Llegado a Cuernavaca en 1930, cuando en la ciudad sólo había 15 mil habitantes. A sus 44 años, don Alfonso Hernández Guevara, abrió en Cuernavaca su relojería “La Perlita”. Fue la primera relojería que se había en la ciudad. Anteriormente venía un señor durante los fines de semana a arreglar algunos de los relojes que existían en Cuernavaca. El señor Hernández, además de ser un magnífico relojero, era un inspirado músico, quien tocaba el primer salterio de la Orquesta Típica Lerdo de Tejada. El Director de la orquesta, era hermano de don  Sebastián Lerdo de Tejada, quien fuera Presidente de México de 1872 a 1876.
Alfonso Hernández nació en el Distrito Federal, el 13 de septiembre de 1886. Su esposa fue doña Josefina Palacio Montes de Oca, quien le ayudaba a trabajar en la relojería de la Ciudad de México en el Buen Tono, la que se llamó La Perlita. Al llegar a Cuernavaca con su también llamada relojería La Perlita, don Alfonso seguía tocando el salterio y cada vez que el salía de gira con la Orquesta Típica Lerdo de Tejada, doña Josefina se hacía cargo del negocio. En muchas ocasiones, don Alfonso llegaba a Cuernavaca y los clientes de la relojería ya sólo preguntaban por doña Josefina. La Orquesta Típica Lerdo de Tejada hacía sus presentaciones por toda Europa, los Estados Unidos y del resto de los países americanos.
Llegaron a vivir a Cuernavaca a la calle Carlos Cuaglia, a un lado del acueducto colonial. De ahí se cambiaron a la calle Aniseto Villamar número 100, entre el hotel Los Canarios y la escuela Miguel Hidalgo. Eran vecinos y grandes amigos de la familia del Ebanista Atenor Pineda.
La primera relojería que abrieron en Cuernavaca fue en 1931 y estaba situada en la calle Matamoros, donde se encuentra la Eléctrica Herrera. Cuatro meses más tarde, los señores Hernández encontraron un local en la calle Guerrero, el cual estaba por desocupar. Esperaron un tiempo, hasta que los dueños de lo que era una peluquería lo desocuparan. A doña Josefina le encantó y se cambiaron de inmediato. La Relojería La Perlita, tienen 83 años. Es el negocio  más antiguo de la ciudad de Cuernavaca, que continúa en el mismo lugar y con los mismos propietarios. Cuando don Alfonso tocaba el salterio, éste se escuchaba por toda la calle Guerrero, pues en aquel tiempo, casi no había automóviles circulando.
Josefina y Alfonso se casaron en 1908 en el Distrito Federal. Ahí nacieron 7 de sus hijos: Alfonso, Hilarión, Pedro, Pepe, Susana, Rafael y Rosa. Gustavo nació en Cuernavaca.
Al final de los años treinta formaron una orquesta familiar, donde su hijo Alfonso tocaba el contrabajo, Pepe la Guitarra y Pedro y con don Alfonso el papá, el salterio. Tocaban en el Hotel Bellavista frente a grandes personalidades de la sociedad y de la política. Venían artistas mexicanos y extranjeros; en especial el turismo que encontraba en Cuernavaca un clima envidiable, precios accesibles y una absoluta seguridad.
No faltaba quien se fuera sin pagar por la compostura de su reloj o la compra de alguna carátula, pero Cuernavaca era tan pequeña, que muy pronto pasaban por su relojería y entre Pepe y los vecinos los obligaban a pagar lo que se habían robado. En una ocasión agarraron a un ladrón que se había llevado dos despertadores y cinco relojes de sus clientes. Don Alfonso recibió los relojes de vuelta, pero cuando la policía iba a meter al ladrón a la cárcel, les dijo que ya había recibido todo y lo dejaran ir, perdiendo los despertadores antes que meter al ladronzuelo cinco o seis años en la cárcel.
Su hijo Pepe siguió con la tradición de la música y de la relojería, hasta que se fue a Jojutla, donde puso otra relojería que también la llamó La Perlita, la cual atendía yendo y viniendo todos los días a Cuernavaca; Pedro se fue a vivir a Iguala y ahí abrió la relojería La Perlita, en donde vivió con su familia. De la misma manera, su hijo Hilarión se fue a Acapulco y también puso su relojería, a la que no le puso el nombre de la perlita, al ser el más rebelde de sus hijos, pero todos seguían teniendo el prestigio que les heredaron sus padres. Rafael se inclinó por la sastrería y abrió una en Matamoros, en el edificio de su suegro, junto a los billares “La Línea de Fuego” y Alfonso se fue a los Estados Unidos a trabajar en la famosa joyería “TIffany”, mientras que Gustavo se quedó en Cuernavaca a trabajar en la relojería. Sin embargo a su hermano Alfonso no le gustó vivir en Estados Unidos porque su vida estaba en su querido  México, dejando un muy buen trabajo en aquel país donde ganaba buenos dólares. Se hizo de un pequeño capital y se regresó a laborar a Cuernavaca.
El nieto de don Alfonso nos muestra dos cartas que le envió a su abuelo Alfonso el Presidente don Porfirio Díaz; una para gozar con la música del salterio en su casa de Cuernavaca y la otra para felicitarlo por su maestría al tocar tan preciado instrumento como integrante de la Orquesta Típica Lerdo de Tejada. Gustavo siguió contando que su abuelo, estando en una presentación de la Orquesta en Nueva York, recibió un telegrama de su esposa, por lo que le dijo al director de la orquesta que se iba porque tenía un problema familiar en México. “Pero Poncho, cómo nos dejas así”, le dijo el Director y don Alfonso contestó que era más importante la familia que el trabajo. Cuando arregló el problema, se regresó a Cuernavaca a seguir en la orquesta. Un año más tarde, decidió retirarse y se dedicó de lleno a la relojería y a su familia.
En una ocasión una pareja le llevó un reloj para dama y uno de caballero que acababan de le llevaron a arreglar unos relojes que había comprado en un puesto de ambulantes de la calle Guerrero para que les pusiera pilas porque el muchacho del local le dijo que así los vendía. Le dejó los tres para que le pusiera pilas y a ver si todavía funcionaban. Don Alfonso arregló el de dama y uno para caballero, pero el tercero necesitaba una llave que él no tenía, porque era un Patek Pihlippe. Espero dos semanas hasta que cliente llegó por los relojes. Al entregárselos, Don Alfono le dijo que eran sólo cuarenta pesos “porque el Patek Pihlippe es muy fino y no lo quise abrir. Mejor llévelo a la fábrica”. Al pagar, el cliente le dio 500 dólares por su honestidad.
Don Alfonso Hernández Guevara, falleció el 28 de octubre de 1974 y su esposa, doña Josefina en 1996. Han dejado huella de absoluta honestidad y enseñanzas en la historia de Cuernavaca. Cada vez que se pasa por la calle Guerrero, se percibe la música de los relojes y  del salterio y no se puede evitar ver el negocio de “La Perlita” y la presencia de don Alfonso.j Don Alfonso Hernández Guevara.

Por:  Rafael Benabib / rafaelbenabib@hotmail.com

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