que una madrugada de 15 de septiembre Florencio se escapó del Ejército y fue buscado infructuosamente en el laberinto de casas de cartón. Seis años después, Florencio sería abatido en la zona chinanteca de Oaxaca...

Las invasiones estaban “de moda”. En 1977 el periodista Cristóbal Rojas Romero, director del semanario “Presente!”, me habló en privado de la colonia Antonio Barona y de los hermanos Salvador y Enedino Montiel. Confió al columnista: “Fuimos a ver a Lázaro Cárdenas y nos dijo: invadan”. Contó que fueron a ver al general Lázaro Cárdenas, y le explicaron que, mientras muchas familias no tenían casa y pagaban renta en vecindades o vivían “arrimados” con familiares, en tierras comunales de Ahuatepec se proyectaba un fraccionamiento residencial de lujo, con banquetas y glorietas que ya estaban construidas para animar a los compradores. El frustrado fraccionamiento para familias adineradas se llamaría “El Ensueño”, y para la década de los setenta todavía se hablaba del apoyo tras bambalinas del divisionario de Jiquilpan cuando pronunció la palabra “invadan” que causó la creación de la colonia Antonio Barona. Las historias de los caminos inexorables de las colonias Antonio Barona y Rubén Jaramillo vinieron a cuento en la primavera de 2024, cuando Pedro “El Güero” Medrano, fundador de la Barona, se unió al equipo de la frustrada candidata a gobernadora Lucy Meza… (Me leen mañana).

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