Lo que venía siendo más que un rumor; es decir, un secreto a voces, quedó confi­rmado: el Torneo de Clausura 2020 en el balompié mexicano, aunque suene a pleonasmo, fue clausurado. En una época en donde, aunque vuelva a sonar redundante, todos son (o somos) “todólogos” (en epidemiología, en reglas de juego, en tácticas de futbol y en cualquier otro tema que, a usted estimado lector, se le antoje) pues, resultó irresistible que muchos emitieran su docta opinión a favor o en contra de la drástica medida.

Me parece que el sentir generalizado, motivado más por la pasión que por la razón y teñido más por la esperanza que por la realidad, era en el sentido de que ojalá y se pudiera, de alguna manera, reanudar el ahora trunco torneo; sin embargo ¡No se pudo! Por supuesto que no faltaron aquellos que de inmediato se rasgaron las vestiduras manifestando su inconformidad a los cuatro vientos; mientras que, hubo algunos otros más mesurados, sin faltar, como siempre, los porristas que todo, absolutamente todo, buscan justi­ficar y aplaudir.

Mi opinión sobre el tema ha sido requerida por propios y extraños; es decir, han estado interesados en saber qué pienso al respecto, desde familiares y amigos hasta algunos medios de comunicación que me han hecho el favor de entrevistarme y mi respuesta, en todos los casos ha sido la misma. ¡No tengo sufi­cientes elementos de juicio! Me explico, la materia prima indispensable, en cualquier orden de la vida, para tomar una decisión es ¡La información!, y en el caso que nos ocupa, carezco de todos los datos que orillaron a los dueños del balón a tomar tan radical medida. No se sabe qué elementos fueron los que tomaron en cuenta y cuáles de ellos los que ­finalmente terminaron por inclinar la balanza para de­finitivamente dar por concluida la competencia. Puede ser que hayan sido los factores económicos; toda vez que, resultaban muy costosas e imprácticas la soluciones que se habían planteado, como fue aquella de jugar a puerta cerrada todos los partidos restantes en una sola sede.

Quizá no se pusieron de acuerdo para iniciar la liguilla de inmediato con los ocho primeros lugares de la tabla o vaya usted a saber qué otros argumentos deportivos incidieron de manera categórica. Tal vez fueron las autoridades sanitarias las que lo sugirieron y la gente de pantalón largo comprendió que no valía la pena arriesgar vidas humanas y la salud de los deportistas, poniéndose a la altura de las circunstancias. O puede ser que todos los anteriores factores sumados hayan influido. Por lo pronto… “Me declaro incompetente”.

 

EDUARDO BRIZIO

ebrizio@hotmail.com

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