Te lo advertí, t e dí muchas oportunidades de largarte y seguir con tus ondas de escritorcillo en otro lado pero te valió, decidiste quedarte y hacerte el caballero para quedar bien con puros tontos. Ya sabías que conmigo no se juega y aún así te metiste con mi mujer... ya lo sabías, pinche poeta.

- No, Ismael, no, no, yo no sabía de tu relación con Rosana, ella no me lo dijo, pero ni hablar ahora ya lo sé y te voy a hacer caso, dame chance y me voy del barrio hoy mismo, te lo prometo.

-Nada de que te vas. ¿Crees que voy a dejar que andes por ahí contándole a la gente que me viste la cara? Yo no soy como tú, yo sí los tengo buen puestos y te voy a cobrar cada vez que te metiste con ella. No sé que te vio Ross pero a ella también le va a tocar, te lo aseguro.

- En serio, Ismael, yo no sabía nada...

- ¿Cómo no vas a saber si hasta juegas con nuestro hijo?.. Ah, pero si me sales con que no sabías que el chamaco es mi hijo te voy a tirar los dientes.

- No, tampoco sabía que eres el papá de Mauro, en serio.

- Te lo advertí...

- ¡Aaaaggggg!...

- Trágate tu sangre y vete haciendo a la idea de que vas a probar mucho de esto y apenas inicia… va para largo.

- Aaaaay, no, no por favor.

-Ahora sí por favor, pero qué tal te hiciste el loco cuando te advertí la primera vez y todas las otras veces que le bajaras con la Ross... escupe para allá tus porquerías que me salpicas... ¡jajajá, ahí van dos dientes! A ver si te quedan ganas de sonreír, poetita chimuelo.

- Pffff, pfffff, ya entendí, Ismael, ya entendí, déjame ir por favor.

- Jajajá, qué poco aguantas, mi poeta. ¿Dónde se fue la elegancia con que siempre hablas y con la que te gusta hacer menos a la gente? ¿Cómo se llama el librito ese de poemas que publicaste?... Ah, ya me acordé: Escándalo del Corazón.

- Bullicio del corazón…

- ¡No me corrijas! De veras que qué cursilería de nombre y de libro... me molesta ver tu nombre todo pretencioso con letras rojas y grandotas como si fueras la gran cosa. Mírame, yo tan sencillo y acá te tengo, chimuelo y chillando, sin esos aires de señor intelectual. Tu nombre ya es un batidillo de baba y sangre que se va a ir a la fregada hoy junto con lo quede de ti.

- Por favor, Ismael, ahí muere… te lo suplico, no es lo que te imaginas.

- No, ni madres, esto acaba cuando yo diga, que será cuando tú te mueras. Ahorita te voy a conectar a la luz para que te ilumines... vas a sentir una cosa bien bonita en tus entrañas, vas a echar chispitas como bengalas de navidad. Ojalá no se me pase la mano porque te van a quedar estrellados y ya no te van a servir... ¡ahí te va!

- ¡Aaaaagggggg!...

- ¡Eso! ¡Hasta se te pararon los pelos, pinche Juan!.. ¡va de nuevo, aguante como machito!...

- ¡Aaaaaagggggggg!... - ¡No te vayas a desmayar, no aguantas nada! Jajajá, qué humo echas, mi Juancho. Han de ser los humos de grandeza que te dabas cuando andabas ahí de noviecito haciendo que mi mujer me pusiera los cuernos. Hasta eso me tienes que agradecer, te estoy quitando los humos para que seas más humilde y ya no veas a la gente por encima del hombro...

- Nunca quise hacerte menos...

- ¡A mí nadie me hace menos! Yo soy mucho más que tú, soy un hombre con poder, tengo un madral de dinero y manejo un guato de gente más fregona que tú; ah, pero aunque soy justo también soy implacable con los que se pasan de listos.

- Tienes razón, me equivoqué, y si eres justo déjame ir y ya no nunca me verás.

- ¡Nel, tú de acá ya no sales!

- Por favor, Ismael, piensa en el dolor de mis papás y mi familia, tú los conoces y sabes que ellos no tienen la culpa de nada.

