El contador de historias

Escuche noble auditorio
la confesión en mi canto
perdonen si acaso el llanto
se incluye en mi repertorio;
en mi laud hay emporios
que construyeron los bardos,
sueños de rosas y cardos
y el mito del caballero,
yo soy pupilo de Homero
y el bien amado Goliardo.

Fui preso del Nigromante
en las mazmorras de odio
y presencie el episodio
de su traición aberrante;
el rey de noble talante
me rescató de penar,
mi gratitud fue cantar
y ese es mi hermoso papel...
yo soy Caruggio Laurel
el más humilde juglar.

Yo sé de todo y de nada
sólo abro mi corazón
comparto cada canción
con mi pasión desbordada;
no soy un héroe de Ilíada
mas la injusticia me afrenta
en mi blasón se detenta
ser un contador de historias,
no soy quien hace la gloria
pero sí quien se las cuenta.

He cantado a la nobleza
de ruinas y monumentos,
la confesión de los vientos,
la rosa que los apresa;
la virtud y la belleza
de las damas del imperio,
libertad y cautiverio
condena y epifanía,
he visto nacer el días
in descifrar su misterio.

He imaginado los mundos
que nos legaron sus hitos,
la Atlántida y otros mitos
que habitan el inframundo;
la pena del moribundo
la sorna del mercenario
el valor extraordinario
del héroe de buena cuna,
el vaivén de la fortuna,
la fantasía del bestiario.

Sé de las grandes conquistas
que logran los caballeros,
la hazaña de aventureros
en las rutas de amatista;
en el poder alquimista
vi la lujuria y pecado,
instinto de ser malvado
que busca violar le ley....
he visto llorar al Rey
y yo también he llorado.

Tragedias, sueños y dramas
la dan sustancia a mi canto
soy hijo del esperanto
y lo que el verbo proclama;
no me interesa la fama
sólo saberme expresar
aquí les vengo a cantar
historias de ajenjo y miel...
¡yo soy Caruggio Laurel
el más humilde juglar!

Canto de la reina

Que reverencie el imperio
la voluntad de la noche
y su precioso derroche
que nos comparte un misterio;
el sol en su cautiverio
pugnando por florecer
se rinde ante una mujer
de una belleza serena
que con sus ojos ordena
el tiempo de amanecer.

Sale el sol esplendoroso
cumpliendo pacto de honor
dándonos luz y calory la visión de lo hermoso;
ciclo que se hace virtuoso
en pueblos, valles y villas,
obrando esta maravilla
la Reina de hermosa piel
Isolda Mar Isabelde Balmoral y Melilla.

Escuchen nobles aldeanos,
caballeros y pastores
soldados, historiadores
campesinos y gitanos;
el juicio del soberano
de poderosa valía
se inspira en la cercanía
de una veraz consejera,
bella dama y compañera
Reina de sabiduría.

Justicia y benevolencia
son sus magníficos dones
conoce los corazones
con virtud e inteligencia;
mas fue su clarividencia
la que predijo sin falla
la gran traición de un canalla
en el día que se eclipsó
y donde el Rey afrontó
su más famosa batalla.

El pueblo en su fantasía
fabula sus propios actos
y cuentan de un noble pacto
sellado con ambrosía;
regalo que el rey hacía
por amor y gratitud
para premiar la virtud
y su puntual advertencia
la Reina tomó la esencia...
¡un néctar de juventud!

Tu linaje extraordinario
es de glorias literarias
con princesas legendarias
y caballeros templarios;
sangre de indómito fario
te dio una Isolda inmortal
y su fe de hombre cabal
te heredó Natanael
quien dejó su sangre y piel
por hallar el Santo Grial.

Tu visión de gobernante,
con Consejo de mujeres,
reconoce sus poderes
y su palabra garante;
en el deseo tolerante
por equilibrar la historia
hiciste convocatoria
a competencias atléticas
y grandes damas homéricas
consagraron su memoria.

Isolda Mar Isabel
de Balmoral y Melilla
en tu preciosa mejilla
hay floración de clavel;
es tu frente de laurel
sabio signo de lo egregio,
y el poder de un privilegio
son tus dones de justicia..
alma pura que acaricia
las hadas del sortilegio.

¡Oh, Reina benevolente,
que nos regalas el día,
tu belleza es la alegría
del encanto adolescente!
¡Salve, Reina diligente,
proveedora de clemencia
que tu bella descendencia
te construya un universo
y que millones de versos
te recuerden con frecuencia!

