Cuando éramos niños, un buen día, mi papá nos dijo a mis hermanos y a mí: “no los voy a privar de la enorme satisfacción de que ustedes mismos se compren su propio coche”. Como me parece que a “mi jefe” le salió bien la propuesta y planteamiento, ni tardos ni perezosos, mi mujer y yo aplicamos el mismo método con nuestros hijos.
Esto viene a cuento en virtud de que la semana pasada mi hija nos pidió que la acompañáramos a la agencia a recoger el flamante automóvil que había adquirido gracias a su esfuerzo.
Resultó tan gratificante verla convertida en toda una mujer, independiente, capaz de valerse por si misma; pero sobre todo, que tuviera la deferencia de compartir ese logro y la alegría, con sus progenitores; tanto así que, antes de subirnos por primera vez, a “la unidad”, nos fundimos en un fraternal y colectivo abrazo de gol.
Saliendo de la agencia le pedí a mi hija que condujera hacia la gasolinera más cercana, para que, el primer tanque lleno fuera “cortesía de la casa”. Se nos acercó la despachadora y me tomé el atrevimiento de compartirle que “iba a ser la madrina”, lo que provocó bromas y risas entre ella y nosotros, terminando toda la transacción con una generosa propina.
Al tiempo de sentarme frente a la computadora, para escribir unas líneas para ustedes, estimados lectores, quizá imbuido por la época decembrina, en donde a veces perdemos de vista qué es lo que se celebra, un agradable sentimiento de gratitud invadió mi corazón.
Ese agradable sentimiento me movió a reflexionar que la vida está compuesta de pequeños grandes detalles. Seguro estoy que “nuestra comadre”; es decir, la madrina del coche recordará algún día ese incidente.
Al igual que nosotros, convencidos de que respetar las convicciones es el motor generador para luchar por alcanzar los sueños las ilusiones y las fantasías.
Que se adquirió un bien material; sin embargo, lo bonito, funcional y moderno del automóvil palidece ante lo significativo que resultó para “el clan Brizio Arellano” todo el hecho en su conjunto.
Que, entre los dones recibidos, la familia ocupa un lugar preponderante. Que todos los esfuerzos tienen su recompensa. Que para que la materia tenga valor hay que arrimarle el alma.
Que la felicidad no es un lugar a donde algún día se llega; sino que… es una forma de vivir.

Por: Eduardo Brizio / ebrizio@hotmail.com

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