El 28 de este mes, martes, se cumplirán ciento doce años de la promulgación del Plan de Ayala. Si se repite de ocasiones anteriores, habrá conferencias, debates y comentarios que recuerden el singular acontecimiento que dio paso a la “revolución hecha documento y estrategia de lucha”. Referidos en algún “Atril” los testimonios sobre circunstancias, hechos y vivencias en torno al Plan, en un intento de mirar “hacia dentro” del documento y su contenido humano, hoy iremos un poco más lejos en la historia personal y el trágico final de uno de los redactores del documento centenario. Se trata de abordar aspectos casi desconocidos de la Revolución que hoy es Historia, e historias personales de protagonistas de aquélla.

En el movimiento zapatista no todo se daba como “miel sobre hojuelas”. Muchas veces no hubo ni siquiera orden y disciplina. La revolución agrarista no se dio sólo para cambiar el régimen de haciendas al comunal o ejidal, sino también para acometer “ajustes de cuentas” entre facciones y, por supuesto, dirimir venganzas y rencillas personales.

¿Víctima de la “grilla”? Las revoluciones no son sólo para subvertir el consabido triángulo “economía-política-sociedad”. También se hacen por la necesidad urgente de los oprimidos, de sacudirse el yugo de costumbres ajenas a su ideosincracia y tradiciones. Involucra entonces ideologías y pasiones, muchas veces malsanas, dicho esto no en el sentido moralista de la palabra, sino como la simple manifestación de la naturaleza humana que se desborda en las revoluciones, como la de principios del siglo pasado en nuestra entidad.

Ejemplos hay a pasto, pero hoy vamos a citar uno relacionado directamente con el Plan de Ayala.

Entre las fallas más trágicas y de graves consecuencias para la cohesión del Ejército del Sur, estuvo el fusilamiento, como sentencia de un Consejo de Guerra, del primer ideólogo del movimiento zapatista, Otilio Edmundo Montaño, el 10 de mayo de 1917 en Tlaltizapán.

Sobre el controvertido juicio y posterior sentencia avalada por el general Zapata, el combatiente del Ejército del Sur, Juan Salazar Pérez, originario de Yautepec, escribió la memoria de los acontecimientos que culminaron con la muerte del maestro de la Villa de Ayala.

La conclusión del autor es que el resultado de tal enjuiciamiento se debió a la rivalidad existente entre el redactor del Plan y Antonio Díaz Soto y Gama, el aguascalentense habilitado como el principal redactor de los Manifiestos de Zapata, apoyado por Manuel Palafox, un poblano de oscuro origen tan bueno para la contabilidad y organización, como para la intriga y la después llamada “grilla”.

El tal Palafox fue apodado por sus correligionarios del Estado Mayor de Zapata y de la tropa como “El Ave Negra” y “La gangrena del Sur”, debido a su habilidad para la intriga y el golpe trapero a sus enemigos dentro del mismo Ejército Libertador del Sur.

En el trabajo titulado “General Otilio Montaño”, Juan Salazar Pérez incluyó un reportaje publicado por Excélsior el 21 de enero de 1919, casi dos años después del fusilamiento, en el que describió el acontecimiento que sintetizamos aquí:

“Desde hace varios años han venido sufriendo hondas disidencias los directores del zapatismo, que han dado como resultado reyertas entre sí. El monstruo del Sur se ha destruido a sí mismo. Eufemio Zapata murió en una riña con el general Sidronio Camacho, en las calles de Cuautla, así como también han desaparecido otras cabezas de ese movimiento, que por tantos años se han agitado en los estados del Sur… Pero el caso de Otilio Montaño es distinto, su fusilamiento fue precedido de todos los formulismos y hasta sus propios enemigos más encarnizados le concedieron los honores que él merecía como autor del Plan de Ayala”…

El excombatiente zapatista Juan Salazar explicó que, convencido por sus asesores de la traición de Montaño, Emiliano Zapata creó el Consejo de Guerra, compuesto por Manuel Palafox, M. Y. Gutiérrez, J.V. Blanco, Serafín Robles y Antonio Díaz Soto y Gama, quienes encontraron culpable a Montaño y dispusieron su fusilamiento el 18 de mayo de 1917. A estas alturas, haría falta investigar a fondo los causales del juicio y procedimiento de sentencia. Hay “gato encerrado” y la memoria de Otilio Montaño todavía demanda la reparación al daño infligido… (Me leen mañana).

Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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