¡Oh, Reina clarividente,
que detectas las traiciones
protege los corazones
de tu pueblo y de tu gente
¡Que tu mirada potente
nunca se canse de ver
y nos regale el placer
de ver renacer al sol
con tus ojos de crisol...
¡Haz que vuelva a amanecer!

 

El corazón del tiempo

Un silencio del pasado
con digna serenidad
impregna de majestad
este salón bienamado;
tiempo de un rey coronado
ante un prodigio de estrellas
atraviesa con sus huellas
los salones agoreros...
bienvenidos caballeros,
nobles y bellas doncellas.

Bienvenido sea lo eterno
de abolengos y apellidos
nuestro reino es bendecido
con corazones fraternos;
mil primaveras e inviernos
han resistido estos muros
por el pacto de amor puro
de una gran genealogía,
reyes de fe y valentía
en el aliento de Arturo.

En estas luces y sombras
anduvo el noble Tristán
y el padre de Solimán
embelleció con alfombras;
un mundo que nos asombra
de reinos imaginarios
colma de premios suntuarios
nichos, jambas y salones,
conquista de fe y blasones
de los hermanos templarios.

Yace regia en el salón
la zalea del lobo Porthos
y cual si mirara absorto
la testa de Yur-León;
el Centauro en sumisión
y las garras de una arpía
dan fe de la valentía
en la sala de trofeos:
ahí vive el dragón Orfeo
su horror y su fantasía.

Gocen amados hermanos
la potestad del palacio
disfruten en este espacio
los sortilegios humanos;
paladines y villanos
revelan su extraño sino,
las joyas de pergamino
con mundos omnipresentes,
la biblioteca imponente
compendio de los destinos.

Alhambra dio la madera
para el fastuoso librero,
ébano regio de acero
poder de todas las eras;
en la palabra hechicera
hay recetas y conjuros
bondad en estado puro
y su par contradictorio:
la sentencia del grimorio
en la maldad del cianuro.

Aquí se vive la historia
en su magnífica ronda
como la mesa redonda
de tan augusta memoria;
aquí se vive la euforia
de la justicia y la ley,
bendita la noble grey
de damas y caballeros,
aquí pernocta el agüero
en la corona del Rey.

¡Que viva el Rey en los cantos
como en la gesta del Cid,
que otorgue el héroe David
la bendición de los santos;
que se conjure el espanto
del nibelungo y su cuna,
que canten desde la runa
las potestades asirias
y el beso de las Valquirias
le otorgue amor y fortuna!
 

Canto del caballero

Suene el clamor de trompeta
con su fanfarria de acero,
suene el tambor agorero
para narrar mi saeta;
este modesto poetago
zando de su albedrío
abraza el gran desafío
de llevar al mundo probo
la canción de Pedro Lobo,
señor de Gubia y Darío.

Caballero de aventuras
e indomable valentía
combate con hidalguía
y su imponente armadura;
destellos de plata pura
lo arropan en la contienda
constituyendo la ofrenda
al mito de sus redaños:
señor de 500 años
forjador de su leyenda.

En su blasón victorioso
llena de Pedros valientes
hay rasgos equivalentes:
vencedores de colosos;
hay un feroz Pedro Oso,
Pedro Centauro, León,
Pedro Bisonte, Tritón,
Pedro Jaguar, Pedro Hiena,
Leviatán, Puma, Sirena,
y el héroe Pedro Dragón.

Casta de Pedros valientes
en ejemplar sucesión
construyen esa ilusión
de Pedros omnipresentes.

Pedro de Gubia es latente
en la luz de su linaje
y en un encuentro salvaje
derrotó al lobo cerbero
al que como un caballero
reverenció en su coraje.

Bestia de sangre y de luna
que fue terror de la aldea
en su imponente zalea
se marca a fuego la runa;
constancia de la fortuna,
grandeza de caballero,
que en honor al mosquetero
nombró Porthos a su presa
y así dotó de nobleza
al mítico carnicero.

En los festejos del trono
Pedro acudió a la llamada
y ofrece al Rey una espada
que bautizó como Cronos;
tiempo de luz en mil tonos
al Rey y su poderío,
da inicio a los desafíos
y el gozo del reino entero...
¡Bienvenido, caballero,
Pedro de Gubia y Darío!

 

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