(Del libro Cuestiones Electorales, de Manuel Calero)

Un poco de historia para dejar de torturarnos con los problemas diarios de inseguridad. Por lo que les comento que dice Guizot que los partidos políticos son los elementos necesarios del gobierno libre.
En 1876 quedaron solos en la escena pública los lerdistas y los porfiristas; y en una elección amañada, aparentemente ganó Lerdo, quien fue borrado de la nación después de Tuxtepec, quedando el Partido Liberal en manos sólo del General Porfirio Díaz.
Hace el autor un panegírico del General Díaz, donde señala que todo político se opaca ante su figura y llama a que el Partido Liberal se convierta en el liberalismo, dando razones específicas y, sobre todo, mostrando su oposición a que se regrese el Partido Conservador, y a que la Iglesia recupere la posición que antes tenía. Defiende que a partir del liberalismo se puede concebir a los partidos políticos, ya que éstos son necesarios e indispensables en las naciones democráticas, y señala cómo el único medio para hacer efectivo el gobierno libre es el de la acción de los partidos organizados, ejercitados y disciplinados, lo señala en una cita de Elihu Root, que define a los partidos políticos como las asociaciones continuadas y voluntarias que tienen por objeto asegurar la adopción de determinada política, respecto de la cual todos sus miembros se ponen de acuerdo, así como logran la elección de candidatos que representan dicha política.
Llama el autor a confiar en los pueblos libres y dice: “Confiemos, ante todo, en la virilidad de nuestra raza, cuyas energías quedaron aquilatadas en la lucha formidable de hombres y principios, que se inició con la Revolución de Ayutla y concluyó con el triunfo definitivo de la República. Después de treinta años de paz y desarrollo económico durante los cuales hemos recibido (…) la primera de las lecciones de civilización, la de obediencia; tenemos derecho a esperar que nuestras energías turbulentas y guerreras, se habrán trasformado en energías pacíficas, orientadas hacia el orden y la libertad”. Como podemos ver, los lambiscones no son nuevos, son de siempre en nuestra historia.
Este párrafo nos da idea del pensamiento en ese momento político del país donde se tiene a Díaz como el gran estadista, pero se inicia el pensamiento de sucesión debido a su edad.
Señala y culpa a la débil educación política de los mexicanos, por lo que la vida de los primeros partidos fue efímera y el pueblo los destruyó, poniéndoles jacobinos y científicos. Y culpa a nuestro espíritu ladino, casi hiperestenciado de nuestros derechos, combinado con una gran indiferencia respecto de nuestros deberes, según una atinada reciente observación del Presidente de la República, dígase ciertamente don Porfirio. Y señala que a ellos les toca en medio de la paz hacer efectiva la libertad política.
Nos muestra que fue en 1860, cuando se decide que en las elecciones de funcionarios federales sólo votan aquellos que sabían leer y escribir, y es en 1908 cuando ya se habla de buscar una elección directa y ésta no se da de manera inmediata, sino que se busca que se haga por etapas, pero el constituyente discutió acaloradamente el porqué era democrática una elección abierta, ya que los colegios electorales tenían una participación muy pequeña de ciudadanos y a nadie le gusta elegir a quien votará por él.
La discusión en la Cámara de Diputados se centró en que el elector no debería de votar por un elector que no sabe por quién votara, del otro lado la discusión se da porque deben de votar sólo los cultos, sabios y personas con conocimiento, no todos los ciudadanos (Diario de debates Cámara de Diputados tomo dos pág. 772).
Para más adelante comentaremos sobre el sistema electoral indirecto, haciendo un comparativo con el de los Estados Unidos argumentando que es impracticable y que pone en peligro la estabilidad de las instituciones públicas.
Bryce señala que en los EUA la Constitución dispone que en cada estado se escoja un número de electores presidenciales igual al número de representantes en ambas cámaras, y son éstos los que, después de reunirse, dan sus votos por escrito para Presidente y Vicepresidente; los votos se envían al Senado quien públicamente abre los sobres y hace el computo frente a los miembros de ambas cámaras. Así, al elegir a los representantes, el pueblo elige al gobernante. Haciendo en adelante un recuento de las elecciones de la nación norteamericana.
Adelante se condena la elección directa, pero se determina que sólo puede haber elecciones cuando se aplica el sistema directo.
Aquí una pequeña parte de nuestra historia electoral, que empezaba después de los treinta años del porfiriato a querer democratizarse, como siempre a la manera de los diputados en el poder; como podemos ver, no hay nada nuevo. ¿No cree usted?

Teodoro Lavín León
lavinleon@gmail.com / Twitter: @teolavin

 

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