Construido durante la gestión 1970-76 del ingeniero Luis Enrique Bracamontes Gálvez (Tapalpa, Jalisco; 22 de junio de 1923-Ciudad de México, 15 de enero de 2003), y conocido entonces como Boulevard a Cuautla, en julio de 2020 por acuerdo del cabildo de Cuernavaca se le puso el nombre de Boulevard Doctor Lauro Ortega Martínez al tramo del Paseo Cuaunáhuac de la jurisdicción de Cuernavaca. Sucedió hace 14 años, dependió de los cabildos Jiutepec y Yautepec que el cambio de nombre fuera extendido hasta la entrada poniente del Cañón de Lobos, pero esto no sucedió. Aunque merecido, el homenaje a Lauro Ortega quedó en suspenso.
Considerado junto con Emilio Rivapalacio Morales como uno de los dos mejores gobernadores que ha tenido Morelos, don Lauro Ortega remodeló la vialidad que injustamente no lleva su nombre. Para la realización de obras dividió el estado en regiones y nombró coordinadores de obras, uno de ellos, el empresario Adolfo Deguer Kado (fallecería el 11 de setiembre de 201) para que se hiciera cargo de los trabajos del finalmente llamado Paseo Cuaunháhuac. Las obras de encarpetamiento, ampliación de banquetas, instalación de alumbrado público, construcción y forestación del camellón y otras duraron varios meses, extendidas hasta la orilla poniente de Cuautla con dos carriles en cada sentido.
Complicado el tramo del Cañón de Lobos, algunos colaboradores del doctor Ortega propusieron ampliar a cuatro carriles la vieja carretera que era de dos. Para hacerlo, debería ser dinamitado el cerro, con el consiguiente aumento del costo de la obra y los daños ecológicos. Sin embargo, audaz e imaginativo, el gobernador – en el trienio anterior había sido diputado federal y años antes presidente del comité ejecutivo nacional del PRI– no le dio muchas vueltas al asunto. Decidió simplemente: vamos a hacer los carriles de ida a Cuautla en el lecho del cañón. “Pero se va a inundar en tiempos de lluvias”, opinó uno de los funcionarios que lo acompañaban en el recorrido. “No. Ya verá usted que no”, respondió don Lauro, y pocos días después la maquinaria estaba abriendo la parte baja del cañón que, efectivamente, nunca se ha inundado.
Fallecido el 22 de julio de 1999, Ortega reía con la leyenda de que los trabajos de construcción toparon con un tesoro. Fue tan insistente el relato que hasta hoy día hay quienes lo dan por verdadero. Contaban que una pala mecánica extrajo “varias ollas llenas con monedas de oro” y que, enterados algún capataz o ingeniero cuyos nombres nunca se supieron, escondieron las ollas, regresaron de noche para llevárselas, se repartieron el oro y a los pocos días desaparecieron. Algunos rumoraron que se trataba del tesoro que había enterrado la banda de Los Plateados en el Cañón de Lobos. Otra leyenda aseguraba que los albañiles hallaron más de un esqueleto de personas asesinadas en ese o en otros sitios y luego arrojadas al fondo del Cañón de Lobos, o accidentadas en las curvas peligrosas de la parte de arriba que al cabo del tiempo habían cobrado cientos de vidas. Pero de la manera que haya sido, lo único que se supo a ciencia cierta fue la tremenda cantidad de vehículos precipitados al lecho del cañón que por años estuvieron regados en donde luego fueron abiertos los carriles de abajo.
Autor de obras trascendentales como el aeropuerto Mariano Matamoros y el Palacio de la Justicia, y de programa sociales como el del bolillo popular, a Lauro Ortega se debe también la creación del Sistema Morelense de Radio y Televisión. Visionario, con la construcción del Paseo Cuaunáhuac catapultó el desarrollo comercial e inmobiliario de esa zona donde actualmente el metro cuadrado ronda los cinco y los diez mil pesos en las jurisdicciones de Cuernavaca y Jiutepec y unos seis mil en la parte pegada a Yautepec…
ANTES de siquiera pensar en que los ruteros aumenten la tarifa, de 10 a 14 pesos, que al menos remodelen sus carcachas. Cambiarles asientos, pintarlas, desinfectarlas, enllantarlas, ajustar motores y poner al cien los frenos y la suspensión… (Me leen mañana).
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