- ¡Cállate! Acá mando yo y lo que sientan tus papás me viene valiendo. ¿A poco yo ando de embarrando a los míos?.. ¿Sabes qué?, ya me cansaste con tus lloriqueos, así que la fiesta va a terminar pronto. Tenía pensado estrenar contigo unos juguetitos de acero que me regaló el compadre Joel, ya sabes que ese es poli y sabe cómo sacarle las cosquillas a un muerto, pero mejor los guardo para alguien más bragado. Tú eres un llorón y me das hueva. No sé qué te vio la Ross.

- ¿Me vas a dejar ir?

- Jajajajá, no me hagas reír. Qué bueno que eres poeta porque razonando te mueres de hambre... bueno, también como poeta te vas a morir. Tengo para ti tres balas que te voy a repartir, en la cabeza, corazón y miembro. Después te voy a dar unas patadas para sudar un poco y ya sería todo. Acá que te vengan a recoger tus papis. Ándale, échate un poema en lo que hago mi chamba. Adiós.

[Al momento que suenan tres detonaciones cae el telón].

Armando y Aristeo se observan unos segundos desde la posición marcada en el final de la escena. Armando -Ismael en la obra-, está de pie; Aristeo, que caracteriza al poeta Juan Martín, yace en el piso de duela del escenario.

Armando se agacha para estar al nivel de Aristeo y lo estruja en un abrazo; le da la mano para ayudarlo a levantarse y le sonríe con ternura. Aristeo le toma la mano y se la lleva a los labios.

Aristeo: -¡Bravo, cariño, bravo, estás haciéndolo increíble!... el público te va a odiar pero van a aplaudir de pie, vas a ver. No sabes cuánto celebro que te hayas animado a hacer conmigo este acto.

Armando: -Gracias, Aris, muchas gracias, pero definitivamente esto no pude haberlo hecho sin ti. Tanto me motivas a explorar el personaje que por momentos siento mucha rabia contra Ismael y contra mí mismo por percibir en las tripas ese instinto del verdugo que disfruta lastimando a un ser humano. Te veo ahí tirado y se me estruja el alma de pensar en que alguien te pudiera lastimar de esa manera tan cobarde... a ti que eres lo que más quiero.

Aristeo: - Me pasa un poco lo mismo y me confundo por no saber cómo reaccionar, por eso te agradezco tanto que participes conmigo en esta puesta, que me guíes, me ayudes a encontrar el tono y, sobre todo, que me hagas ver cómo tu pasión se expande y llena el espacio. Es inspirador y súmamente excitante verte actuar, cariño.

Mira que la escena nos ha costado mucho, pero creo que ahora sí ya está lista.

Armando: -Qué hermosos conceptos, Aris. Me conmueves mucho y me haces sentir importante, como si fuera un actor consagrado y no el joven viejo valor que no ha logrado trascender y al que la crítica despedaza cada que puede. Se nota que me quieres.

Aristeo:- Te adoro, matón, eso lo sabes, pero sobre todo te admiro y eso hace que mi amor por ti sea algo grande. Pasará la pasión y la juventud, el teatro, la familia y los amigos, incluso nuestra relación, pero la admiración que siento por ti crecerá más, cariño, porque tú te haces gigante ante mis ojos cada día.

Armando:- Eres un poeta, querido, por eso te queda tan bien el papel de Juan Martín... gracias por hacerlo conmigo y perdón por las licencias en el parlamento, pero se me salen las guarradas, ya me conoces.

Aristeo:- Jajajá, sí... aunque te salió del alma, cariño.

Armando: -Ya ves cómo es esto, eso de imaginar el odio te da márgenes de acción...

Aristeo: -Yo no lo puedo experimentar así de intenso, pero sé que si el amor sublima, con el odio ocurrirá algo similar.

Armando: -Por eso te abrazo cada que puedo, poeta, para imaginar que somos uno y enmedio de nosotros nunca pasará la tortura del olvido ni la mala sangre del odio. ¡Te quiero mucho, Aris!

Aristeo: -Tu odio me gusta más, matón.

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